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EL SECUESTRO DE UN INDUSTRIAL NACIONALISTA

Vida desahogada, pero sin lujos

El 15 de octubre de 1986, a las ocho de la noche, frente al Parlamento vasco, comenzó para Lucio Aguinagalde Aizpurúa, industrial jubilado, con una vida desahogada pero sin lujos, la segunda condena carcelaria de su vida. Aguinagalde, con esposa y cinco hijos, acababa de estrenar cargo en el PNV y mantenía su afición a la pelota, alimentada a lo largo de varios lustros."Lucio, gudari; encarcelado por Franco, secuestrado por ETA". El lema de la manifestación que pidió en Vitoria su liberación trataba de reflejar esa faceta de la vida de Lucio, la cárcel, a la que él mismo no concedía más que un valor anecdótico, ajeno al revanchismo.

Tres cárceles vascas, las alavesas de El Carmen y Murguía y la de San Sebastián, fueron durante cuatro años mudos testigos de la reclusión de un hombre que a los 18 años había optado por alistarse como gudari y había formado parte de la primera dotación de la Ertzantza (policía autonómica vasca). Coincidió con su padre durante unas Navidades en la cárcel de San Sebastián.

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El industrial, conmocionado por la crisis interna que sacude al nacionalismo moderado, aceptó formar parte del tribunal municipal de la rehecha junta municipal del partido en Vitoria. Aguinagalde, el carné número 6 del PNV en Álava y el militante más veterano de la provincia, accedía así a su primer cargo político en el PNV, poco después de que, al igual que otros muchos, contribuyera económicamente al nuevo batzoki de Vitoria, hoy en manos de los escindidos nacionalistas.

Aguinagalde, el mayor de nueve hermanos, nació en Itziar (Guipúzcoa) hace 69 años. En 1947, 40 años después de que su padre fundara Indagui, un pequeño taller de bisutería, la familia se trasladó a Vitoria. Por casualidad, y tras sopesar la adquisición de terreno en Eibar y San Sebastián, un amigo orientó a Lucio Aguinagalde hacia la capital alavesa, ciudad a la que ya quedó unida su vida.

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