El duende de El Último de la Fila
Las comparaciones ni los lugares comunes no valen con El último de la Fila, porque el grupo catalán va por libre. No se parecen a nadie, nadie se parece a ellos, y el tándem formado por Manolo García-Quimi Portet -compositores, almas de la banda y compañeros desde los tiempos de Los Rápidos y Los Burros- no está dispuesto a tomar la iniciativa para intentar un acercamiento a lo establecido.Sus canciones apuestan definitivamente por la cola del ratón: "Los últimos siempre serán los últimos, nunca los primeros", y resulta significativo que el único tema que repitieron, en versiones acústica y eléctrica, fue Lejos de las leyes de los hombres.
A pesar de este aparente correr hacia el final del pelotón, de apuntarse al siempre atractivo bando de los perdedores, el asunto resulta vagamente familiar. Quizá por la aflamencada voz de Manolo García -otra vez habrá que remontarse, para tener un mínimo punto de referencia, a Módulos y Triana-, las imágenes de sus textos desesperanzados, escritos en primera persona, con preguntas sin respuesta posible, o por la energía de sus actuaciones, que conectan con el público de manera visceral y antropofágica.
Concierto de El último de la Fila
Manolo García (voz y percusión), Quimi Portet (guitarra eléctrica y coros), Marc Grau (guitarras eléctrica y acústica), Antonio Fidel (bajo, guitarra y coros), Juan Carlos García (teclados, percusión y coros), Quim Benítez (batería), Manuela y Juana Aguilar (bailaoras). Sala Universal. Madrid, 3 de octubre.
El último de la Fila se alimenta en directo de aplausos. Necesitan calor y un público no receptivo les impide alcanzar los grados de comunicación que precisan, como se pudo comprobar en su actuación durante las pasadas fiestas de San Isidro. Cuando, ante audiencias más reducidas, como en la repleta sala Universal, consiguen el ambiente necesario para lograr el clímax deseado, los momentos de gracia pueden ser comparables a los mejores de otras músicas vivas, como el flamenco, el jazz o el buen rock and roll.
Algunos de esos instantes se alcanzaron en su actuación, y entonces lograron poner los pelos de punta a más de uno. Consiguen estos momentos de duende porque los cinco músicos que están en el escenario se olvidan de todo y llega a palparse que allí arriba pasa algo. Son buenos instrumentistas, pero lo que realmente importa es que parece que les va la vida en ello.
Los guitarristas Quimi Portet y Marc Grau, de estilos bien diferentes, se complementan bien. El bajo de Antonio Fidel es sencillo, con fuerza e imaginación, igual que la batería de Quim Benítez apoyada por la percusión de Juan Carlos García que, además, ayuda armónicamente con los teclados. Cada uno tiene su mundo y los seis juntos forman uno de los grupos más personales e interesantes del rock español con algunas de las mejores canciones compuestas en los últimos años -especialmente las que se incluyen en su segundo elepé, Enemigos de lo ajeno-. Son magníficos letristas, sus actuaciones son irrepetibles y allí puede pasar de todo: dos bailaoras de flamenco que cierran el concierto con baile tras casi dos horas de música, canciones antiguas que suenan nuevas, estrenos que parecen conocidos y bises mayoritariamente reclamados y generosamenice concedidos.
Cuando entre Manolo Garcia y el público se produce el diálogo, El último de la Fila se convierte en un grupo incontestable y permite mantener la esperanza en un rock genuinamente español, siempre que la energía y la inspiración no les abandonen, mantengan su línea original sin coqueteos con comercialadas al uso y los giros aflamencados de la voz de Manolo García no crucen la frontera de lo tópico.
Babelia
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