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Aute, Andreu, Rotaeta y González-Vigil

Cuatro 'novatos' se estrenan como directores de cine

Luis Eduardo Aute canta, pinta y produce discos; Cristina Andreu ha trabajado en un banco y después ha sido anotadora; Félix Rotaeta es actor y escribe fantásticas novelas sanguinarias; Antonio González-Vigil sabe mucho de Uganda, tiene bares y promociona conciertos. Ninguno de los cuatro se había puesto nunca delante de una cámara para dirigir un largometraje, hasta que González-Vigil, con dinero conseguido a base de practicar la teoría económica del sablazo, les propuso a los otros tres dirigir juntos una película. El producto final, Delirios de amor, se estrenó la semana pasada en Madrid.

Desde que Antonio González Vigil dejó su Vitoria natal y se vino a conquistar Madrid ha hecho de todo. "Se trata de sobrevivir", dice, "y lo mejor es organizar un tinglado, salir de él y montar otro inmediatamente". Esta máxima vital parece haberla aplicado durante sus 32 años de existencia. Abrió bares en Vitoria y Canarias; con esa renta organizó conciertos de cantautores españoles y actuaciones de cómicos en salas de fiestas, y con el dinero que obtuvo entonces se fue a Uganda, a convivir dos años con los nativos y con los leones -una de sus particulares memorias de Africa es la presencia de un león en su película, sin que se sepa muy bien qué papel desempeña la fiera-".Allí, tan lejos, me entró la idea fija de volver a España para hacer una película de amor". Regresó y cumplió el deseo: visitó a doce directores, seleccionó a tres y a sí mismo y, con el proyecto hilvanado, inició la peregrinación por todas las instituciones oficiales en busca de subvención, aunque sin mucho éxito: "Ni un duro", resume.

Inasequible al desaliento reunió el dinero, y "cuando monstruos de la talla de Adolfo Marsillach y Fernando Femán Gómez o Antonio Banderas me dijeron que aceptaban interpretar la película, ví que todo podía salir bien". Ahora recuerda con agrado la profesionalidad demostrada por todo el equipo durante el rodaje, aunque no oculta lo mal que nos lo hizo pasar Amparo Muñoz, que de pronto le entró un ataque de nervios, se marchó sin avisar dos meses al Sur y estuvo a punto de echarlo todo a perder". Confía en recuperar el dinero invertido -una vez terminada, el Ministerio de Cultura ha aportado diez millones de pesetas-; pero, por si acaso, avisa a los posibles acreedores: "Si Delirios de amor no funciona", advierte, "embarcaré rumbo a Argentina con nombre falso, para que no me encuentren".

Luis Eduardo Aute, director de otro de los cuatro sketchs que conforman la película, no es un completo neófito en el oficio, pues hace años dirigió dos cortos, si bien reconoce que esta es su primera película "importante". El cantante aprovechó los descansos de una gira para rodar su parte, una historia obsesivamente sexual tratada en clave de humor, aunque de final sangriento. La noche del estreno fue incapaz de estar sentado en su butaca. Estaba tan nervioso, que no se despegó de la barra del bar del cine hasta que oyó reír a los espectadores. "Entonces respiré", comenta.

A diferencia de González-Vigil y Aute, los otros dos directores de Delirios de amor, Cristina Andreu -26 años, nacida en Casablanca e hija del actual presidente de Iberia- y Félix Rotaeta, 44 años, actor, productor de Pepi, Lucy, Boom, y otras chicas del montón y autor de las novelas Las pistolas y Merienda de blancos, sí tienen intención de continuar dirigiendo películas. Ambos están preparando ya sus próximos largometrajes.

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