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Tribuna:PASADO Y PRESENTE DE LAS RELACIONES INDUSTRIALES
Tribuna
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Partidos políticos, sindicatos y patronal

Estas líneas plantean un análisis de la relación existente entre partidos políticos y movimiento sindical y patronal -relación que las elecciones legislativas del pasado junio han puesto nuevamente de relieve- desde una perspectiva histórica, con especial referencia al régimen y situáción nacidos de la Constitución de 1978 y al período 1874-1923. El autor se muestra profundamente convencido de que es la primera vez en la historia de España en que se dan las condiciones necesarias para la vigencia de un sistema de relaciones industriales moderno.

La participación de los sindicatos y la patronal en la vida política se concreta en diferentes áreas. Cabe una intervención directa e institucionalizada. Cabe también una actuación indirecta mediante la difusión pública de sus posiciones a través de los medios de comunicación. Se admite además el establecimiento de relaciones especiales (orgánicas o no) con partidos políticos, sin olvidar que los sindicatos y la patronal, como resultado de la aplicación de un principio de funcionamiento democrático, viven su vida interna en términos de proceso político.Podríamos decir que la intervención de los sindicatos y la patronal en la vida política española moderna y contemporánea es una constante histórica. El movimiento obrero de finales del siglo XIX y del siglo XX, además de estructurarse básicamente por medio de la UGT, CNT y CC OO, ha establecido relaciones estrechas (con la importante excepción de la CNT) con el PSOE y con el PCE.

Tanto los sindicatos como la patronal han sido actores históricos de primera magnitud. La relación que se establece con los partidos políticos tiene en cuenta que éstos presentan unos objetivos más amplios, menos particulares, que no sólo defienden los intereses de un grupo social concreto, sino los más amplios de la colectividad. -Esta relación no está exenta de tensiones y conflictos, incluso de rupturas. El enfrentamiento entre Prieto (el partido) y Largo Caballero (el sindicato) durante la II República puede ser una ejemplificación de ello.

A veces lo que hacen los partidos no termina de satisfacer, y entonces se impone la intensificación de las iniciativas políticas de los actores. En el caso de la patronal la relación con los partidos de derechas es más ambigua, menos directa al nivel formal. Mientras están en activo, y a diferencia de los líderes sindicales, los dirigentes patronales no se integran en los órganos de dirección de los partidos conservadores. Manifiestan su simpatía, se adhieren a título particular y esperan cesar en el cargo para aterrizar o fundar un partido (caso Segurado).

La Constitución de 1978

En la Constitución española de 1978 se nos dice que los partidos políticos son instrumentos funda mentales de participación política (artículo 6), pero sin de todas maneras excluir la participación de todos los ciudadanos (individual mente o en grupos). Se reconoce también la posibilidad de constituir libremente sindicatos de trabajadores y asociaciones de empresarios (artículos 7 y 28) sin la interferencia y con autonomía de otros poderes (artículos 6 y 7). En síntesis, se reconoce la importancia y el grado de protagonismo de nuestros sujetos constitucionalizándolos.

En nuestro pasado más reciente la contribución de los actores industriales a la vida política se ha manifestado de múltiples formas. Podemos, en primer lugar, hacer referencia a la relación que existe entre las centrales sindicales más importantes y algunos partidos políticos: UGT y PSOE; CC OO y PCE; PNV (Partido Nacionalista Vasco) y ELA-STV (Solidaridad de Trabajadores Vascos). Esta conexión parece ser más decisiva para los sindicatos que para los partidos. Esto no significa que los partidos no se vean favorecidos por la existencia de una relación especial con algún sindicato o patronal importante. Quiere decir que los sindicatos aislados, al menos en pi caso español y con la excepción de la CNT hasta la guerra civil, difícilmente sobreviven sin un partido (casos Sindicato Unitario, Confederación de Sindicatos Unitarios de Trabajadores, dificultades Unión Sindical Obrera). En segundo lugar, añadimos la participación de sindicatos y patrona les en la elaboración de los diferentes pactos sociales, sin olvidar sus múltiples pronunciamientos sobre la política económica y social de los diferentes Gobiernos. En último término, su dinámica participativa en las diferentes elecciones legislativas y en particular en las de junio de 1986.

Por lo que se refiere a la UGT y en el marco de las últimas elecciones, destacar su apoyo explícito al programa y a los candidatos del PSOE. Las tensiones iniciales entre partido y sindicato se resolvieron en cuanto el PSOE asumió en su programa algunas de las propuestas que hacía Nicolás Redondo. CC OO sostuvo oficialmente a Izquierda Unida, si bien algunos líderes históricos del sindicato se inclinaron por la carrillista Unidad Comunista. La CEOE, en esta ocasión, y a diferencia de su protagonismo en elecciones anteriores, se mantuvo en silencio en cuanto a su opción partidista preferida. La división política de la derecha hacía más dificil la elección y el compromiso explícito, por lo que se impuso un silencio relativo. Oficialmente, las razones del silencio eran el temor a un debate frontal con los socialistas que pondría en segundo término las opciones de los partidos de centro-derecha y de derecha.

