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Los sectores más conservadores de Estados Unidos alaban la designación del nuevo presidente del Tribunal Supremo

Francisco G. Basterra

Los sectores más conservadores de EE UU no ocultan su satisfacción. El presidente Ronald Reagan, en lo que los comentaristas; califican de la "acción más decisiva de su mandato", ha designado para ocupar la presidencia del Tribunal Supremo al juez William Rehnquist. Se trata de un ardiente conservador que se opone al derecho al aborto y a la protección especial de la Prensa en cuestiones de libertad de expresión y cree excesiva la interpretación de la separación entre Iglesia y Estado, sancionada hasta ahora por el Supremo.

Reagan ha elegido a un hombre con sus mismas credenciales ideológicas conservadoras, provocando la esperanza de los sectores más reaccionarios de la sociedad norteamericana de que el alto tribunal pueda dar la vuelta a las decisiones más liberales que adoptó en la década de los sesenta.William Rehnquist, un gigantón con aspecto de profesor despistado, de 61 años, no podrá, sin embargo, cambiar las cosas de la noche a la mañana cuando el Senado, si lo hace como se espera, confirme su nombramiento en sustitución de Warren Burger. Ya era uno de los nueve miembros vitalicios del alto tribunal,y su ascenso a la presidencia, junto con la llegada de un nuevo juez, Antonin Scalia. -también un conservador sin fisuras-, no altera el equilibrio ideológico del tribunal, pero sí refuerza notablemente su tendencia conservadora. Scalia, católico y padre de nueve hijos, es el primer ítaloamericano que se sentará en el Supremo. Aunque los movimientos feministas y defensores de los derechos civiles se lamentaron ayer del nombramiento de ambos, todavía hay cinco votos a favor y cuatro en contra del derecho constitucional de las mujeres al aborto.

Ésta es la principal batalla que libran los ultraconservadores, que han visto cómo desde la histórica legalización del aborto por la sentencia en el caso Roe contra Wade, de 1973, su presión social se iba reflejando en la gerontocracia del alto tribunal (cinco de los nueve jueces tienen más de 75 años). La semana pasada, el todavía presidente, que ha renunciado al cargo para dedicarse a preparar el bicentenario de la Constitución, cambió su voto favorable de 1973 y votó en contra.

Los observadores estiman que Rehnquist será un líder mucho más efectivo para la causa conservadora que Burger que, aunque también conservador, era más pragmático y a veces votaba con los liberales.

Prosa jurídica brillante

Rehnquist, número 1 de la promoción de 1952 en la facultad de Derecho de la universidad de Stanford y graduado en Ciencias Políticas por dicha universidad y por Yale, es conocido por su gran capacidad intelectual y la brillantez de su prosa jurídica. Sostiene opiniones marcadamente conservadoras sobre los más importantes temas sociales y legales de EE UU. Ya cuando le designó Nixon como juez del Supremo, en 1971, Rehnquist interpretó su nombramiento como un contrapeso a la tendencia liberal del tribunal, presidido entonces por Earl Warren.Su antiprogresismo quedó muy claro cuando, siendo ayudante de un juez del Supremo, escribió un memorándum en el que afirmó que la segregación escolar "era correcta y debía ser reafirmada".

Para Rehnquist, los manifestantes de los sesenta contra la guerra de Vietnam eran los "nuevos bárbaros", y en 1977 disintió de una sentencia del Supremo que declaró inconstitucional una ley del Estado de Nueva York que penaba la venta de anticonceptivos a menores de 16 años. En asuntos criminales, según las estadísticas, ha votado en más ocasiones en contra de los acusados y a favor de la policía, y es partidario de limitar los derechos de los sospechosos.

Rehnquist, que fue hospitalizado en 1982 por los problemas derivados de una lesión de la espalda, une a su perfil conservador un talante muy simpático y capaz de congeniar con sus colegas, lo que reforzará su capacidad de liderazgo. Aunque no cuadra muy bien con su personalidad, Rehnquist, junto con Scalia, es habitual cada mes de una partida de póquer. El nuevo presidente designado del Supremo está escribiendo un libro sobre la institución y su experiencia como juez.

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