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Reagan iluminará la estatua de la Libertad con un rayo láser y altas dosis de patriotismo

Francisco G. Basterra

La hora D será a las 21.19 del jueves en Nueva York (3.19 del viernes, hora peninsular). El presidente norteamericano, Ronald Reagan, utilizará entonces la tecnología de un rayo láser, pero no para poner en marcha su guerra de las galaxias, sino para iluminar la restaurada estatua de la Libertad en su cumpleaños. Será el fogonazo de salida para fin de semana de la libertad, el festejo más grande visto jamás en un país, Estados Unidos, en el que todo se hace a lo grande.

Una oleada de fervor patriótico inunda Estados Unidos, y el centenario del icono más representativo de América es la oportunidad perfecta para que los norteamericanos reafirmen que se sienten bien consigo mismos y con su país.Pero, por encima de este significado profundo, Nueva York y todo el país (36 horas de televisión en directo pondrán la fiesta al alcance de todos), vivirán un espectáculo que brillará a la altura de la mejor producción de Hollywood. En Manhattan, junto al presidente -después de todo, un hombre del cine- estarán Frank Sinatra, Kirk Douglas, Elizabeth Taylor y Gregory Peck. Danzará Barishnikov, el bailarín soviético del Bolshoi, naturalizado norteamericano, que huyó a Occidente; y cantará Plácido Domingo ante medio millón de personas, en Central Park. Reagan impondrá la Medalla de la Libertad a 12 personalidades naturalizadas norteamericanas, entre ellas Henry Kissinger, el arquitecto I. M. Pei, el escritor Kenneth Clark, el violinista Itzhak Perlinan y Bob Hope. Habrá de todo en estos próximos cuatro días: paradas navales de grandes veleros, conciertos, fuegos artificiales... No todo el mundo está contento, sin embargo. El hecho de que la estatua de la Libertad -con algo hay que pagar este enorme circo patriótico festivo- se comercialice en bragas a cuatro dólares o ceniceros ha hecho escribir al serio semanario New Republic: "Es la más repugnante exhibición de patrioterismo y vulgar ostentación de la historia de este país".

Iniciativa privada

La restauración de la estatua, de 50 metros de altura, obra del artista francés Frederic Auguste Bartholdi y diseñada por Eiffel, ha sido sufragada por la iniciativa privada, algo difícilmente concebible en un país europeo. El presidente de la Chrysler, Lee Iacocca -cuyos padres, italianos, llegaron como emigrantes a EE UU a la sombra de la estatua, a través de la legendaria isla de Ellis-, ha logrado que empresas y particulares desembolsen 252 millones de dólares (unos 35.000 millones de pesetas) para conseguir remozar a la madre de los exiliados.Para ello, la Liberty-Ellis Foundation ha seguido el mismo camino mediante el cual Peter Ueberroth financió e hizo rentables los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. A cambio de comercializar el símbolo de la estatua Iacocca ha logrado el dinero. Algunas grandes multinacionales, como Coca-Cola, Kodak y Chrysler, se han convertido en patrocinadores especiales y han desembolsado 66 millones de dólares. Parte de lo recaudado ha servido para remozar la estatua, muy erosionada por un siglo a la intemperie desde que un político republicano francés decidiera regalarla a EE UU como símbolo de libertad en un tiempo de monarquía autocrática en Francia.

Un equipo de artesanos franceses ha trabajado en Nueva York durante casi dos años para construir una nueva antorcha. Aunque no se encontraron los planos de Bartholdi, es una fiel reproducción del diseño original, que durante 100 años fue el faro que acogió a millones de inmigrantes. La corona también ha sido reemplazada, y el brazo y el hombro derechos, restaurados. Sin embargo, el brazo no es suficientemente fuerte para permitir que los visitantes suban hasta la antorcha para asomarse al puerto de Nueva York.

Se ha mantenido el color verde pálido, deslavado por el viento y el agua, de la estatua original. Pero el problema principal se encontraba en su estructura, las 800 barras de hierro que aguantan, según diseño de Eiffel, las placas de cobre que forman la estatua. Los críticos acusaron a Iacocca de querer convertir el monumento y su isla en una especie de Disneylandia. Incluso el Gobierno despidió al empresario más conocido de EE UU de una comisión oficial para el centenario. Algunos vieron en este acto una venganza política contra quien podría aspirar a la presidencia en 1988. Pero, finalmente, lacocca, que ha vendido más de dos millones de libros de su autobiografia, estará junto a Reagan en las celebraciones.

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