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VIOLENCIA EN EL PAÍS VASCO

ETA se endurece tras los cambios en su dirección

El asesinato del gobernador militar de Guipúzcoa, de su esposa y de uno de sus hijos es la culminación, por el momento, de una escalada iniciada por ETA hace meses y que ha discurrido paralela a la sustitución de la cúpula dirigente histórica. El sector más duro de la organización terrorista, en cuya cabeza se encuentra Francisco Múgica Garmendia, Artapalo, según fuentes policiales españolas, ha conseguido el control de todos los resortes.

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Asesinados el gobernador militar de Guipúzcoa, su mujer y uno de sus hiios en un atentado en San Sebastián

Con el atentado de San Sebastián ETA quiere demostrar que, pese al incremento espectacular de la presión francesa, conserva capacidad para actuar, precisamente cuando José Barrionuevo acaba de proceder a una profunda renovación del segundo escalón de responsables en el Ministerio del Interior y faltan pocas semanas para el relevo de la cúpula militar. Es en ésta donde ETA cree ver el poder real del Estado. Al poder militar le viene haciendo responsable de haber bloqueado los intentos de negociar una solución política.La irrupción de una nueva generación de dirigentes en la organización terrorista ha sido propiciada en gran medida por la política de extrañamiento a países de América y África de antiguos responsables, que terminó a mediados del pasado mes de julio con la expulsión de Txomin Iturbe Abasolo desde Francia a Gabón. Desde medios políticos nacionalistas y desde el entorno del Gobierno vasco se contemplaban entonces con manifiesta inquietud los movimientos destinados a alejar del País Vasco francés a los dirigentes tradicionales y a neutralizar su capacidad operativa.

Temían en aquellos meses, tanto Xabier Arzalluz como José Antonio Ardanza, presidente del PNV y del Gobierno autónomo, respectivamente, que ETA quedara en manos de otros activistas más jóvenes, más ideologizados, sin ninguna raíz política nacionalista e incorporados a la clandestinidad cuando el franquismo ya había desaparecido y se había inicia(lo la transición hacia la democracia. Por esta razón, el Gobierno de Vitoria y el PNV apostaron tan fuertemente por el diálogo en los meses anteriores al verano, tras mantener contactos directos con los terroristas y llegar al convencimiento de que éstos, por primera vez, estaban dispuestos a entablar una negociación con criterios mucho más flexibles de los que habían mantenido tradicionalmente.

Tras la deportación de Iturbe, el recambio en la dirección de ETA parece irreversible. Aquellos intentos frustrados de establecer un diálogo que pudiera desembocar en la neutralización de las armas ya fueron acompañados, antes y después, por una abierta evolución a la libanesa de los procedimientos de la organización terrorista.

El recurso a los coches bomba de efectos indiscriminados, en algún caso con más de una decena de víctimas; el ataque con explosivos al Ministerio de Defensa; el asesinato de María Dolores González Catarain, Yoyes, en un intento de cegar la vía de la reinserción social; el secuestro de un afiliado relevante del PNV, y, ayer, el asesinato también de la esposa y un hijo del gobernador militar y las graves heridas inferidas a varios viandantes ilustran una tendencia cada vez mayor a las acciones capaces de amedrentar y sembrar el pánico entre la población.

La coincidencia de este último atentado con la manifestación convocada en Bilbao por Herri Batasuna para defender la negociación entre el Estado y ETA también resulta reveladora. Para la dirección de la organización terrorista, cualquier movimiento político, incluso el que trabaja por idénticos objetivos estratégicos, debe estar subordinado a su propio papel protagonista. Parece como si a ETA no le importara tanto conseguir el mayor apoyo posible a la consigna de la negociación como garantizar que el círculo de quienes siguen considerando que ETA es necesaria continúa dispuesto a aceptar como inevitable cualquier cosa que hagan quienes manejan las armas.

La sangrienta reaparición de ETA en San Sebastián contrasta, por otra parte, con los reiterados y dramáticos avisos de Interior sobre previsibles acciones terroristas en la capital de España. Nunca se podrá saber si las advertencias del recién destituido Julián San Cristobal han servido para evitar atentados en Madrid. Tampoco es fácil conocer si los responsables de Interior disponían realmente de información sobre planes de ETA en Madrid o si se trataba sólo de una añagaza.

En todo caso, los terroristas no han actuado en la capital y, mientras tanto, han confirmado la apertura de un nuevo frente en Barcelona, en busca sin duda de la trascendencia añadida que otorgará a sus atentados el carácter olímpico de la ciudad condal, y han vuelto a golpear en Euskadi.

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