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El bidet

En un espléndido artículo, el profesor de la Universidad de Barcelona y economista por más señas, Antonio Manduiña, ha llegado a la conclusión de que las drásticas normativas dictadas por el Tribunal Supremo de Justicia de USA contra el sexo oral y penetraciones descarriadas obedecen a la verdad objetiva de que la mayor parte: de cuartos de baño de los Estados Unidos carecen de bidet. Parece increíble pero es verdad. Un país hiperconsumista casi desconce el bidet y no hablemos ya de esa maravilla lúdica y orientalizante que es el bidet con surtidor.Opina el profesor Menduiña que si los estadounidenses incorporan a partir de ahora el bidet a sus hogares y moteles, no sólo se crearán las condiciones objetivas, y subjetivas necesarias para que el recelo ante el sexo oral y penetraciones descarriadas desaparezca, sino que también se activará la industria de la construcción y se crearán nuevos puestos de trabajo. Además es posible que los ancianos jueces, maravillados ante los placeres del uso del bidet, cambien incluso su propia teoría y práctica sobre la sexualidad, habida cuenta de lo difícil que es cumplir las reglas académicas de la sexualidad horizontal. Y cara a cara a partir de unas edades en las que, como decía Shakespeare, "...el deseo sobrevive a la pote-ncia".

Comparto la tesis del profesor Manduiña de que la carencia de bidet es fuente de perturbaciones higiénicas y de pavores intelectuales consecuentes. Pero discrepo sobre la voluntad moral del sistema de solucionar el conflicto mediante la incorporación del bidet a la industria de la construcción. Es más. La intención de la filosofía, reganiana apunta a la represión como causa de una ideología de la superproducción y la reproducción, combinada con el mantenimiento de un alto índice de paro. Dicho llana pero académicamente, hay que follar reproductivamente para que no les invadan los nicaragüenses, hay que aumentar la productividad sin licencias eróticas evasivas como bajarse al pilón o tirarse al Bartolo y hay que conservar el paro como un factor de abaratamiento del mercado de trabajo y como una espada flamígera que vigila la paz social. Y en cuanto al bidet, se lo pintará al óleo la "movida" neoyorquina.

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