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La Unión Soviética asegura que no hay planes para continuar el diálogo con Israel

El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de la Unión Soviética, Genadi Gerasimov, declaró ayer en Moscú que no existen planes para la continuación de las conversaciones entre la URSS e Israel, cuyo primer contacto oficial en 19 años se celebró el martes en Helsinki. El pesimismo soviético sobre este encuentro contrasta con la actitud de los israelíes, que lo consideran, en opinión del ministro de Asuntos Exteriores israelí, Isaac Shamir, como "un buen comienzo". El primer ministro, Simón Peres, ha manifestado que habrá nuevas reuniones, aunque "no en un futuro cercano".

Gerasimov acusó a Israel de lo que calificó como "injerencia" en el tema de los judíos soviéticos, y señaló que tal vez no haya nuevos contactos con Israel para negociar un acuerdo consular con Israel, tras la reunión que delegaciones de la URSS e Israel celebraron el lunes en Helsinki. El encuentro se interrumpió al cabo de 90 minutos, a pesar de que había sido programado para dos días. "No se alcanzó ningún acuerdo, ni siquiera sobre una eventual reunión futura. No hay planes para una continuación de estas reuniones", declaró Gerasimov.

Optimismo israelí

En Tel Aviv el ambiente es muy distinto y las autoridades no dudan de que habrá más reuniones. Así lo manifestó ayer el primer ministro, el laborista Simón Peres, aunque matizó que esos contactos "no ocurrirán en un futuro próximo".

En unas declaraciones a la radio israelí, Peres manifestó que "el encuentro de Helsinki constituye un primer paso de las autoridades soviéticas". "Si las conversaciones de Helsinki han sido breves, no por ello puede decirse que sean menos importantes, ya que ellas demuestran el interés de la URSS hacia Oriente Próximo y hacia las iniciativas políticas para el futuro de la región que están en marcha", añadió el primer ministro, que insistió en el carácter "preliminar" de la reunión.

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La óptica oficial israelí es que la iniciativa de las conversaciones viene de Moscú, que son los soviéticos los que transmitieron a Israel su deseo de enviar una delegación consular para hacer un inventario de los bienes de la Iglesia ortodoxa en ese país -heredados de los zares por el Estado soviético-, y renovar los pasaportes de los cerca de 200 ciudadanos de la URSS que residen en Israel, informa Víctor Cygielman. Por todo ello, Tel Aviv deduce que Moscú está muy interesado en la continuación del diálogo.

En Tel Aviv, la supuesta iniciativa soviética fue bien acogida. Además por parte israelí también hay interés en normalizar las relaciones con Moscú, interrumpidas en 1967, tras la Guerra de los Seis Días.

Lo que más ha sorprendido al Gobierno israelí ha sido la forma de actuar de los soviéticos. Empezaron proponiendo el pasado 11 de abril el envío de una delegación de la URSS a Israel. Los israelíes respondieron que no había ningún problema para ello, pero en contrapartida pidieron a Moscú el envío simultáneo de una delegación a la Unión Soviética para inspeccionar sus bienes en ese país (el edificio de la Embajada en Moscú), y para renovar los pasaportes de varios centenares de ciudadanos israelíes -fundamentalmente de árabes y judíos rusos que han recibido la nacionalidad israelí- que viven en la URSS. Israel manifestó también que deseaba tratar con los representantes soviéticos la suerte de los judíos rusos que desean emigrar a su "patria histórica", es decir, a Israel. Esto parece ser lo que ha llenado de irritación a los soviéticos.

La víspera de las conversaciones de Helsinki, las cosas empezaron a torcerse repentinamente. La campaña contra Israel adquirió inesperados bríos en los medios de comunicación soviéticos. Al día siguiente, en la capital finlandesa, tras reiterar su petición de enviar una misión consular a Tel Aviv en octubre y escuchar atentamente las propuestas israelíes, los representantes soviéticos hicieron saber a sus interlocutores que carecían de mandato para decidir sobre nada, y añadieron cortesmente que transmitirían los planteamientos israelíes a sus superiores.

En el Kremlin se sabía de antemano que los israelíes exigirían contrapartidas, entre ellas la de tratar el problema de los judíos encarcelados en la URSS. La reacción de Moscú a última hora podría considerarse un misterio, a menos que las enérgicas protestas de los países árabes (incluida la de la moderada Arabia Saudí) ante estos contactos no hubieran sido explotadas por aquellos a quienes círculos cercanos a Mijail Gorbachov califican como "el frente de rechazo del Kremlin" para lanzar una contraofensiva y frenar el acercamiento a Israel.

Los duros de la dirección soviética no han perdido toda su influencia y son profundamente hostiles a la política de apertura de Gorbachov a Occidente, especialmente a Estados Unidos. Y el líder soviético sabe que su actitud con relación a Israel puede constituir una prueba de buena voluntad ante los ojos de Washington, además de abrir el camino a la URSS para su integración en el proceso de paz en Oriente Próximo.

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