_
_
_
_
Reportaje:

Los créditos divinos de sor Valentina

Cuatro cajas han concedido a una monja de Valdepeñas el primer préstamo sindicado que se otorga en esta región

Sor Valentina de la Virgen del Castañar no sana milagrosamente piernas ulceradas, cánceres o dolencias malignas vanas, como dicen que hacía santa Teresa de Jesús Jorné, la fundadora de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, pero es capaz de remover Roma con Santiago y conseguir créditos divinos. No es un milagro, pero casi. La intrépida monja ha conseguido el primer crédito sindicado, referido al mibor, que se ha concedido en Ciudad Real y probablemente en toda la región de Castilla-La Mancha.

La lógica del banquero, el catón universal del prestamista, consiste en conceder dinero a quien ya lo tiene. Cuanto más pudiente es el demandante de créditos, con mayor facilidad y en mejores condiciones se le alquila el dinero. Lo último en este mundo cada vez más complejo y sofisticado de los préstamos ha sido la segregación de una casta exquisita y privilegiada, la flor y nata de los clientes bancarios, a la que se conceden ingentes cantidades de dinero, por lo general cientos o miles de millones, a unos intereses bajísimos, inaccesibles para cualquier otro mortal, y con unos plazos de devolución largos y cómodos. Son los clientes preferidos, y de ahí que se hayan bautizado como preferentes los tipos de interés que se les aplican. La magnitud de los préstamos que se les conceden supone un riesgo dificil de asumir por una sola entidad, por lo que han surgido los créditos sindicados, en los que varios bancos participan conjuntamente en la cesión del dinero. Para facilitar estas operaciones ha habido que crear un tipo de interés preferencial común a todas las entidades, que en el caso español es el mibor (precio de referencia del dinero en el mercado interbancario de Madrid), que apenas lleva cinco años de existencia.Pues bien, sor Valentina de la Virgen del Castañar, sin un duro y sin ningún bien terrenal que ofrecer como garantía (nadie se atrevería a ejecutar una hipoteca sobre una residencia benéfica de ancianos), ha logrado colarse en el círculo de los elegidos. El casi milagro se produjo el miércoles en Valdepeñas, ante un notario para dar fe del asunto. Cuatro entidades de crédito que operan en la ciudad manchega (las cajas de ahorros de Madrid, Cuenca y Ciudad Real, Albacete y Toledo) concedieron un crédito sindicado, con un interés fijado en el mibor a seis meses más un 0,25%, a un insólito cliente: la Congregación de las Hermanitas de los Desamparados, y por un importe increíble por su exigüidad (50 millones de pesetas) para una operación tan nueva y sofisticada.

Todo un personaje

Nueve monjitas, en realidad siete, porque hay dos enfermas, atienden a 96 ancianos en un viejo y destartalado caserón de Valdepeñas. Una veintena de los ancianos se encuentra en condiciones de salud deplorables: unos no pueden moverse, se hacen sus necesidades encima y hay que darles de comer, vestirlos y limpiarlos, y otros deambulan con claros signos de enajenación mental o subnormalidad expuestos a cualquier accidente. El resto, aunque se encuentra en mejores condiciones físicas, no deja de ser un colectivo de personas añosas llenas de achaques, manías y debilidad.Las condiciones del viejo caserón, claramente insuficiente para el elevado número de residentes y sin ascensores para acceder a los pisos donde se encuentran los dormitorios, complican aún más la penosa labor de las monjitas. Las Hermanas de los Ancianos Desamparados no constituyen una orden religiosa opulenta, como muchas otras. No se dedican a la enseñanza privada ni a la contemplación, sino a lavar culos de ancianos desvalidos, y a darles protección y cobijo asumiendo una necesidad social que hoy no está cubierta por el Estado. Limosnas y un tanto por ciento de las exiguas pensiones que cobran algunos de los ancianos residentes (buena parte de los mismos son de beneficencia), junto con mínimas ayudas oficiales, constituyen todos sus ingresos para mantener esta institución. No hay dinero para contratar personal auxiliar y, como las vocaciones religiosas han disminuido, cada vez son menos las monjitas, y de mayor edad, que se dedican a atender a los ancianos.

Las monjitas se levantan a las seis de la mañana y no paran de trabajar hasta bien entrada la noche. Sor Alicia tiene que hacer a diario un sinfín de menús normales y de régimen. Sor Juana da de comer cucharada a cucharada a ancianas totalmente inválidas o idiotizadas (una viejecita canta una y otra vez Por la calle de Alcalá). Otra hermana cuida de una patética, minúscula y abigarrada enfermería. Sor Pilar atiende el ropero y la lavandería. Dos monjas ancianas deambulan por los pasillos. Los ancianos están bastante atendidos y limpios.

Sor Valentina, definida por muchos en Valdepeñas como todo un personaje, no se ha arredrado ante estas dificultades objetivas, y se ha embarcado y ha embarcado a la orden en la construcción de una nueva residencia, una especie de hotel de cinco estrellas, para atender mejor a sus ancianitos y poder aligerar la enorme lista de espera. Encomendándose a Dios y al alcalde de Valdepeñas, Esteban López Vega, ha puesto en marcha un proyecto de más de 400 millones de pesetas. Las obras se encuentran muy avanzadas, aunque difícilmente la nueva residencia será inaugurada en los primeros meses de 1987, como quería la monja, coincidiendo con los 100 años de vida del actual caserón.

Fue el alcalde de Valdepeñas, ante la acuciante falta de dinero de las monjas, quien pensó en la fórmula del crédito sindicado para comprometer en el proyecto a todas las cajas de ahorros que operan en la ciudad y que se lucran con los negocios de la región y para conseguir las mejores condiciones posibles para las monjitas. La Caja de Madrid, que ya había concedido anteriormente un crédito a estas monjas cuyos intereses cargó a su obra social, accedió a dirigir la operación crediticia y hacerse cargo del 60% de la cuantía del préstamo. Sólo la Caja Postal y la de Ronda, cuya colaboración fue solicitada, se negaron a participar en el crédito, y éste hubo de reducir su cuantía inicial de 120 a 50 millones. Ayuntamiento y Diputación de Ciudad Real, al 50%, han aceptado avalar a las monjas para esta operación.

Audacia

Sor Valentina, tras el éxito de sus gestiones, no pudo asistir a la firma final del crédito. Un derrame cerebral repentino la dejó paralizada de medio cuerpo y sin habla, aunque está recuperándose en los últimos días. Una hermana enviada de Madrid, sor Isabel, rubricó los documentos de concesión del crédito. "Estaba muy seria", comenta Claudio Bonilla, directivo de zona de la Caja de Madrid. "Yo no sé si escuchaba la larga y complicada lectura de las cláusulas del documento que hacía el notario o si estaba abstraída rezando y sin entender nada". Al día siguiente, por si acaso, las monjas se llegaron a la central madrileña de la citada entidad para que les explicaran de nuevo qué era aquello del crédito sindicado y del mibor que habían firmado el día anterior.Las monjitas, a pesar de que no se habían enterado bien de lo que habían firmado, se mostraron agradecidas con los directivos de las cajas y con las autoridades: "Cuando seáis ancianos, si estáis desvalidos -que Dios no lo quiera-, acudid a nosotras, que, aunque no haya plazas, siempre encontraremos un hueco en nuestra residencia para vosotros". Y también les regalaron una historia de la vida de la fundadora, santa Teresa de Jesús Jorné, cuyas portentosas curaciones parecerán a muchos empresarios actuales mucho menos milagrosas que el crédito conseguido por su discípula Valentina de la Virgen del Castañar.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_