Quien olvida los orígenes pierde la identidad
"Soy árabe. Si me quitan mi cultura y me imponen otra, me quedaré sin mis raíces. Pero las dos culturas no se contradicen. Experiencias que se han hecho en otros países, como Holanda y Suecia, facilitan que los niños extranjeros reciban adicionalmente formación sobre sus culturas originarias. Es para que no se queden desnudos y sean extranjeros en todas partes".El proyecto de futuro que el Centro de Infórmación para Trabajadores Extranjeros se plantea es, según Soliman Elmorabet (Ismael), trabajar por la toma de conciencia obrera de los trabajadores extranjeros y por el desarrollo de su propia identidad. Elmorabet, marroquí, de 36 años, conocido en medios sindicales de Barcelona como Ismael, denominación que le dejó la época de la clandestinidad, es licenciado en Ciencias Económicas y se dedica profesionalmente a la traducción doble entre el árabe y el castellano. Reside en Barcelona desde 1976.
En España viven actualmente unos 25.000 marroquíes, 2.500 de los cuales están afincados en la comarca del Baix Llobregat, en Barcelona, donde realizan tareas en fincas agrícolas y de recuperación de residuos, recogida de basuras y otros oficios considerados marginales.
Soliman y Sulayman, juntos y sin distinción de colores, según declaran, acaban de firmar un acuerdo que afectará a unos 200 empresarios agrícolas de esa comarca para poder contratar legalmente a los trabajadores extranjeros del Baix Llobregat, mayoritariamente marroquíes.
Para Soliman, "el racismo en España no es tan manifiesto como en otros países de la CE, pero algunos síntomas han empezado a aflorar ahora como consecuencia de la crisis económica". Ese racismo, según cree, no es ideológico, pero se manifiesta en una especie de sentimiento que el español medio manifiesta más en momentos de tensión. "Es un fenómeno consecuencia de la ignorancia de las otras culturas y el asentamiento de una barrera de entrada que se interpone ante cualquier marroquí por el hecho de serlo".
"En el caso de la ley de Extranjería", dice, "la propia Administración, cuando prejuzga que los extranjeros ocupan puestos de trabajo de los españoles, está incurriendo en manifestaciones políticas que pueden conducir al racismo".
Menciona, entre otras conecuencias de la marginación, la vivienda, los guetos... "En Viladecans, hay bares en los que no se permite la entrada a marroquíes. Es así porque se desprecia el color del negro sin conocerle. De niño, al español se le aterroriza con el moro. Por eso, lo que de verdad hace falta es una política de divulgación de la cultura de estos pueblos para así intentar reintegrar a los inmigrados su propia dignidad".
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