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El nuevo sionismo

RAFAEL AGUIRREEl Estado de Israel ha experimentado una evolución ideológica profunda y rápida, que se puede resumir como la aparición de un nuevo sionismo, caracterizado por su ideología totalizante y su gran capacidad de arrastre religioso, que halla su expresión en la identificación del viejo país bíblico con el Israel actual y en la conquista y purificación religiosa de la tierra. Ésta es la teoría que argumenta el autor de este artículo, en el que se analiza la evolución de Israel desde el sionismo socialista de la fundación hasta la consolidación actual del fundamentalismo religioso.

Pocas tareas más seductoras y a la vez más complicadas que la de entender al pueblo judío. Pero mi objetivo en estas líneas es más modesto: me conformo con interpretar la evolución del Estado de Israel desde su fundación, en 1948, hasta nuestros días. Quizá sirva como pequeña contribución para esclarecer el singular embrollo que se desarrolla al otro lado del mar Mediterráneo, en esa encrucijada histórica y bastión estratégico, confluencia de Europa, Asia y África, teatro secular de ocupaciones, donde actualmente se asienta el Estado de Israel. Quien pretenda entender lo que allí pasa en nuestros días no puede ignorar ni la situación geográfica del lugar, ni su valor estratégico, ni su controvertida historia.Cuando a finales del siglo pasado surge el movimiento sionista, la nostalgia judía por Palestina recibe una orientación política. En efecto, el sionismo es la versión judía de las ideas nacionalistas en auge por Europa en aquellos momentos. Teodoro Herzl, el padre del sionismo, es un judío no creyente plenamente imbuido del espíritu secular y laico de Europa central. El sionismo original es la traducción secular de los ideales religiosos y mesiánicos de la Biblia. Corno traducción política, trataba de construir un Estado judío en Palestina, y para ello fomentaba y organizaba la emigración de los judíos a aquella tierra. El espíritu religioso y mesiánico secularizado se expresaba en un fuerte idealismo social que aspiraba a hacer del nuevo Estado una experiencia original y que tuvo su realización más característica en los kibutzim, con el pionerismo agrícola, la abolición de la propiedad privada y la socialización de las relaciones sociales. Es perfectamente explicable que la ideología socialista se articulase pronto con el sionismo y que el Partido Laborista mantuviese una hegemonía ininterrumpida en el movimiento sionista hasta bien recientemente. Pero no debe olvidarse que otras ideologías también estaban presentes en el mencionado movimiento, concretamente la representada por el famoso líder judío oriental Jabotinsky, de un nacionalismo exaltado y con acusados ribetes racistas (hipoteca histórica de algunos nacionalismos decimonónicos), y que está en el origen del partido derechista Jerut, que con Beguin desbancó del poder a los laboristas en 1977.

Pero ¿es posible la versión secularizada del judaísmo? ¿No tuvo el sionismo, desde los orígenes, unas raíces religiosas que lo sustentaban y justificaban más allá de las racionalizaciones secularizadas de sus primeros ideólogos? En mi opinión, ni el marxismo ni el sionismo pueden, explicarse sin la raíz religiosa -oculta para ellos mismos- del judaísmo de Marx y de HerzI. Y creo que la historia posterior lo confirma.

La ortodoxia religiosa judía reaccionó en contra del proyecto ,sionista de establecer un Estado judío en la antigua tierra de Israel. Esta tarea le corresponde sólo al Mesías. La emigración a Jerusalén, para estos sectores religiosos, únicamente puede tener como objetivo la oración y la espera ansiosa de la venida del Reino de Dios, con la consiguiente restauración del pueblo de Israel. Los conflictos entre la emigración sionista y los judíos religiosos, muchos de ellos asentados ancestralmente en Jerusalén, fueron enormes. Aún en nuestros días hay sectores religiosos judíos que no aceptan la ciudadanía israelí y que repiten el eslogan de la vieja ortodoxia: "El sionismo, ataque contra el judaísino". Sin duda, todas estas circunstancias contribuyeron a la imagen laica del Estado de Israel de los inicios. Los kibutzim, el socialismo en el poder, la conquista del desierto, el espíritu idealista, la misma recuperación del hebreo, convirtieron a Israel en un mito para buena parte de la progresía europea, marxistizante e izquierdosa.

