Waldheim

Acabo de leer en la edición de EL PAÍS del domingo 8 de junio que el señor Waldheim, "sonriente, se dirigió al estrado entre los sones de la canción New York, New York, himno de su campaña, en alusión a sus años como secretario general de las Naciones Unidas". Esta noticia me ha dejado consternado, y lo único que puedo decir es que, como funcionario de las Naciones Unidas desde 1966, me siento avergonzado de haber tenido como "más alto funcionario administrativo de la Organización" (artículo 97 de la Carta de las Naciones Unidas) al señor Waldheim durante los años 1972 a 1981. El artículo 101 de la Carta dice que, para nombrar a los funcionarios de la Secretaría, la consideración primordial es asegurar el más alto grado de "eficiencia, competencia e integridad'. No me pronuncio sobre las dos primeras cualidades del señor Waldheim, por desconocerlas (los traductores trabajamos detrás de los bastidores), pero sobre la tercera creo que puedo contestar que el señor Waldlieini ha demostrado no tenerla. Hace poco leí las escuetas páginas que el señor Waldlieini dedica, en sus recientes memorias, a ese negro período de su vida al servicio de los nazis, y debo concluir que goza de una excelente memoria selectiva. En toda esta triste historia han salido manchados todos: los Estados miembros de la ONU, los cinco grandes, la Comisión de Derechos Humanos, la ONU, la diplomacia internacional. Y lo peor de todo es que los que servimos en las Naciones Unidas tenemos ahora que soportar ese baldón por el resto de nuestra carrera profesional.-