Miles de madileños se unieron a los festejos de bienvenida al 'nuevo' Pozo del Tío Raimundo
Miles de personas celebraron durante el pasado fin de semana la reordenación del Pozo del Tío Raimundo. Actuaciones musicales, inauguraciones, romerías, la publicación de un libro e incluso un repaso escenificado a los 36 años de vida del barrio han servido para festejar el acontecimiento. