Beirut oeste, sumido otra vez en el caos
Ola de secuestros en el sector musulmán de la capital libanesa
La ilusión duró lo que el verano y, cuando se ha cumplido con largueza un trimestre de la entrada de tropas sirias en sus calles, Beirut oeste ha recuperado su condición de la ciudad más peligrosa del mundo, si es que alguna vez la perdió. Una nueva racha de secuestros de extranjeros y libaneses, frecuentes atentados con explosivos y atracos en plena calle Hamra, parecen haber dado la puntilla al plan de seguridad para el sector musulmán de la capital libanesa, aprobado en Damasco a finales de junio.
Había quien no se lo creía, pero era verdad. Unos 50 sijs habían tomado al asaltó la Embajada de la India en Líbano. "-¿He oído bien? ¿Has dicho sijs o shiíes' ?". "No, sijs, los del templo sagrado de no sé dónde, los que mataron a Indira Ghandi". El suceso ocurria en Beirut Oeste el pasado 6 de octubre.Para entonces a empezaba a vislumbrarse que el plan de seguridad, adoptado a principios del verano en Damasco, era un fracaso. Firmado por todos los dirigentes musulmanes libaneses y con la bendición muy especial del régimen sirio, el plan había dado al principio una cierta sensación de ley y orden en el lado occidental de la capital libanesa, Beirut al Garbie.
Fueron unas semanas en las que la compañía rusa Aeroflot reemprendió sus vuelos a Beirut, en un gesto de confianza hacia sus aliados sirios. Los beirutíes salieron de noche y estrenaron modelos de bañadores en las playas. Los milicianos malencarados y casi abrumados por el peso de la artillería, desaparecieron de las calles céntricas y fueron sustituidos por patrullas de las fuerzas regulares libanesas acompañadas de soldados sirios. Algunos occidentales, periodistas casi todos, regresaron al lado de la ciudad que habían abandonado en la primavera, seriamente amenazados por los secuestros y asesinatos que siguieron al ataque norteamericano contra Libia.
Pero en Líbano, lo bueno es siempre breve. Unos centenares de panteras rosas sirios no fueron suficientes para mantener inactivos mucho tiempo a secuestradores, atracadores y dinamiteros. Ahora, el jefe de los servicios sirios de información en Líbano anda diciendo que hay que recuperar el espíritu inicial del plan de seguridad. Siria se juega en ello una parte de su credibilidad Internacional.
Cuando sus tropas entraron, a principios de julio, en Beirut Oeste, todo el mundo, tácitamente, incluso Estados Unidos e Israel, dio su aprobación, si con ello se pacíficabia una ciudad con la que no habían podido los marines norteamericanos, los paracaidistas franceses y el propio Tsahal.
Edward Austin Tracy, norteamericano de 55 años, ha sido el último extranjero secuestrado en Beirut Oeste. De nada le ha valido vivir en Líbano desde 1976, su conversión al islam, hablar algo de árabe y dedicarse a vender por las calles ejemplares del Corán. Para sus raptores, Tracy es un agente de la CIA y del Mosad.
Otros dos norteamericanos, James Cicippio y Frank Herbert Reed, perdieron su libertad en Beirut al Garbie el mes anterior. También ellos se creían a salvo por residir largo tiempo en el país y simpatizar con la causa musulmana. Esta mercancía fresca se añade a sus tres compatriotas, en poder, desde hace mucho, de Yihad Islámica. Sobre los seis pesa el recuerdo de bibliotecario Kilburn. y el diplomático Buckley, asesinados.
Más suerte han tenido los dos periodistas capturados en las últimas semanas en el lado musulmán: el corresponsal del diario británico The Guardian y un reportero independiente francés que trabaja para la cadena televisiva Antenne2-que recuperaron pronto su libertad. Ambos fueron aprehendidos en la salida musulmana del paso de Mreiyeh-Kafaat, el único que permanece abierto entre ambos sectores de Beirut.
Antesala de la celda
Mreiyeh-Kafaat se ha convertido en la antesala de la celda. Su travesía parece un recorrido por los decorados de la película Apocalipse now. Su salida occidental cae directamente sobre los suburbios shiíes del Sur, donde ni los sirios han intentado una limpieza. Allí han sido secuestrados, en los dos últimos meses, varias decenas de cristianos libaneses. Estos secuestros suelen tener como objetivo la búsqueda de un fuerte rescate en metálico. Pero, en ocasiones, los raptores buscan la libertad de musulmanes en poder de los milicianos cristianos del Este. El profesor de literatura inglesa Habil Matta, de confesión cristiana, acaba de ser liberado, tras permanecer seis meses en poder de un grupo denominado Liga Independiente para la Liberación de las Personas Desaparecidas. Es otra de las paradojas libanesas.
Los atracos a bancos de la calle Hamra, el asesinato de dirigentes musulmanes moderados, como el suní Soubhi Saleh, los atentados con explosivos, todo ello ha provocado un renacimiento del miedo.
Portugal ha sido el primer país de la Comunidad Europea en cerrar definitivamente su embajada (en el sector musulmán) y el Reino Unido acaba de retirar de Beirut a tres de los seis diplomáticos que aún mantenía en Beirut Este. El pasado 18 de septiembre, el agregado militar francés en Líbano fue acribillado en pleno aparcamiento de su embajada.
A uno y otro lado de la línea verde, los occidentales siguen viviendo en Beirut en estado de alerta permanente. Ello provoca accidentes como el del pasado martes en la cancillería francesa, en el Oeste. Dos gendarmes resultaron gravemente heridos al pisar una de las minas colocadas para reforzar la seguridad de la casi vacía sede diplomática. Y es que nadie está a salvo. Ni siquiera el propietario del hotel Beau Rivage, cuartel general de los sirios en Beirut Oeste, secuestrado. durante unas horas hace apenas unas semanas.
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