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Nueva Zelanda recibe con una ceremonia maorí al primer papa que la visita

Juan Arias

Juan Pablo II comenzó ayer su visita a Nueva Zelanda, Estado que ningún papa había visitado hasta ahora, con un encuentro en la ciudad de Auckland, la más importante del país, con los aborígenes maoríes, que se consideran los auténticos pobladores de estas tierras que ellos llaman Aotearoa.

Estos indígenas constituyen hoy el 8% de la población y viven en su gran mayoría en las ciudades, pero mantienen firme su identidad y su cultura.El papa Wojtyla fue recibido con una ceremonia del antiguo rito de los maoríes. A diferencia de la recepción dispensada al Pontífice el día anterior en Fiyi, una auténtica liturgia cargada de simbolismos religiosos y revalorizada por un silencio que conmovía, en el caso de los maoríes se tenía la impresión de asistir a una fiesta fólclórica organizada por una oficina de turismo.

La ceremonia que representaron los maoríes empezaba con el wero, que significa desafio. El Papa, con su séquito, se paró a la entrada del cuadrado ocupadopor los maoríes con sus trajes tradicionales. Tenían que comprobar si el huésped llegaba a ellos con buenas o malas intenciones. En el primer caso, el Papa quedaba consagrado como "el gran pájaro blanco volador, único mensajero de la divinidad que puede ser visto una sola vez en la vida". En caso de que llegase con malas intenciones sería atacado por los guerreros. Para ello, tres de estos guerreros se presentaron ante el Papa con la taiaha o bastón de guerra en la mano, y le provocaban con estruendosos aullidos. Iban con la cara tatuada y hacían muecas feroces, moviendo contra él, amenazadores, sus bastones y sacándole la lengua.

Una vez comprobado que elPapa llegaba como mensajero de paz, se pasé a la karanga, rito que consiste en que la anciana de la tribu, acompañada por otras mujeres, le da el saludo de bienvenida.

La ceremonia acabó con el hongi; es decir, el saludo ritual de los maoríes, que consiste en frotarse las narices primero y después darse la mano.

Juan Pablo II, a diferencia de lo sucedido en Fiyi, improvisó en inglés unas palabras familiares para agradecerles la recepción y subrayar la dignidad de la persona humana y los valores de la comunidad maorí.

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Juan Pablo II, al llegar ayer a Wellington, capital de este país, se halló con la desagradable noticia, dada con gran relieve por el diario local The Evening Post, de que un grupo de personas de extrema derecha había pintado una cruz gamada sobre la gran bandera con los colores vaticanos que la comunidad polaca había colocado en la fachada del edificio de Riddifórd Street y habían arrojado huevos podridos contra una fotografia gigante del papa Wojtyla.

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