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Los sondeos predicen una derrota divorcista en el referéndum de hoy en Irlanda

Los irlandeses deciden hoy si aceptan una enmienda constitucional que haga posible el divorcio, en un dramático referéndum de cuyos resultados dependen el futuro político del taoiseach (primer ministro), doctor Garret FitzGerald, y la posibilidad de un entendimiento entre Dublín y la población protestante de Irlanda del Norte. Irlanda y Malta son los dos únicos países de Europa occidental que todavía no permiten el divorcio. El último sondeo publicado sobre la cuestión da por ganadora a la opción antidivorcista, con un 55% de los sufragios.

Contrariamente a las tendencias iniciales, la última encuesta publicada ayer predecía una sorprendente derrota del Gobierno y de los divorcistas. Según el sondeo, realizado por una conocida, firma de investigación de mercado para el diario liberal The Irish Times, la enmienda constitucional propuesta por el Gobierno para poder introducir el divorcio será rechazada por el 55%. de la población y obtendrá sólo el 45% de los votos favorables.Observadores políticos de la capital irlandesa atribuyen este cambio radical de opinión en la población a tres factores principales. En primer lugar, a una efectiva movilización popular realizada, por el influyente grupo de presión Campaña Antidivorcio, que ha multiplicado sus mítines en todo el territorio nacional. El segundo, a la actitud de las jerarquías católicas de un peso impresionante, en este país, varios de cuyos miembros más influyentes han declarado su oposición decidida al cambio constitucional aunque colectivamente la Iglesia haya dejado libertad de voto a los fieles. Y, por último, a la posición del principal partido de la oposición, el Fianna Fail (Soldados del Destino), oficialmente neutral pero con varios de sus líderes haciendo campaña a favor del no.

Evidentemente preocupado por el posible resultado del referéndum, el doctor FitzGerald realizó un último llamamiento a la población el martes por la noche para que acudiese a votar hoy. Para el jefe del Gobierno, que encabeza una coalición de su propio partido el Fine Gael (El Clan de Irlanda), con los laboristas, "'si el referéndum no es aprobado, decenas de miles de personas serán dejadas sin la esperanza de conseguir una relación estable y feliz dentro del matrimonio". La realidad es, según el primer ministro, que "las rupturas de matrimonios siguen siendo un hecho". Las cifras de personas separadas en Irlanda varían según la tendencia de quienes las facilitan. Para los partidarios del divorcio, los matrimonios deshechos afectan a más de 70.000 personas, mientras que para lo que están en contra la cifra se reduce a 21.000.

La consulta popular en torno al divorcio es necesaria ya que la Constitución vigente, promulgada en 1937 por el legendario Eamon de Valera y que sustituyó a la más liberal de 1922, establece en su artículo 41 que el Parlamento "no aprobará ninguna ley que contemple la posibilidad de conseguir una disolución del matrimonio"`.

Contrariamente a lo sugerido por los antidivorcistas, la enmienda constitucional que se contempla no constituye en absoluto un coladero para conseguir la disolución del matrimonio. Al contrario, la enmienda puede ser considerada francamente conservadora si se la compara con otras legislaciones europeas. El Gobierno ha intentado ganarse a los enemigos del divorcio con la propuesta de incorporar a la Constitución los únicos casos en los que tribunales familiares, especialmente constituidos para estos casos, pueden conceder la disolución del vínculo. Son éstos: que los cónyuges lleven separados un período mínimo de cinco años, que no exista ninguna posibilidad razonable de reconciliación y que se hayan tomado las medidas necesarias para el mantenimiento del cónyuge e hijos.

Una votación negativa hoy supondría probablemente el fin de la carrera política de FitzGerald, un norteño católico practicante de madre protestante, que declaraba en 1981 que si no conseguía cambiar el sectarismo religioso del Sur "aceptaría la derrota y dejaría la política si fuera necesario"; el no al cambio constitucional supondría igualmente la desaparición de cualquier remota posibilidad de un futuro entendimiento con los protestantes de Irlanda del Norte.

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