La cuesta hacia el 92
LA PRIMERA conclusión que una persona normal puede extraer de las actividades preparativas de la Exposición Universal de Sevilla Expo 92 es que nadie se toma realmente en serio el significado de este acontecimiento. Parece una historia de fulanismos en la que lo que menos importa es el funcionamiento eficaz de esta importante iniciativa destinada a simbolizar el 500º aniversario de aquella trascendente aventura histórica.La pelea de gallos que han mantenido la Comisión del V Centenario, el comisario de la Expo, la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Sevilla se compadece difícilmente con la grandilocuencia. de las declaraciones formales. Más bien parece que se tratara de saber quién deberá sostener la tijera que corte la cinta inaugural del recinto sevillano que acoja a la Expo que de lograr una manifestación intelectual, cívica y política que sirva para que los españoles del futuro puedan encarar sin medias verdades su reencuentro con América. El presidente del Gobierno puede haber pegado algún golpe en la mesa, pero parece que no basta.
La exposición ha de movilizar cuantiosos recursos económicos, políticos y humanos como para que su planteamiento y desarrollo queden atascados en guerras de competencias administrativas y en una absurda dicotomía de iniciativa privada frente a iniciativa pública. El objetivo debe ser precisamente el contrario. Es una buena ocasión para que el aparato del Estado conecte con los elementos sociales, intelectuales, políticos y económicos y sea capaz de articular una iniciativa eficaz. Para que todo el proceso constituya un ejemplo de honradez y limpieza, no es, pues, el mejor método contraponer la iniciativa privada con la pública o viceversa. Tal planteamiento, además de pasar por una memez, es probablemente el camino más seguro para adentrarse en una polémica retardataria.
El tiempo ya perdido o, mejor, despilfarrado en pugnas mezquinas es una muestra de los males en los que se ha incurrido con demasiada frecuencia en este país. La tendencia a la dispersión, la voluntad de acaparar poderes, la rebatiña por los bienes y disfrutes han sido ingredientes que decidieron el fracaso de proyectos como el que ahora le emprende. Puede plantearse, y se ha planteado, el interrogante doctrinal de para qué sirve esta exposición. Si de lo que se trata es no de conmemorar y promover una intercomunicación, sino de descubrir América, el descubrimiento como ventura no se producirá nunca. Después de todo, si se examina la historia con un cierto cinismo, algo así fue lo que sucedió después del suceso de 1492 y lo que minó en los siglos siguientes la relación España-América, hasta perjudicar sus inmensos beneficios potenciales.
Hoy, lunes, debe empezar a entrar la piqueta en el suelo sevillano, con la adjudicación de las obras de acceso. Y dentro de este mes comenzará la explanación del terreno, con la última maqueta a la vista. Hasta ahora no había otras señales de la Expo 92 que no fueran las de nóminas cobradas y los trazos sobre el papel de las distintas ambiciones en pugna.
Con la firme intervención del presidente Felipe González han parecido apaciguarse los múltiples conflictos que habían estallado en esta fase previa, pero no hay ninguna prueba de que la caja de Pandora no vuelva a abrirse, aun sentado sobre ella el mismo presidente. La experiencia que se ha vivido hasta ahora en tomo a la Expo 92 hace cundir más el recelo que la confianza, y mucho habrá de cambiar el talante de todos los responsables para que su horizonte se contemple con optimismo.
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