Actitud menos hostil

Sin embargo, es posible que el hecho de que el PSOE fuera en esta ocasión y no en elecciones anteriores el partido de gobierno aconsejara una actitud menos hostil. Lo que estaba en juego en las elecciones no era tanto quién iba a ganar sino el margen de su victoria. Además, a los partidos afines se les podía ayudar mediante otros mecanismos menos comprometedores y más objetivos para la patronal: la financiación bancaria de la campaña electoral. Hemos pasado por tanto de un protagonismo elevado y exitoso del Fomento del Trabajo Nacional en las elecciones autonómicas catalanas de 1980 a un doble silencio en el referéndum sobre la OTAN y en las elecciones legislativas últimas.

Las posibilidades y novedad histórica del actual modelo de relaciones industriales se pone sobré todo de relieve en la comparación con el otro período de monarquía parlamentaria que ha conocido España (1874-1923). Yo sostengo que en la actualidad, y como consecuencia del reconocimento de la libertad de asociación sindical y empresarial, de las transformaciones económicas y sociales ocurridas en los últimos 25 años en España, de la inexistencia de sindicalismos revolucionarios y de la realidad plena de un sistema democrático, operativo, es posible un sistema de relaciones laborales basado al mismo tiempo en el diálogo y en la oposición de intereses. Vivimos una situación económica delicada, pero al mismo tiempo llena de expectativas. El Estado, además de ejercer su poder normativo y moderador en las relaciones industriales, posee mecanismos para la actuación eficiente en la economía y la sociedad. Tanto la patronal como los sindicatos más importantes extienden su ámbito de actuación por todo el Estado español, manteniendo una importante actitud básica de pacto y no de lucha social. Y por último, y decisivo, la monarquía parlamentaria y el juego de -partidos no es algo corrupto y sumido en el desprestigio, sino todo lo contrario.

El período 1874-1923. conoció un contexto sociopolítico totalmente distinto. La sociedad era básicamente rural y no industrial; los empresarios eran instransigentes, y a excepción, de Cataluña no existían como patrones; los sindicatos estaban enfrentados entre sí, defendían algunas posiciones revolucionarias (CNT) y actuaban regionalmente; el régimen constitucional estaba profundamente desacreditado electoralmente por corrupto; el rey intervenía continuamente en la política estatal con desprestigio para la institución. En estas coordenadas no es por tanto de extrañar que el enfrentamiento sustituyera a la negociación, que un sistema de relaciones industriales avanzado fuera inviable. Ni el contexto ni los actores lo permitieron.

La Restauración

En 1874 se produce la Restauración militar de Alfonso XII, promulgándose la nueva Constitución liberal en 1875. Este nuevo texto legal, así como la Restauración, estuvieron notablemente influidos por el político conservador Cánovas del Castillo. Cánovas pretendía la europeización y responsabilización de las clases altas, el desarrollo industrial, el alejamiento del Ejército de la política y el establecimiento de una ficción de régimen constitucional. Su desconfianza de la opinión pública y de las elecciones libres traería como consecuencia la corrupción de los políticos, el fraude fiscal, la inexistencia de garantías judiciales, el régimen censitario, la sustitución regular de Gobiernos conservadores por liberales y el que de 1874 a 1931 no hubiera ni una sola elección-política auténtica y limpia en España.

España, de 1874 a 1939, vivió una crisis política permanente, unas circunstancias constitucionales que más que favorecer dificultaban la oposición razonable de los actores industriales. El movimiento obrero de esa época se vio fundamentalmente afectado por la reivindicación de la libertad de asociación sindical y por el carácter doblemente agresivo de la CNT y la patronal. De 1887 a la ley republicana de asociaciones profesionales de 1932 el régimen legal de los sindicatos fue muy pobre.

A nuestro juicio, las trabas puestas a la autoorganización de los trabajadores enrarecieron y dificultaron el funcionamiento institucional normal. La CNT agravó con su utopismo revolucionario la situación. Para los anarcosindicalistas el Estado obrero era tan malo como el burgués, las elecciones un medio para esclavizar a los trabajadores, la huelga general y la violencia un instrumento liberador, la revolución un acto espontáneo, el sindicato el núcleo de la sociedad nueva y los conflictos como resultado de las reivindicaciones económicas de los obreros un medio de mantenerles ideológicamente en forma.

