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ESCÁNDALO EN WASHINGTON

North, acusado de destruir documentos claves del Consejo de Seguridad Nacional

Francisco G. Basterra

La revelación de que el teniente coronel Oliver North destruyó presuntamente documentos secretos del Consejo de Seguridad Nacional (NSC) que podían implicar a altos cargos en el escándalo de la venta de armas a Irán, en una acción similar a la producida en el escándalo Watergate, ahondó ayer la grave crisis a la que se enfrenta el presidente norteamericano, Ronald Reagan. El FBI está investigando las acciones de North del pasado fin de semana, horas antes de que fuera destituido por su responsabilidad en el desvío a la guerrilla antisandinista de fondos procedentes de la conexión iraní, informó ayer el diario Los Angeles Times.

Seis de cada 10 norteamericanos creen que el presidente sabía desde el comienzo lo que estaba pasando, y ocho de cada 10 piensan que no basta con el cese del consejero de Seguridad Nacional, John Poindexter, y de su brazo derecho, Oliver North. Reagan, que se encuentra en su rancho de California celebrando la fiesta del día de Acción de Gracias y pensando a quién nombrar para sustituir a Poindexter, está "muy preocupado" y teme que lo sucedido "pueda dejar una cicatriz imborrable sobre su presidencia", dijo un portavoz de la Casa Blanca.Un país asombrado por el alcance que toma el caso supo ayer también que, además del Consejo de Seguridad Nacional, que montó la operación, el Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) recibieron informaciones el pasado año, a través de escuchas electrónicas realizadas por otro organismo del espionaje norteamericano, la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), de que dinero procedente del suministro de material bélico a Teherán era desviado hacia la contra.

La Administración de Reagan sostiene que sólo dos miembros del Consejo de Seguridad Nacional, Poindexter y North, estaban al tanto de esta operación, de la que no informaron ni al presidente, ni al vicepresidente, ni a los secretarios de Defensa y de Estado ni al director de la CIA.

North, un activista experto en operaciones especiales y hombre de confianza de Reagan para mantener la ayuda a la contra desde la Casa Blanca, cuando el Congreso la había prohibido, hizo desaparecer documentos comprometedores de los archivos del NSC antes de que el martes fueran cambiadas las cerraduras y las combinaciones que le permitían acceder a los archivos de dicho organismo, según las revelaciones periodísticas. Reagan llamó personalmente a North el martes por la noche para agradecerle los servicios prestados a la Administración, informaron ayer amigos del personaje principal de este escándalo. Pero el teniente coronel asegura que el Gobierno le ha abandonado y que se enteró de su cese por la televisión.

Enfrentada a una cadena de nuevas revelaciones que sugieren la implicación en la conexión iraní de altos funcionarios y de otros órganos gubernamentales distintos al Consejo Nacional de Seguridad, la Administración ha decidido abrir una amplia investigación criminal que incluye al FBI.

Ayer se reveló también que la CIA, en noviembre de 1985, participó en un envío secreto y presuntamente ilegal de armas a Irán, a petición del NSC, dos meses antes de que, el 17 de enero de 1986, Reagan autorizara formalmente el envío de suministros militares a Jomeini. El director de la Agencia Central de Inteligencia, William Casey, dio su autorización, pero fuentes del Congreso aseguran que la CIA creía que se trataba de un cargamento de piezas para prospección petrolera, y no de armas.

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Casey informó la pasada semana a los comités de inteligencia de las dos Cámaras, en sesión secreta, de que la agencia que dirige había abierto una cuenta bancaria en Suiza para recibir el dinero procedente de la venta de armas a Irán.

La CIA recibía de los intermediarios israelíes, o de traficantes desconocidos, una cantidad que respondía al precio dado a las armas por EE UU, 12 millones de dólares (unos 540 millones de pesetas)por cuatro envíos, y la entregaba al Pentágono, de cuyos arsenales salían los suministros.

Pero los iraníes pagaban bastante más, y este dinero sobrante, descontada la comisión de los traficantes, iba a parar a otra cuenta numerada en Suiza controlada por la contra.

La CIA ofreció también a los fontaneros de la Casa Blanca para esta operación a uno de sus ex funcionarios, George Cave, quien había sido jefe de la estación de la agencia en Irán en la época del sha.

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