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Reportaje:

Desnudos en la meseta

La Elipa hace la competencia a los 'campings' naturistas y playas 'libres' de la costa

El tablón de la entrada no se anda con rodeos: "El acceso y permanencia en el solárium debe hacerse en estado de desnudo integral". Más que una orden parece una sugerente invitación a lo prohibido. Aunque, visto a cierta distancia, el recinto para desnudistas se asemeja más a una fortaleza inexpugnable que a un lugar paradisiaco. Allí, en lo alto del promontorio, una valla de brezo, sirve de escudo a prueba de mirones.Una vez dentro, el recién llegado intenta no mirar a ninguna parte: los cuerpos desnudos se convierten en una nube amorfa de pieles blancas y menos blancas. Poco a poco levanta la mirada y va adquiriendo cierta curiosidad que pretende no ser morbosa. Los visitantes de sexo masculino descubren de pronto que se encuentran en un ambiente familiar. Y es que los hombres ganan por goleada, por más de diez a uno.

Una observación más detallada, permite llegar a otra conclusión: a juzgar por la profesión de delatoras marcas blancas, La Elipa se ha convertido en lugar predilecto de desnudistas de nuevo cuño.

"No, en este plan no lo habíamos intentado nunca", comenta Eusebio Talaverón, de 29 años, que soporta como puede el azote del sol en compañía de su amigo Antonio García, de 22. "Alguna que otra vez nos hemos bañado desnudos en pantanos o hemos tomado el sol en sitios solitarios; esto es... como más legal". Ambos viven cerca de La Elipa y son usuarios habituales de la piscina: "Hemos venido a darnos una vuelta y pensamos volver de cuando en cuando".

Pasados unos minutos, al desnudista le invade una sensación de claustrofobia. El recinto, de unos 700 metros cuadrados, se convierte en una alfombra de cuerpos desnudos con cerca de 60 personas tumbadas al sol. Desde su interior sólo se distingue la figura afilada del piruli, difuminada por la distancia.

"Esto parece una jaula", afirma Laureano Álvarez, un industrial de 51 años que lleva practicando el desnudismo desde que cumplió la veintena y ha llegado hasta La Elipa al reclamo del solárium. "Tendrían que haber dejado el recinto abierto, y no tenernos aquí como en una especie de reserva. Los mirones se cansarían pronto".

Manga corta

Era el año 1950. Laureano Álvarez paseaba entonces por una calle de Valladolid cuando le pusieron una multa de dos pesetas. Su delito: llevar un jersei de manga corta. "Seis años después comencé a practicar desnudismo en Francia. Luego lo hice, de manera esporádica, por varias playas del Norte. La Guardia Civil estuvo a punto de pillarme en una ocasión, pero llegó tarde y no pudo detenerme en comisión de flagrante delito".Álvarez se felicita porque Madrid disponga de un recinto para desnudistas y piensa convertirse en un visitante asiduo del solárium: "Me he comprado un bono para que me salga más barata la entrada en la piscina".

Un hombre entrado en años, pelo cano y estómago prominente, inicia un recorrido pausado por cada palmo del recinto. No se digna a prescindir del bañador. Sus gafas gruesas apenas pueden disimular las miradas furtivas, casi insultantes, que lanza a los desnudistas. Éstos reaccionan de distinta manera: unos ni siquiera se inmutan; otros hacen malabarismos con las piernas para esquivar los dardos del mirón de turno. Desde fuera, los resquicios de la valla de brezo son aprovechados continuamente por decenas de mirones que no se atreven a dar la cara.

Los usuarios del solárium no se ponen de acuerdo sobre la necesidad de un cierto control a la entrada. "Todo el mundo tiene derecho a estar como estamos", afirma Eusebio Talaverón. "¿Los mirones?, es algo que no se puede evitar; a mí no me molestan". Sin embargo, a escasos metros, una pareja que prefiere ocultar sus nombres admite que "la situación es un poco incómoda" por la abrumadora mayoría de hombres.

El acceso al recinto desnudista es libre para los usuarios de la piscina de La Elipa, después de pagar 200 pesetas de entrada. El único requisito es desprenderse de la ropa. Los menores pueden acceder al solárium sin ir acompañados. A Carlos y Josefa, una pareja de 30 años, no les parece mal la idea: "Tenemos dos hijos de tres y cuatro años que están de vacaciones; en cuanto vuelvan pensamos traerlos".

"Si no se aconstumbran desde pequeños no lo harán nunca", asevera Laurenano Álvarez. "El primer día había un pequeño grupo de niños de 14 o 15 años y su actitud era de lo más natural". Álvarez, que vive en Argüelles y nunca hasta ahora había pisado la piscina de La Elipa, admite que sintió curiosidad por estrenar el solárium. "El día de la inauguración me dio por contar el número de hombres y mujeres, y la proporción era, a media tarde, de 37 a 3".

En los campings y centros naturistas del litoral parecen haber encontrado la solución al problema de la goleada masculina. Branko Bruckner, español de origen yugoslavo y presidente de la Federación Española de Naturismo, explica los requisitos necesarios para ser miembro de un club naturista: "La mayoría de los socios se inscriben por parejas. También recibimos peticiones de mujeres solas, pero los hombres que deseen pertenecer a un club tienen que venir recomendados por una pareja de socios".

En los campings naturistas la práctica del desnudismo va más allá del simple hecho de tomar el sol sin ropa. "Es casi una filosofia de vida que busca una relación menos artificial con la naturaleza", explica Bruckner.

Distinto es el caso de las playas libres, donde el desnudismo está autorizado, pero no es obligatorio. Los ayuntamientos, en función de un decreto del Ministerio del Interior de 1978, pueden destinar hasta el 10% de su litoral para uso de desnudistas.

"Derecho a desnudarse"

Madrid no va conseguir ni unos centímetros de costa, pero ésta no es causa suficiente para privar a los desnudistas de un espacio propio en la ciudad. Algo parecido comentó el gerente del Instituto Municipal de Deportes, Fernando Arroyo, en la inauguración del solárium, el pasado 1 de agosto. "Creo que no podemos negar a nadie el derecho de desnudarse", decía en medio de una nube de curiosos vestidos hasta el cuello.En pocos minutos, el solárium se pobló de una veintena de desnudistas que se anticiparon a los rigores de la inauguración. Arroyo anunció la posible construcción de una piscina para desnudistas junto al solárium y la creación de nuevos recintos de este tipo en otros polideportivos municipales.

El solárium desnudista sigue siendo tema obligado de conversación entre los usuarios de La Elipa. Más de uno recordaba "el revuelo que se formó" cuando, hace cuatro años, surgieron tímidamente las primeras practicantes del top-less. Hoy ya nadie repara en las decenas de bañistas que exhiben sus pechos al sol, ignorantes quizá de que aún quedan en Madrid piscinas, como las del Club Santiago Apóstol, que obligan a hombres y mujeres a bañarse en recintos separados.

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