Compartiendo el espacio sindical se encontraba la socialista UGT. Para la UGT el objetivo básico y más urgente era la mejora de las condiciones de trabajo y de los salarios de los trabajadores. A diferencia de los cenetistas, los ugetistas no desdeñaban la acción política como práctica potencialmente, beneficiosa para los trabajadores. La acción sindical de la UGT se vio continuamente enmarcada por el mesianismo anarquista y la intransigencia violenta de la patronal. Sólo en términos de esta competencia se entiende que cuando Primo de Rivera se pronuncia en Barcelona la UGT no vaya a la huelga y posteriormente colabore con el régimen. Vale añadir que de esa cooperación nacieron importantes mejoras para los trabajadores: el seguro de enfermedad, las vacaciones pagadas, la jornada de ocho horas, el salario mínimo, el arbitraje laboral mediante comités paritarios de obreros y empresarios, cooperativas y sociedades de entierros.

Período de paz laboral

De 1923 a 1930 se vivió un fructífero período de paz laboral. Lamentablemente, sin un régimen de libertades para todos y con la discriminación del otro, sujeto. sindical: la CNT. Tanto la CNT como la UGT han jugado un papel importantísimo en el desarrollo y consolidación del movimiento obrero. Han pretendido defender a los trab4jádores, una sociedad más justa, igualitaria y sin clases y han padecido por ello el precio de la represión.

La patronal española del período se caracteriza sobre todo por su dureza y su implantación local. A excepción de Cataluña y del Fomento del Trabajo, no creemos que pueda hablarse de patronal, en el sentido de grupo de presión establemente organizado, en ningún otro lugar de España. A lo largo de los siglos XIX y XX se resisten a la negociación, al asociacionismo sindical, dando pie con ello a la violencia y a uno de los episodios más sórdidos de la historia social contemporánea española: las luchas sociales de Barcelona de 1917 a 1923.

La neutralidad de España durante la I Guerra Mundial provocó un incremento de la prosperidad, beneficios rápidos no reinvertidos para los industriales, alza de precios y salarios para los trabajadores y más inestabilidad social. La posguerra, en la medida que la española no era una economía competitiva, trajo la contracción, la crisis, la caída de los precios, de los beneficios y el paro. En 1917 estalla la huelga general convocada por socialistas y anarquistas y rápida y violentamente terminada por el Ejército.

A partir de ese momento se inicia una espiral de violencia, de asesinatos por parte de los pistoleros de la patronal, la policía o Capitanía General, de respuestas no menos violentas por parte de los también pistoleros de la CNT, de enfrentamientos entre Gobierno central, Gobierno civil y capitán general, de indiferencia por parte de la burguesa y nacionalista Lliga de Cambó, que sólo terminará a finales de 1923 con el pronunciamiento de Primo de Rivera. Es cierto que la patronal no fue la única culpable, que el Gobierno, la policía, los militares y la CNT desarrollaron una función básica en esa locura social colectiva. Pero también nos parece cierto que con una patronal más dialogante (se buscaba la destrucción de la CNT, el lock-out), más sensible a las con secuencias sociales del paro y la desigualdad, ni hubiera habido tanta sangre ni se hubiera fomentado el odio entre las clases. Con esos precedentes, con esos vientos, no es extraño que luego recogiéramos esas tempestades.

Negociación imposible

Es obvio que un sistema de relaciones laborales atrapado entre un sindicato mayoritario que rechaza el sistema y busca la extinción violenta de la sociedad capitalista (la CNT) y una patronal intransigente que cree más en las pistolas que en la transacción, la negociación colectiva no podía funcionar. En la actualidad, e insistimos con ello en nuestra tesis, la situación es radicalmente diferente. La CNT utópica no existe, y lo que queda de ella pleitea por las siglas. La UGT continúa en su línea de diálogo, de reforma. CC OO, a pesar de su mayor dureza, no por ello defiende la revolución. La patronal, además de tener un carácter estatal, ha digerido la moderación y mejor administración socialista, ha aceptado el diálogo. El Gobierno, si interviene, no lo hace tan descaradamente a favor de una de las partes en conflicto.

España es un país con un importante sector industrial y de servicios, con una agricultura moderna en sus técnicas ycon una capacidad de resolver problemas laborales significativa. El país opta por la libertad, por la secularización res petuosa con las creencias religiosas de los demás, por el respeto de las particularidades culturales y nacionales existentes, por el crecimiento económico y por la solución pacta da de los problemas industriales. Porque todos, y no sólo unos, paguen un precio. Esperemos que nuestros líderes ecónómicos y sociales entiendan el mensaje, asuman su cuota de responsabilidad y no nos sumen en la confusión.

es profesor titular de Sociología en la universidad de Barcelona.

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