Elecciones generales en un clima de represión
Túnez, el otro país del Magreb, junto a Marruecos, que permite la actividad de partidos políticos, celebrará el próximo 2 de noviembre elecciones legislativas a la Asamblea Nacional, las segundas que se convocan en la historia del país con carácter abierto -aunque relativo- a diferentes formaciones. El 6 de octubre concluye la presentación de candidaturas y, a menos de tres semanas, el panorama no está aún claro: además del Partido Socialista Desturiano (PSD), la organización política sobre la que gira prácticamente toda la actividad de este pequeño país magrebí, tan sólo dos personas, a título de independientes, han anunciado su concurrencia.
El resto de la oposición, incluidos comunistas y socialdemócratas, se mantienen en silencio y aún no han dado su palabra sobre si éstas van a ser o no sus elecciones.Los comicios llegan a Túnez en un momento delicado, con un país en confusión por la fuga de políticos y por los continuos escándalos de mala gestión de sus gobernantes, con una economía en estado de alerta roja y con una represión interna, no exenta de miedo, que desemboca inmediatamente en la persecución de todo aquel dirigente político que muestre cierta divergencia con el poder establecido. Hay casos concretos: el del ex secretario general del sindicato Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT), el anciano Habib Achur, actualmente encarcelado en el hospital militar de Túnez, o el del ex ministro y máximo responsable del Movimiento de los Demócratas Socialistas (MSD, de corte socialdemócrata), Ahmed Mestiri, que no puede concurrir por haber acumulado antecedentes penales debido a ciertas acusaciones de perturbación del orden público.
Elecciones sin aliciente
Sin Achur, el viejo león sindical, y sin Mestiri, otrora responsable, curiosamente, de carteras tan significativas como Defensa y Justicia, las elecciones ya se presentan en cierto modo limitadas, y especialmente también, ante la ausencia de grandes barones del PSD, como el ex ministro Mohamed Mzali y una larga serie de ministros residentes en el extranjero, que han tenido que abandonar el país por la puerta falsa. Además del PSD, los dos candidatos independientes son Hichem Griba, un joven que dice representar a la izquierda democrática y que en las legislativas de 1981 no consiguió ningún escaño, y Hamadi Ben Said, un socialdemócrata próximo a Mestiri, pero que no se presenta bajo la bandera del partido a que pertenece.
En las anteriores elecciones, ce lebradas el 1 de noviembre de 1981, el Gobierno se presentó en una coalición bajo el nombre de Frente Nacional, que agrupaba al PSD y a la UGTT de Achur, y obtuvo a su favor prácticamente el 95% de los votos emitidos. Pero en estos cinco años han ocurrido muchas cosas y, entre otras, el divorcio entre el sindicalismo de Achur y el Gobierno, enfrentados en una crisis profunda de poder a poder que concluyó con la defenestración política y posterior cárcel del veterano líder y sus más inmediatos colaboradores.
El distanciamiento del ámbito oficial por parte de Achur provocó la creación desde el poder de un nuevo movimiento sindical, la Unión Nacional de Trabajadores Tunecinos (UNTT); pero la posterior defenestración política del dirigente rebelde y su ejecutiva, sustituidos desde el Gobierno por hombres del establishment oficial, dio lugar a que el país se encontrara ante dos sindicatos: el nuevo, de corte oficial, y el viejo, que volvía a situarse bajo dependencia del Gobierno. Hace escasamente una semana, la UGTT -ahora liderada por Ismail Lejeri- y la UNTT de Abdelaziz Buraui se han fusionado, en un intento de presentarse junto al Gobierno y el PSD, que es lo mismo, a estas elecciones, con el fin de acaparar el voto del movimiento obrero en favor de las candidaturas oficiales.
Los observadores descartan que cualquier alternativa a las candidaturas oficiales tenga posibilidad alguna en las elecciones del 2 de noviembre, más que la consecución de uno o dos escaños, lo que a la larga no sería sino una insignificativa representación en la Asamblea Nacional, como ha venido ocurriendo hasta ahora. El presidente Habib Burguiba, en 1979, con motivo del décimo congreso del PSD, se opuso al parlamentarismo en Túnez, basándose en que cualquier canal de participación política debería pasar por el hasta ese momento partido único.
La conversión al pluralismo
Pero poco después cambió de opinión y, en un congreso extraordinario de esta organización, se adoptó el pluripartidismo, lo que convirtió a Túnez, después de Marruecos, en el segundo país magrebí que aceptaba una variedad de formaciones políticas de diferente pensamiento.
A partir de ese momento surgió el MSD de Mestiri y el Movimiento de Unidad Popular (MUP) de Mular Kachucj, y renació públicamente el Partido Comunista Tunecino (PCT), liderado por Mohamed Harmel, organización que, si bien había luchado por la independencia, estuvo suspendida hasta 1981, en que volvió a ser legalizada.
Ni comunistas ni socialdemócratas ni cualquier otra coalición electoral de izquierda tiene, a juicio de los analistas políticos, nada que hacer en este Túnez que, si bien hace gala de un flamante pluripartidismo, ha interpuesto en lo que sería el cometido político normal de la oposición -desde que fuera legalizada- innumerables barreras, basadas muchas veces en supuestas perturbaciones del orden público.
Junto a este factor existe otro a tener en cuenta en un país en el que un 70% de la población es menor de 27 años y cuyo presidente acaba de cumplir 84: el Partido Socialista Desturiano, formación que más que un partido que concurre a las elecciones es la columna vertebral del sistema, el partido de la independencia y el fiel transmisor y garante de la continuidad del burguirismo, la doctrina política del país. Esto, pese a la existencia de otros partidos, le confiere una ventaja sustancial.
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