Regalos de Prensa
El tema de los regalos, tan generosamente tratado por el ombudsman el pasado domingo, creo que es menos maquiavélico que como lo ve EL PAÍS a través de su bizantino ombudsman. Si empresas o personas que durante el año han tenido una amistosa relación laboral es agradable que se intercambien pequeños regalos. Seis botellas de rioja, una de whisky o un bolígrafo no parecen argumentos suficientes para comprar a nadie. Otra cosa sería un coche, un yate o un chalé.Yo estoy jubilado desde hace un año. He desempeñado puestos de responsabilidad en el departamento de publicidad de una gran empresa. EL PAÍS, desde su creación, me obsequiaba por Navidad con algún regalo, que nunca he tomado como síntoma de compra. Yo, desde luego, no me hubiera dejado. Esos pequeños obsequios los he admitido como un detalle cordial entre gentes que teníamos, a lo largo del año, una amistosa relación. Estoy por asegurar que ese era también el espíritu de EL PAÍS. Porque de no ser así me asalta esta reflexión: si EL PAÍS ve segundas intenciones en los regalos a sus redactores, ¿por qué EL PAÍS como empresa practica esta costumbre?- Agustín Olivera Martín.
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