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Un venezolano universal

¿Por qué suele ser difícil para un español entender de verdad la América hispana? Sentimos un latido cordial al ver sus ciudades, monumentos, haciendas, leyes y formas de vida, pero, a la vez, una cierta extrañeza ante la sorprendente fisonomía que nos muestran esos elementos culturales. Algo nos suena en ellos distinto y otro que lo nuestro y buscamos quién pueda descifrarnos el misterio y señalarnos al menos el contorno de ese enigma americano, Esa persona sólo puede ser un criollo, uno de allá. Yo he tenido el privilegio de tratar a una de las grandes figuras de la inteligencia americana: el venezolano Arturo Uslar Pietri, que en gratas conversaciones y leyendo sus libros me ha acercado a la comprensión de ese mundo mágico que es la América al sur de Río Grande.¿Quién es este hombre que ha hecho novela, teatro, ensayo, historia, periodismo, política y diplomacia, y todo ello con originalidad y fuerza? Había nacido en 1906 en Caracas, de una familia con tradición y escasos recursos. Su padre era militar, y cuando cumplía él los nueve años fue trasladado a Maracay. Así que la primera etapa de su vida transcurre en dos escenarios: el de la capital -una ciudad pequeña y provinciana que no pasaba de los 100.000 habitantes- y el de la otra aldea, del valle de Aragua, puramente rural. Allí vivía el dictador Juan Vicente Gómez, que había dado el golpe en 1908, aprovechando que el presidente Cipriano Castro -también surgido de la violencia- estaba siendo operado en París. Desde su finca dirigía al pobre país como si fuera éste una hacienda aún mayor. El diestro Juan Belmonte vivió en ella en la temporada taurina de 1917. "La finca del general era inmensa", contó a su biógrafo Chaves Nogales. "Se criaban en aquella interminable dehesa millares de reses con las que el general abastecía a grandes empresas norteamericanas de carne congelada... El general, hombre de campo ante todo, vivía todo el año en ella, haciendo la misma vida de un ganadero andaluz... A veces venían de Caracas los ministros, para despachar con él, y se lo encontraban entregado a las faenas del campo, como un manijero cualquiera".

El pequeño Uslar veía salir al caudillo táchira "dos veces al día en un automóvil con capota de lona, a menos de 40 kilómetros por hora, sin escoltas ni motocicletas, ni parafernalia, seguido sólo por un coche donde iban sus edecanes". Gómez fue amo y señor de Venezuela hasta su lenta muerte natural en 1935, que Uslar ha descrito magistralmente en su novela con clave Oficio de difuntos, publicada en 1976. "Los caudillos", opina Uslar, "llenaron con su autoridad, primaria pero auténtica, el vacío de poder. Su proliferación provoca la anarquía y la guerra civil, hasta que aparece el más fuerte de todos ellos". Así fue Rosas en Argentina, Gómez en Venezuela, y así hubiera sido Boves, "un taita de la montonera" formado en la Marina española, que tras los triunfos de sus terribles llaneros podría haber sido dueño del país si una bala no acabara con su vida en la última batalla contra los libertadores. Las lanzas coloradas, la primera novela de Uslar, aparecida en 1929 y que le dio fama inmediata, describe esta epopeya sangrienta en que los llaneros, al grito de "¡Viva el rey!", de "¡Mueran los godos!" -entiéndase mueran los que regentan el poder y los recursos- y de "¡Mueran los blancos, los ricos y los que saben leer!", mandados por el blanco Boves, que los enardecía, acabaron con la incipiente República constitucional de Venezuela, fundada por los liberales de Caracas en 1811. Su desnucamiento era inevitable incluso para el propio Bolívar, que la vio como una de esas "repúblicas aéreas", sin tierra todavía donde sembrar.

En Maracay, el joven Uslar está a punto de irse al otro mundo por un paludismo pernicioso. Siente "la cosquilla de la escritura" y los desdoblamientos de la palabra, que se encabrita de pronto haciendo corvetas que el escritor no ha previsto. En 1923 empieza sus estudios de Derecho en la universidad de Caracas, donde se relaciona con gente joven e inquieta. Es la época de la revista Válvula. Uslar siente una vocación decidida por la narrativa, y en 1928 publica su primer libro, Barrabás y otros relatos. "Esos relatos eran el rompimiento con la tradición criolla, con el costumbrismo pintoresco, y, evidentemente, produjeron resistencias". Su maestría en el cuento o relato breve la ha mantenido siempre, y el que me envió para la reanudación, en 1963, de la Revista de Occidente, titulado Simeón Calamaris -la reviviscencia del pasado de un hombre a partir de su cadáver-, lo tengo por una joya del género.

