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Negocio y polémica en la televisión privada italiana

Juan Arias

Se han cumplido ahora 10 años desde que el Tribunal Supremo italiano autorizó, el 20 de julio de 1976, la televisión privada con un decreto en el que se declaraba constitucional el uso de las ondas para televisión "en el ámbito local". Desde entonces el negocio de la televisión privada se ha abierto paso en la vida italiana. No sólo ha devorado toda la publicidad, creando preocupación en otros medios informativos, sino que ha creado una teledependencia que ha sumido en una profunda crisis a la potente industria cínematográfica italiana.

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Aunque el Supremo dejaba a salvo el monopolio concedido por el Estado a la televisión pública RAI-TV en el ámbito nacional, aquel decreto constituyó el primer paso definitivo para que surgiera toda una serie de emisoras televisivas, no sólo a nivel local, sino también nacional, que se servían de un sinfin de estratagemas para retransmitir el mismo programa local a todo el territorio a través de un conjunto de repetidores regionales.El hecho rozaba la ilegalidad y las fuerzas políticas empezaron a plantearse el problema urgente de elaborar una ley que regulase definitivamente la televisión privada. El asunto no era fácil, y la ley no está aún aprobada. Mientras tanto, el problema ha planteado polémicas y discusiones interminables, se han creado nuevos monopolios, o casi, de televisiones privadas acaparadas por importantes grupos comerciales, como las de Silvio Berlusconi, y algunas cuestiones se debaten todavía en los tribunales.

El Tribunal Supremo había intervenido hace 10 años para resolver el caso de la primera televisión privada que había surgido en Italia hace 12 años, exactamente el 10 de agosto de 1974. Se trató de Tele Libera Firenze, que nació con motivo del 30º aniversario de la liberación de la capital toscana.

En aquel momento se consideraba que la RAI-TV tenía el monopolio absoluto del éter y que toda otra televisión era anticonstitucional. Pero el Tribunal Supremo dilucidó que el monopolio era para el solo ámbito nacional y que podían permitirse televisiones locales.

Lo que ha ocurrido, sin embargo, es que aquello dio paso no a las televisiones ciudadanas o provinciales o regionales, sino a las verdaderas cadenas televisivas privadas. Empezó primero Fiat, el imponente complejo industrial de Turín, el más importante del país en el ámbito privado. Después Fiat se cansó y vendió todo al joven y activo constructor milanés Sílvio Berlusconi, que con tres emisoras -Canale-5, Retequattro y Radio 1- se ha convertido en el conjunto televisivo más poderoso del país, y que llega en algunas ocasiones a rivalizar en escucha con la misma RAI-TV a la que ha robado mucho personal cualificado técnico y periodístico pagándole más que la televisión estatal.

'Teledependencia'

La operación de Berlusconi nació de un hecho ilegal y fue combatida por algunos jueces que llegaron, con escándalo de la gente, a cerrar por algunos días las emisoras.

Eso obligó al presidente del Gobierno, el socialista Bettino Craxi, a firmar deprisa y corriendo un decreto ley para que dichas televisiones pudieran seguir transmitiendo en espera de la nueva ley definitiva del Parlamento.

Pero, prescindiendo del factor legal, de lo que no cabe duda es de que la llegada de la televisión privada, con el acicate que ello ha significado para la RAI-TV, que ha tenido que enfrentarse con una dura competencia, ha llevado a un crecimiento de la llamada telependencia de los italianos que empieza a preocupar a psicólogos y sociólogos.

Cierre de cines

Y con este crecimiento de las horas de televisión se ha llegado al mismo tiempo a una crisis del cine como fenómeno de masas hasta el punto de que en Italia ha sido cerrado el 50% de las salas cinematográficas.

La televisión de Estado, la RAI-TV, aún no ha empezado con sus programas matutinos, aunque ya se está preparando para ello. No obstante, son ya siete millones y medio los italianos pegados a la pequeña pantalla familiar más de cinco horas al día; y más de un millón ve siete horas y pico diarias de deporte televisivo.

