La saliva
inhibe la capacidad infectante del virus del SIDA, lo que explicaría la aparente falta de transmisión oral de la enfermedad, según un experimento realizado por la doctora Patricia N. Fultz, jefa del programa del síndrome de inmunodeficiencia adquirida del Centro para el Control de las Enfermedades Infecciosas de Atlanta (EE UU).
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