Ya ha terminado Leyes y consigue que le destinen, como agregado civil, a la embajada de su país en París, donde convive asiduamente con Miguel Ángel Asturias y con Alejo Carpentier. Es el París -1929- de Dada y el superrealismo, pero a pesar de la fuerza de esos movimientos los tres criollos no muerden el anzuelo. Los tres buscan otra cosa, y allí nace lo que el propio Uslarha llamado "realismo mágico hispanoamericano", que "no crea una sobrerrealidad desconocida y gratuita, sino refleja una realidad verdadera pero insólita para, el resto del mundo". Valéry lo percibe en el prólogo que pone a las Leyendas de Guatemala, de Asturias. Es el descubrimiento de un mundo distinto que el europeo y tradicional. Un mundo donde surgen seres y acontecimientos fantasmagóricos pero reales. Es como si esos grandes escritores iberoamericanos nos devolvieran el descubrimiento que les hicimos. La concesión del Premio Nobel a Asturias, Neruda y García Márquez ha sido el reconocimiento internacional de esta nueva literatura que tiene su eco plástico en el mexicano Rivera, en el colombiano Botero y en el venezolano Soto.

En 1934 regresa a Venezuela por la sencilla razón de que le han suspendido el sueldo. El país está agitado en espera de la muerte de Gómez, que se consume lentamente. Empieza a trabajar en Ahora, "el diario de la nueva circunstancia", donde fue articulista, reportero y columnista, y del que se despide en 1936 con un editorial, ¡Sembrar el petróleo!, que iba a ser un clarinazo memorable para esa riqueza venezolana. Pero allí ha aprendido periodismo, que años más tarde le llevaría a la dirección del prestigioso diario El Nacional. Y allí también siente la llamada de la política, al abrirse el horizonte con la transición paulatina a la democracia que van a hacer el general López Contreras y su sucesor en la presidencia, Medina Angarita. Colabora en ambos Gobiernos como ministro de Educación. A él se deben la primera Reforma Educativa, los Grupos Escolares, la Biblioteca Popular Venezolana, el Instituto

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Pedagógico, la Ciudad Universitaria, todo ello aún en plena actividad. Es un período de apertura del que Uslar está satisfecho porque se consigue el reparto por mitad, entre el Estado y las compañías, de los beneficios del petróleo; se da el voto a la mujer, se redacta una primera reforma agraria, etcétera. Pero el golpe que dieron un grupo de jóvenes militares, amparados en la figura respetada de Rómulo Betancourt, corta su carrera política -aunque años después fuera candidato a la presidencia de la República- y es expulsado a Nueva York. Tiene mujer y dos hijos y muy pocos centavos. Pero ya tiene prestigio literario y la universidad de Columbia le encarga de la cátedra de Literaturas Hispanoamericanas. Uslar recuerda esos cinco años de exilio, hasta que volvió a su patria en 1950, como años felices, entregado de lleno a la pura labor intelectual y creativa. Son los años en que puede meditar sobre el hecho americano.

"América ha sido", ha dicho, una creación intelectual de Europa. Una creación compuesta de imaginación, sorpresa, desajuste y necesidad de comprensión... ante una realidad geográfica, natural y humana, al principio desconocida, luego mal conocida y nunca enteramente entendida". Cuando llegan los españoles todo es equívoco, desde el equívoco inicial de creer que desembarcaban en las Indias Occidentales -y habrían de pasar 20 años hasta que Balboa alcance el Pacífico y demuestre que se trata de un nuevo continente- hasta pensar que habían encontrado en los habitantes de las nuevas tierras, en su prístina pureza, la verdadera condición humana que hacía realidad la vieja leyenda de la Edad de Oro. "Pero ese desajuste", añade, "había comenzado con la nueva relación entre el español y el espacio americano: de un clima de cuatro estaciones bien marcadas se pasaba a otro sin estaciones, como en el Caribe, o de estaciones invertidas, como en el Plata". El conquistador se asombra al ver esos "mares de agua dulce" del río Magdalena, el Orinoco o el Amazonas, en los que no suele distinguirse una orilla desde la otra. Le asombran las alturas andinas, la inmensidad de las pampas y de los llanos, "y con pasmo vieron animales, plantas y gentes desconocidas, sufrieron huracanes y terremotos para los que carecían de equivalencia en su memoria vital y cultural". La noción de tiempo es también distinta: el hombre renacentista tenía una visión lineal, con un futuro siempre imprevisible. La visión indígena, en cambio, era la de un tiempo cíclico y repetitivo de edades y acontecimientos. No es casualidad que un filósofo mexicano, Samuel Ramos, haya dedicado un profundo estudio al Concepto mexicano del tiempo. Uslar ve muy clara la mutua influencia que tuvieron el español, el indígena y el negro traído por el comercio de esclavos. Este mestizaje cultural es el "principal rasgo de la vida americana". "Las tres culturas se interpenetran y mezclan en todas las formas imaginables, desde el lenguaje y la alimentación al folclore y la creación artística... No escapa ni siquiera la religión". Pero ese mestizaje no llegó a ser una asimilación total ni de los dominados ni de los dominadores. "Así se plantea, para no ser resuelto nunca de manera satisfactoria", nos dice solemne y melancólicamente nuestro guía, "el problema fundamental de la identidad que ha atormentado por siglos el alma criolla. Era lo que Bolívar pensaba en 1819, en Angostura, cuando decía: 'No somos españoles, no somos indios... Constituimos una especie de pequeño género humano".

