Diseño urbano

Alucinante monumento al cambio a peor el que se han hecho a sí mismos los del PSOE en la madrileña Puerta del Sol, reducida, por obra y desgracia de los del partido de Felipe González, a una mostrenca y confusa acumulación de cursis marquesinas, superfetatorios quioscos, esculturas residuales orilladas en los sitios en que peor quedan y, sobre todo, ridículas farolas, muchas relamidas y ridículas farolas a las que el gracejo madrileño llama ya las supofarolas Barranco and Leguina.Y sin que falte, por supuesto, en el gran estropicio una nueva escalada de la invasión del adoquín, con esa incómoda lonja que han dejadojunto a las calles de la Montera, del Carmen y Preciados. Y es que el barranquismo que nos acosa hay que ver la afición que tiene a ese rudo, incordiante y seoducasticista pavimento de adoquines que nos va imponiendo a los transeúntes cada vez en más sitios. No son, en cambio, tan casticistas Juan Barranco y compañía a la hora

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de ir convirtiendo la ciudad en un grosero cachivache publicitario, con esas, horrendas pantallas y marquesinas de anuncios que están plantando por todas partes y que suponen la mayor agresión que jamás se haya cometido contra la fisonomía y la estética de Madrid.

Siendo el caso que en la burda chapuza de que se ha hecho víctima a la Puerta del Sol (despilfarrando en tal desmán nada menos que ¡mil millones de pesetas!) hasta algún detalle que podía haberse considerado positivo lo han resuelto por último de forma negativa. Por ejemplo, la supresión del acceso al metro, situado junto al edificio central de la plaza, que es el inmueble de ésta que tiene más valores arquitectónicos, hubiera favorecido a ese edificio y lo hubiese realzado. Mas he aquí que lo que han hecho ha sido mantener tal acceso y suprimir, en cambio, sin necesidad alguna, los dos que había entre la calle de Carreteras, la carrera de San Jerónimo y la calle de Alcalá, con lo que los numerosos ciudadanos que afluyen por esa amplia zona a la plaza, con el propósito de tomar el metro se ven forzados a cruzar varias calles y a padecer la molestia de atravesar la absurda lonja de adoquines.

En cuanto a la complicada y costosísima.obra llevada a cabo en el interior de la propia estación de metro, y que ha quedado con una fea y fría decoración que parece de unos urinarios o de un depósito de cadáveres, alardean los autores de tanto desaguisado de que con lo hecho se reducen algo los recorridos de los viajeros por vestíbulos y pasillos. Ello, desde luego, no justifica el dispendio de tantísimos millones de pesetas.- Asamblea de los Verdes Alternativos.