Las chabolas del cerro de Jauja, bajo el acoso de excavadoras no identificadas
"Existe un desprecio soterrado por los chabolistas, que tal vez no se manifiesta en las palabras, pero sí en los actos. Se parte de la base de que es gente a la que no es necesario consultar". Esta actitud, dice Julia García, presidenta de la asociación de vecinos de Carabanchel Bajó, tiene su última expresión en las obras de explanación que se realizan en el cerro de Jauja y que han dejado las chabolas casi encerradas entre zanjas y taludes.
El cerro de Jauja es una elevacíón, a las espaldas del cementerio de San Isidro y a la derecha de la calle de la Alhambra, donde se alzan 37 chabolas, casi todas incluidas en el plan de construcción de viviendas para población marginal. Se encuentra al lado de otro cerro célebre en los anales del chabolismo madrileño, el de la Mica, y la depresión que separa ambos cerros está ocupada por otro núcleo menor de chabolas, conocidas certeramente como las del Hoyo.Hace alrededor de dos meses, máquinas excavadoras comenzaron los trabajos de allanamiento del terreno comprendido entre la calle de Gallur y los descampados y altibajos de terreno que forman los cerros de Jauja y de la Mica. En las obras no existe ningún cartel que indique la identidad de sus promotores, ni se han colocado vallas protectoras. Casi al pie de las chabolas se ha excavado el terreno, de forma que se ha creado un acentuado desnivel de tres o cuatro metros de alto.
Por detrás del núcleo habitado se han ido acumulando hileras de montones de tierra. Todos los accesos al núcleo creados por los mismos vecinos a base de marcar el camino con sus coches han quedado eliminados. Sólo subsiste el acceso desde la calle de la Alhambra.
El núcleo chabolista está ahora casi encerrado por las obras. "Lo significativo de esta situación", dice Julia García, les que nadie se ha molestado en informar a los vecinos para nada". Los niños, buenos conocedores de sus descampados de chatarra y basura, se acercan con precaución a los nuevos desniveles de terreno, y siguen jugando por allí como si tal cosa.
Una de esas chabolistas es Montse, esposa de Suso, vendedor ambulante y pastor de la Iglesia Evangélica de Filadelfia en el barrio chabolista de La Celsa y en el suyo propio. Frente a su chabola, los trabajadores de las obras echaron un montón de cemento, para evitar la formación de barrizales con la lluvia.
Hace unos días, Montse preguntó a unos señores, que parecía que estaban de inspección, si las obras tenían algo que ver con su viejo deseo de acceder a una vivienda. No le dijeron la meta de las obras, pero le aseguraron que tendría una vivienda en "tres o seis meses". "Eso es falso", tercia Julia García. "No hay planes a corto o medio plazo para adjudicar viviendas a estas familias. Pero a los chabolistas menos organizados se les miente con toda tranquilidad, para quitárselos de encima en un momento dado".
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