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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La cultura gobernante

El pasado día 23 de noviembre, y en su sección de Cartas, me quedé auténticamente estupefacto con la titulada 'La cultura gobernante', firmada por J. M. Nacher, licenciado en Económicas. Si Eugenio d'Ors habló en su día. de "la obra bien hecha" y Baltasar Gracián declamaba que lo bueno, siendo breve, resultaba doblemente bueno, un servidor -humilde estudiante de Derecho-, sin querer equipararse a tan magnos pensadores, apuesta por la claridad en todo mensaje, cosa que no parece compartir. ni por asomo el autor de la carta aludida.El señor Nacher, para referirse a la realidad cinematográfica española, nos habla en su misiva de términos tan sorprendentes como "destino meramente retórico", "manipulación sofisticada de las industrias culturales" o -y éste es el mejor- "gobierno subrepticio de la comprensión pública", vocablos más propios de un curso acelerado de terapia del lenguaje que de un periódico que leemos medio millón de almas cada domingo. Pero la sorpresa es mayor cuando en la lectura de la carta uno pasa del piano formal al del contenido; aquí, y hablando de cine comercial y cine elitista (yo lo llamo comprometido o de calidad, simplemente), el señor Nacher otorga a este último un efecto de "espantar a los espectadores patrios", con lo que parece reclamar para cada sala de cine una unidad de cuidados intensivos que atienda a los ciudadanos espantados. Luego dice el autor de la carta que el cine español debería seguir los postulados que dicta la industria estadounidense, y uno se figura que las aspiraciones del señor Nacher no son otras que las de un Rambo a la española que torpedee con naranjas y coliflores -interpretado, eso sí, por Álvaro de Luna- o unas Memorias de África -que bien podrían ser Memorias de Albacete con Pedro Osinaga y Lola Gaos como protagonistas. No, señor Nacher, como diría Ortega, no es eso. En este tema -como en tantos otros- no nos queda más remedio que ser progresistas, y ser progresista significa defender una cultura propia que nos diferencia de los demás -y que puede llegar a todos, por qué no-, y significa también no sucumbir frente a algo que se nos impone desde fuera y que de cultura no tiene ni el envoltorio.-

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