La oficina para la rehabilitación de edificios de Buitrago presta servicio a 43 pueblos
Buitrago de Lozoya, en la sierra norte de Madrid, acoge desde hace año y medio una de las ocho oficinas comarcales para la rehabilitación de edificios (OCRE) creadas por la Comunidad de Madrid. Esta OCRE presta servicio a 43 pueblos, situados a ambos lados de la carretera Nacional I a Burgos. Traducido, se trata de 8.300 habitantes y 2.438 viviendas habitadas. Según el decreto regulador, sólo las residencias habituales y permanentes pueden tener acceso a las subvenciones y créditos que se conceden. El resto, las vacías o de temporada, son 5.883.
En la sierra norte, a 100 kilómetros de Madrid, los bueyes siguen desempeñando su papel histórico y tiran de carretas, las mujeres hilan con los husos, y el asfaltado y los centros culturales están llegando al mismo tiempo a muchos pueblos. Un ejemplo es Horcajuelo. Para, su alcalde, Pedro González, que ve aumentar la edad de la población, la solución pasa por La reparcelación agraria, el cultivo en regadío y montar una piscifactoría.En medio de todo, las casas serranas, muros de piedra y teja árabe, observan cómo a su alrededor se alzan edificaciones de hormigón y uralita. El dilema está llegando a la sierra norte: cuando hay que decidir entre rehabilitar la vivienda o derribar y levantar una nueva, hasta algunos concejales se tiran por el ladrillo bicolor.
Lo de siempre, identificado con lo pobre, pierde puntos frente al moderno chalé, concebido como sinónimo de progreso. Por eso, en la OCRE de Buitrago no se quiere hablar del número de fichas elaboradas, más de 500, o de las casas rehabilitadas, lo que se busca es desarrollar otro tipo de función: la protección de la arquitectura popular de la zona, sin cambios desde el siglo XVIII. Y sus tres integrantes realizan un trabajo que ha de comenzar por salir en busca del cliente. Por las noches, cuando han finalizado las tareas en el campo, organizan charlas por los pueblos en las que se informa de las subvenciones para proyectos de rehabilitación, se explica la relación entre cultura y arquitectura y, sobre todo, se intenta convencer de que se está hablando de un patrimonio que tiene un valor y que es cosa suya, de los vecinos.
Después de la labor informativa, aparece como un primer problema el cambio de actividad en la sierra: elementos imprescindibles hace unos años hoy no tienen función.
Entonces también dicen que esto significa un avance y que los hornos, chimeneas, pajares y molinos pueden transformarse. Esto es lo que opina Javier Méndez, el arquitecto de la OCRE: "Es necesario dar nuevos usos a estos utensilios para impedir su ruina y su destrucción". Los muros de piedra, el afán de renovación y el presupuesto económico entran en conflicto en una zona donde no se conocen edificios catalogados ni áreas de especial protección. Carlos Ganuza, gestor de la OCRE, considera además que "la historia de nuestra región no está sólo en Aranjuez", y piensa que "esa cultura de la vivienda que existe sin duda en Andalucía o Castilla aquí ni se atisba".
Otros dos elementos entran en juego cuando no se toma la opción de rehabilitar: economía y burocracia administrativa. Hasta ahora las viviendas rehabilitadas desde la OCRE han requerido una inversión media de 1.800.000 pesetas. Para acceder a las subvenciones es necesario disponer de la escritura de propiedad de la finca, lo que en estos pueblos no es lo más habitual. La puerta al préstamo se cierra también para quienes carecen de medios propios y avalistas, que suele coincidir con el 5% de los que no tienen baño en la casa.
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