El nuevo sionismo religioso

En mi opinión, el Estado de Israel ha experimentado una evolución ideológica profunda y rápida, imposible de explicar ahora con todo detalle, y que se puede resumir como la aparición de un nuevo sionismo. El sionismo laico estaba rutinizándose progresivamente y se iba convirtiendo en el israelismo, ideología de un Estado cada vez más desvinculado del judaísmo mundial, lo que acarreaba negativas consecuencias económicas. La crisis estalló irreversiblemente con la guerra de los seis días, en 1968. ¿Qué justificación jurídica podía esgrimir el sionismo laico para quedarse con los territorios arrebatados a los árabes? ¿Cómo pensar devolver la parte oriental de Jerusalén después de la conmoción que supuso para todos los judíos ver a sus soldados llegar entre tiros, llantos y cantos al muro del templo? El nuevo sionismo apareció como una ideología totalizante y con enorme capacidad de arrastre: conquistar la tierra es purificarla religiosamente; el pueblo judío basa en la entrega divina la ocupación de Cisjordania, que debe volver a recibir sus viejos nombres bíblicos de Judea y Samaria; la época mesiánica comienza con la liberación de la tierra de Israel; Jerusalén es la capital eterna de Israel. Es la legitimación abiertamente religiosa del proyecto sionista. Es el nuevo sionismo, que prevalece hoy en Israel frente al laico y marchito de los orígenes. Por supuesto, este nuevo sionismo abandona toda veleidad socialista y busca ante todo el ajustamiento de la vida pública y civil a la tradición religiosa y sus leyes. Los vínculos con el judaísmo de la diáspora, sobre todo con el norteamericano, se vieron otra vez fortalecidos y las aportaciones económicas crecieron notablemente.

El cambio ideológico sufrido por el sionismo tuvo pronto expresión política: en 1977, con el triunfo del Jerut de Beguin. Fue la derrota del laborismo, que había dirigido todas las coaliciones gubernamentales de Israel desde 1948. Desde entonces, el socialismo israelí se debate en un mar de contradicciones, sin querer renunciar del todo al espíritu laico, pero sin enfrentarse al fundamentalismo religioso en auge, sino, por el contrario, siendo arrastrado por él. Una anécdota significativa sucedió este verano, cuando los partidos religiosos trataban de introducir el debate parlamentario de una ley por la que se perseguía policialmente la venta y consumo, de carne de cerdo. Un buen número de diputados laboristas se ausentó de la Cámara para no dificultar el trámite de la ley. Y los ejemplos se podrían multiplicar. Sin duda, en Israel aumenta espectacularmente la influencia de la ley religiosa en la vida pública y la interpretación religiosa del sionismo se convierte en la legitimación ideológica del Estado. Se trata de un fenómeno nada efímero, sino consistente y profundo, que encuentra eco partícular en la juventud. Con características muy especiales ciertamente, pero se vuelve a poner de manifiesto que en un país tecnológicamente muy avanzado la religión puede desempeñar una función política e ideológica central.

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El fenómeno del nuevo sionismo corresponde a un desplazamiento social evidente en Israel. Me refiero al peso creciente de los judíos provenientes del norte de África), de países orientales -sefardíes-, en detrimento de los askenazíes, que tuvieron una hegemonía absoluta en la fundación del Estado. Estos judíos sefardíes, que, coin, frecuencia, no se distinguen de los árabes ni por su cultura, ni por sus, rasgos étnicos, ni por su talante religioso, ni por su lengua, mantienen, sin embargo, con ellos una actitud mucho más agresiva, a la vez que son proclives a la religión teocrática y al nacionalismo exaltado y belicista. En mi opinión, Israel está conociendo un proceso de orientalización, de asimilación a los países que le rodean. El fundamentalismo islámico y el judío no sólo se inducen recíprocamente, sino que tienen un origen común. La actual emigración judía a Palestina no es ya, como al principio, europea, culta y socialmente idealista, sino pobre, que busca mejorar su nivel de vida, generalmente muy religiosa, de poca formación y procedente de países sin tradición democrática. Curiosamente, son estos últimos la base del partido Jerut, mientras que los laboristas encuentran su apoyo entre los askenazíes, gente de mejor situación y mayor cultura. Otra de las paradojas del embrollo del Próximo Oriente, muy complicado y fuertemente ideologizado, pero cuya comprensión es una de las claves de la historia y política recientes.

es profesor de Ciencias Bíblicas en la universidad de Deusto y vícepresidente de la Asociación de Teólogos Juan XXIII.

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