Adelante con los faroles
DOS HECHOS insólitos en un estilo de mandar y disponer se han producido casi simultáneamente: la dirección de Televisión ha retirado, en el último momento, las caretas nuevas realizadas para que imaginemos que se ha producido un cambio profundo en los telediarios, y el alcalde de Madrid ha decidido llevarse a otro sitio las farolas reprobadas que formaban parte de la renovación de la plaza de la Puerta del Sol. Los dos hechos tienen su cara y su cruz. El aspecto positivo de los dos reside en la común actitud de retroceso ante algo que pudiera no responder a las expectativas, el de una flexibilidad de opinión a la que no estamos acostumbrados en el país del sostenerla y no enmendarla. Nos muestran que no hay nada infalible ni nada tan definitivo como para no ser enmendado. La rectificación se atribuye a los sabios en el dicho popular. Tambiéá se dice de algunas personas que piensan bien, pero tarde.Sin embargo, cosas así dejan también un mal sabor de boca: el de la destrucción de lo hecho, pagado y decidido. Coincidentes en el tiempo, cada uno de los dos casos se puede deslindar dentro de su anecdotario. La directora general del Ente y el jefe de informativos de Televisión habían comenzado por encargar a Tele-Luxemburgo unas caretas para sus informativos, y surgen las dudas de si no habría otra producción local capaz de realizar por sí misma esta modificación meramente adjetiva de la apariencia de la información uniéndola a las caras nuevas de las que hemos de oír las noticias. Caras, en realidad, en su mayoría, conocidas de antiguo, sacadas del desván en el que estaban, probablemente por injusticia. Tal vez la misma que ahora se comete con los enviado a su vez a la buhardilla, a la espera de que la próxima tormenta los rescate de nuevo.
Si no hay capacidad técnica local para las aspiraciones decorativas de la dirección de Televisión, tan altas que ni el producto expresamente encargado a especialistas foráneos las satisface, habrá que preguntarse por qué, y también interrogarse acerca de si no hay una flagrante contradicción en dirigirse a una televisión privada extranjera -integrante de una gran multinacional- cuando aquí se ponen trabas a la Televisión privada española y sus medios de producción. Pilar Miró se, ha pronunciado repetidas veces, y con acierto, a favor de la televisión privada. Sin duda ella piensa, como nosotros, que si no hubiera un monopolio del Estado, la capacidad creadora de nuestros técnico.s, y sus medios, estaría mucho más desarrollada.
En cuanto a las farolas de la Puerta del Sol, sería muy dificil decidir si en un verdadero referéndum existiría tan alto nivel de rechazo como para desclavarlas y llevárselas, y tampoco se puede suponer cuál va a ser la reacción a las que se instalen en su lugar, y si esto puede ser una especie de exposición permanente, un trasiego de farolas hasta que se consiga una unanimidad que, por otra parte, va a ser del todo imposible. En el caso de las obras públicas las leyes preven los debidos concursos y la información pública delante mano para que el ciudadano se pueda hacer oír. Es verdad que esto no funciona, pero entonces lo que hay que hacer es reformar la Administración y cam biar a los administradores, no las farolas.
Volviendo a la coincidencia de los dos casos, sobrenadan dos cuestiones: los dos proyectos han sido preparados desde hace tiempo, se han visto sus ensayos, sus maquetas, sus informes, y sólo después de la realízación, y sin que haya nada que indique que esa realización no corresponde a lo proyectado, se han rechazado. En todo lo cual hay dinero perdido y, lógicamente, perdido por todos. Lo que nos preguntamos es si no hay responsables de las cosas mal hechas, si la rectificación no presupone también una sanción a alguien. A v eces en los pequeños detalles se encuentran grandes símbolos. Esperemos que las nuevas caretas y las nuevas farolas arranquen de la opinión pública la admiración universal. ¿Qué hacer si no?
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