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El espectro del estancamiento: Europa en guardia

Para el autor, la revisión a la baja de la tasa de crecimiento de la economía de Estados Unidos no debe conducir al pánico a los responsables. de la economía mundial. Samuelson no cree posible una segunda recesión Reagan -la primera se produjo entre 1981 y 1982- durante 1987, ya que todavía permanecen sin utilizar importantes resortes de la economia estadounidense. Para el autor, si bien Ronald Reagan es un conservador ideológico, "en finanzas fiscales y del Banco Central está situado más a la izquierda que Roosevelt o Truman".

El optimismo que existía pensando en una aceleración del crecimiento económico de Estados Unidos durante 1986 y 1987 ha acabado por desaparecer. La tasa oficial de crecimiento para la primavera de 1986 ha sido revisada a la baja, quedando en cero. Para la primera mitad de 1986, la tasa de crecimiento real (anualizada) ha sido oficialmente fijada en las proximidades del 2%.Si ahora ya es oficial que Estados Unidos se ha quedado recientemente bloqueado en un modelo de crecimiento-recesión, los corre, dores de bolsa de Wall Street y los empresarios de Main Street, nerviosos, han comenzado a preocuparse por una segunda recesión Reagan. La recesión Reagan de 1981-1982 acarreó pérdidas en el mercado de valores y en los bienes raíces. ¿Resultarán igualmente efimeros los sustanciosos beneficios del capital de los últimos cuatro años? ¿Son vulnerables también las economías, extranjeras?

Diferencias justificadas

Pero ahora tengo también que prevenir contra el pánico que va más allá de lo que los datos reales demostrarán. Aunque en 1987 es ciertamente posible una recesión estadounidense, no es probable, sin embargo. Y esto por dos razones:

1. El estancamiento del primer semestre del año no se ha debido tanto a la falta de poder adquisitivo interno como a la continuada sangría de la balanza de pagos y a la desacumulación de los activos corrientes realizables. Ambos factores pueden mejorar.

2. Y más importante, la Reserva Federal no ha jugado todavía todas sus fuertes cartas de triunfo. Un nuevo recorte en los tipos de descuento y la intensificación de los créditos blandos con tipos de interés bajos son factibles y probables. Es ésta una época en la que resulta verosímil que los políticos cínicos contribuyan a la causa de la economía sensata.

¿Estoy poniendo demasiada confianza en el presidente Paul Volcker para salvar la situación? Mi hipótesis no tiene como base la confianza en una sola persona de la Reserva Federal. Supondría una pérdida para la nación que el señor Volcker decidiera mejorar su fortuna personal en el sector privado. Sin embargo, podría producirse su salida del servicio público si algo refuerza el poder de los funcionarios de la Reserva Federal recién nombrados por Reagan. No constituyen un personal experimentado. Pero si son propensos al error será hacia el lado del crédito superblando con tipos de interés superbajos donde cometerán el error en, su elección para el año 1986.

El presidente Reagan es un conservador cuando se trata de las plegarias en la escuela o de oponerse al aborto. Cuando se trata de las finanzas fiscales y del banco central, si prescindimos de su retórica y de su ideología, las actuaciones de Ronald Reagan han estado situadas a la izquierda de las de Franklin Roosevelt y Harry Truman. Algún día la atractiva imagen de Reagan figurará en alguno de los billetes de banco de Estados Unidos,en circulación; y merecidamente, dado que la herencia de su política crediticia habrá producido más billetes nuevos en sus dos períodos de mandato que todos los billetes impresos desde Alexander Hamilton al presidente James Carter.

Las últimas encuestas realizadas entre los consumidores norteamericanos muestran que a éstos les gusta el estilo de Reagan. Los economistas como yo nos inquietamos cuando nos deslizamos por debajo de los objetivos de crecimiento de, un 3%. Los ciudadanos encuestados al azar ofrecen preponderantemente corpo una de las razones de su confianza en el futuro su esperanza de que los próximos 12 meses traigan a Estados Unidos un crecimiento minúsculo y no una recesión.

Problemas mundiales

El estancamiento estadounidense está perjudicando ya al mundo de los negocios en Europa y en el Pacífico. Cada baja en el tipo de cambio del dólar recorta nuevamente los beneficios y los fletes de los exportadores en esas zonas. No creo que esté todavía a la vista el final de la devaluación del dólar. Aún va a bajar más.

Ni Alemania ni Japón quisieron comprometerse a llevar a cabo una actuación gubernamental estimuladora cuando nosotros se lo solicitamos. Sin embargo, el propio interés debe hacer que el canciller Kohl y el primer ministro Nakasone estén más favorablemente dispuestos ahora a llevar a cabo una reducción en los tipos de interés y a poner en práctica una política presupuestaria más flexible -especialmente si nuestra Reserva Federal tiene que bajar nuestros tipos de interés y forzar la subida del marco y del yen hasta unas alturas inconfortables.

A pesar de alguna reciente consolidación al alza de los precios del petróleo por el cártel de la OPEC, la perspectiva mundial con respecto a la inflación sigue siendo providencialmente favorable. En 1929, lo mismo que ahora, las naciones importantes tuvieron un resquicio de oportunidad para prevenir una recesión mundial. Los niveles de precios no se elevaron. Los dirigentes políticos de la época de Herbert Hoover dejaron escapar esa oportunidad.

Yo no sé si los electores han aprendido mucha economía sofisticada en las varias décadas transcurridas desde 1929. Al menos, sin embargo, las gentes de todas partes han perdido su fe en la trasnochada creencia de J. Pierpont Morgan en las finanzas solventes ortodoxas. Ya no aceptan como inevitable que un destino insensato intervenga en la economía. Actualmente no se les permite a los bancos de una nación cerrar sus puertas uno a uno mientras el Gobierno se cruza de brazos.

Para bien o para mal, algunos signos convincentes de que está en camino una quiebra internacional galvanizan las actuaciones gubernamentales. La ciencia económica no sabe más en 1986 de lo que sabía en 1929 sobre lo que hay que hacer y lo que no hay qué hacer. Por fortuna no se exige la perfección: sólo se necesita una inteligencia informada y una buena voluntad para aplicarla.

es catedrático de Economía en el Massachusetts Institute of Technology.

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