Las familias en posesión de por lo menos un televisor eran ya en 1984 el 97%, mientras sólo el 79% poseía una lavadora en casa. Hoy existen sólo 300.000 familias que no tienen televisor, mientras están aún sin coche casi seis millones de familias. El 97% de los italianos ve por lo menos tres horas diarias la televisión, y la mitad de los niños de 6 a 10 años la ve cuatro horas al día; el 18% llega hasta a seis horas. En total, más del 7% de los niños ve la televisión no menos de tres horas al día, y el 22% supera las seis horas.

Sociólogos y psicólogos afirman que hasta una media de tres horas al día podría ser compatible con otras actividades deportivas y con las relaciones sociales, pero que, superadas las seis horas en cualquier edad y condición, ello es reflejo de "una gran soledad, una fuga de lla realidad y quizá hasta de una verdadera desesperación personal o familiar". Sin embargo, Gianni Stattera, director del departamento de Sociología de la universidad de Roma, autor del reciente volumen La política como espectáculo, afirma que no todo es negativo para quienes dedican una media de tres horas diarias a la televisión, incluso para los niños. Según el famoso sociólogo, muchos niños en Italia, sobre todo de los centros rurales, han ensanchado increíblemente su léxico italiano a través de la televisión.

Lo importante, según Stattera, es que la televisión, en vez de desanimar a la lectura, la estimule. Para ello, sin embargo, haría falta, según el sociólogo, que, sobre todo la RAI, que está llamada a un servicio más cultural y didáctico, cambiase profundamente haciéndose más estimuladora, creativa y verdadera escuela interesante de saber.

Sobre todo porque, como se advierte cada día más, si lo cultural se presenta aburrido la gente se va a ver otros programas. A este punto basta consultar los datos de la misma RAI, donde el 87% de los telespectadores siguen películas y telecomedias: sólo el 26%, los servicios culturales; el 10%, los conciertos, y el 43%, el deporte. Sin embargo, los informativos -que la RAI suele presentar, a veces, muy completos e interesantes- los sigue el 72,3%. Y lo mismo los temas de actualidad, con el 45,7%, mientras sólo el 21,8% sigue los debates políticos a pesar de que ese país se apasiona fácilmente con todo lo que roza la controversia política.

Causas complejas

Los fabulosos ingresos publicitarios han llevado a la televisión a poder mejorar sus productos y a hacer una dura competencia al cine de los cines. Es éste un problema que preocupa fuertemente al gran mundo cinematográfico, Se teme que la televisión acabe comiéndoselo definitivamente. Las causas son muchas y complejas: la facilidad, por una parte, que cada ciudadano tiene hoy de verse cada noche casi una docena de películas en la televisión, algunas de ellas las famosas de un tiempo que no podría ver en el cine mismo. Por otra parte, el menor gasto.

Hoy, el cine es caro en Italia. Salir una pareja al cine -cosa que no se concibe sin irse antes o después a comerse una pizza- o a tomarse una copa supone un pequeño presupuesto que no baja de 6.000 pesetas. Además, se afirma, en casa se ve todo más cómodo, en pijama, sin que sea necesario sacar el coche del garaje y sin miedo a que lo roben mientras se proyecta la película.

A ello hay que añadir ahora el éxito de los vídeos. Hoy, se puede alquilar una película para verla en casa en el propio televisor por sólo 400 pesetas con la posibilidad, ilegal, de grabarla. A ello hay que añadir, aunque algunos piensan que pueda ser también su causa, la crisis del cine italiano. Los viejos talentos se están apagando y los nuevos no acaban de afirmarse.

De ahí que acaben casi todos vendiéndose a la televisión, que ofrece mayores posibilidades económicas y, al mismo tiempo, un público asegurado.

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