¿No es muy española esta duda sobre uno mismo? ¿No sienten ellos la misma angustia que sentimos nosotros cuando nos preguntamos qué es España? Quizá sea esa duda la herencia más auténtica que hemos dejado allí, junto a la mala costumbre de las guerras civiles. Ya en la La Española se enzarzaron entre sí los primeros vecinos; luego vinieron en Perú las luchas entre almagristas y pizarristas para acabar con la asombrosa aventura de Lope de Aguirre, el primer rebelde con la Corona, que con tanto acierto ha descrito Uslar Pietri en El camino del Dorado. O el alzamiento del esclavo negro Miguel, que trabajaba a comienzos del siglo XVI en las minas de oro de Buria, en el occidente de Venezuela, que hace huir a los españoles, se proclama rey y "forma una curiosa corte en la que se mezclan reminiscencias de la realeza castellana y formas tribales africanas". Un acontecimiento también mágico que, ¡cómo no!, ha tentado la pluma de Uslar Pietri.

Después de publicar La isla de Robinson, dedicada a Simón Rodríguez, el maestro utopista de Bolívar -que escribió en los ratos libres que le dejaba su embajada en la Unesco-, acaba de dar un tomo de ensayos y discursos con el título de Godos, insurgentes y visionarios. Y es con la primera palabra de ese título donde muestra que "el rico y confuso paisaje mental que se produce en América puede seguirse a través de algunas palabras que, como botellas al mar, flotan señalando las corrientes profundas". Para él "la América Latina representa una mutación de la civilización occidental llena de posibilidades...". Quedémonos con esta esperanza, que podría llevar a "un nuevo equilibrio del universo", como quería el Libertador.

Arturo Uslar Pietri acaba de cumplir 80 años y ha recibido el homena e del Congreso de Venezuela en solemne sesión, a la que asistió, junto al presidente de la República, Jaime Usinchi, todo cuanto cuenta, de diversas tendencias, en la política, las finanzas, el periodismo, la Universidad y la intelectualidad venezolanas. Un homenaje nacional al peraltarlo los medios de comunicación. En su discurso, Uslar Pietri no se limitó a dar protocolarias gracias, sino que se lanzó a fondo en el análisis de los grandes problemas de su país y no se mordió la lengua para decir, por ejemplo, cosas como ésta: "La ocasión y la forma en que se contrajo gran parte de esa deuda (la obtenida en la euforia del boom petrolífero), con bancos extranjeros y agencias de crédito internacionales, podría formar parte de una crónica de la locura colectiva, de tecnificación picaresca, en la que proliferaron todas las formas de corrupción, desde las más elementales y descaradas hasta las más refinadas y astutas. Es de esperar que un día próximo entren a formar parte de la historia penal del país".

Un hombre de 80 años con brío juvenil: éste es Uslar Pietri. Trabaja diariamente, incluso en viaje. Todas las semanas escribe su 'Pizarrón' para El Nacional y domina el arma de la televisión en sus charlas culturales de los viernes, que titula Valores humanos. Como él mismo dice, "no se es joven ni viejo. Se está vivo". Y anuncia un libro de poemas -el segundo en toda su obra- que va a llevar un título jovial: El hombre que voy siendo. ¡Deseemos larga vida fecunda al que ya es un venezolano universal!

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