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Tribuna:EN LA MUERTE DEL DOCTOR GONZÁLEZ DUARTE
Tribuna
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La realidad lograda y la imposibilidad no cumplida

Una realidad y una posibilidad mueren cuando muere una persona: la realidad de lo que hasta entonces ella había sido, la posibilidad de lo que en su vida pudo ser y no fue, y si la persona es joven, la hazaña futura, adocenada o genial, que la muerte hizo imposible. Obvias verdades, que cobran notoriedad especial cuando son eminentes la realidad lograda y la no cumplida posibilidad del difunto Tal es el caso de Plácido González Duarte, muerto hace pocas horas.Eminente era, en efecto, la realidad del gran cirujano que acabamos de perder. Ante todo, como tal cirujano. Durante varios decenios, él, dentro de España, Josep Trueta en su exilio oxoniense, los dos han sido las máximas figuras de la cirugía española. Trueta brilló en el campo de la, traumatología, en tanto que cirujano, y en el de la fisiología renal, en tanto que investigador de laboratorio.

Duarte ha sido un espléndido fin de raza, un cirujano que a la hora en que se constituían, cada vez más refinadas y exigentes, las fantásticas especialidades técnicas del actual que hacer quirúrgico -la neurocirugía, la cardiocirugía, los trasplantes de órganos, la reimplantación de miembros-, sabía operar con singular brillantez todo cuanto como ciru ano se le presentaba. "Hasta mi muerte seguiré siendo cirujano general", declaró en más de una ocasión, y así ha sido. Valdoni, magnífico cirujano italiano y médico del papa Pío XII, me dijo un día, hablando de Plácido González Duarte: "Ecco un grande chirurgo"; lo cual, más que un elogio de ocasión, era un certerísimo diagnóstico.

Pero no menos grande que la lograda realidad de este "grande chirurgo" fue, para nuestro dolor, la posibilidad de Plácido González Duarte, que la guerra civil malogró. En 1936 todo en su persona, talento, vocación y formación se concitaba para hacer de él un gran maestro universitario. No llegó a serlo. El comienzo de la guerra civil le sorprendió en Madrid, y como español sinceramente fiel a la España republicana, en Madrid siguió, convertido en ocasional y eficacísimo cirujano militar, hasta el último día de la contienda. La torpe política cultural ulterior a 1939 cortó para siempre su incipiente carrera universitaria, y el cirujano que debiera haber sido sucesor y superador de Cardenal y de Olivares vio definitivamente reducida su actividad médica a la práctica hospitalaria y privada.

Aunque, como es bien comprensible, a su maestría recurriesen altos personajes del régimen, cuando el cuerpo se les desarreglaba. "Es que la vida es muy rica", solía decir su esposa, comentando alguna de esas solicitadas intervenciones operatorias del triunfador cirujano vencido. ¿Cuántos docentes universitarios dejó en espléndida posibilidad no realizada el obstinado fanatismo de aquellos dóciles, de aquel sumo, gobernante y de quienes en su beneficio, acaso sin sentirlo, lo aceptaron? Sólo de entre los médicos, déjeseme recordar, con Plácido González Duarte, a Juan Rof Carballo, a Francisco Vega Díaz, a Domingo García Sabell, a Vicente Peset.

Paisajes y pueblos

A su espléndida realidad como cirujano y a su decapitada posibilidad como docente se unían en Plácido González Duarte una fina y extensa cultura científica y literaria; fue de por vida aficionadísimo lector, y una honda y delicada sensibilidad ante las formas de vida y el espectáculo de las tierras de España.

Pocos tan conocedores como él de nuestros paisajes y nuestros pueblos. Ahora que se nos ha ido, que a mí, como amigo suyo, se me ha ido, ¿cómo no recordar la tarde en que ante nosotros, en pie junto a los molinos de viento del Campo de Criptana, se extendía la llana y calma belleza de la tierra manchega, y los días estivales en que la mesurada armonía del Ampurdán gerundense hacía íntima realidad, dentro de nuestro corazón, la hermosura serena de la dolVa Catalunya, la Cataluña a que él, manchego y madrileño de cepa, como catalán consorte amorosamente quiso pertenecer?

Algo me ayuda a seguir viviendo con buen ánimo: la esperanza de que no faltarán a España hombres como Plácido González Duarte y de que España no volverá a perder, con la realidad de lo que ellos fueron, la posibilidad de lo que estaban llamados a ser.

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