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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Con antena parabólica

LA JORNADA futbolística de ayer ilustra el absurdo arcaísmo en que algunas instituciones tratan de sumir a la sociedad española. Este Gobierno está empeñado en que nada quede fuera de su control. Pero sus poderes no alcanzan -por el momento- a la atmósfera. Por eso los contribuyentes de este país tuvieron que recurrir a los amigos propietarios de antenas parabólicas para contemplar el partido de la Juventus-Real Madrid. Mientras el Gobierno de la Nación, en sesudas discusiones pretende regular la televisión privada en nuestro país, que al parecer son interminables, los ciudadanos burlan este desfase invirtiendo unas pocas perras en su acondicionamiento doméstico o acuden a la oferta de algunas avisadas discotecas.Pero no sólo nos vigila el Gobierno. La Federación Española de Fútbol, en un alarde de proteccionismo de campanario, impide que se realice la retransmisión televisada de un encuentro cuando a la misma hora se celebra en alguna otra parte del territorio nacional un partido de campeonato. De esta manera, el Roquetas de Mar de Almería pugnó para impedir la retransimisión del Guimaraes-Atlético de Madrid, correspondiente a la Copa de la UEFA, para ganar espectadores en el encuentro que le enfrentaba al Cádiz. La retransimisión, en definitiva, no se produjo por otras causas. Del mismo modo, la coincidencia horaria del Madrid-Juventus con otros partidos eliminaba inapelablemente cualquier posibilidad de que se televisara el espectáculo del estadio Bernabéu. Como consecuencia, las entradas pudieron alcanzar en taquilla precios de hasta 5.000 pesetas y de unas cinco veces más en la reventa. Al mismo tiempo, sin embargo, aquellos aficionados que tenían instalada en su casa una antena parabólica pudieron seguir el encuentro en la RAI.

Creer que el universo se termina en los programas de TVE o en las directrices de la Federación Española de Fútbol es como suponer que el mundo no cambia, ignorando o condenando sus progresos científicos o tecnológicos mediante normas y dogmas. La befa que a las directrices de la Federación y a las decisiones de la monopolista TVE hace día tras día la telecomunicación debería bastar para que la temperatura del sofoco fundiera los ridículos intentos de poner reglamentarias tapias a la evidencia.

Probablemente el Ente Público sólo demuestra interés por retransmitir aquellos acontecimientos deportivos en los que la publicidad estática permite mejorar su errática cuenta de resultados. Y así las cuentas funcionan.

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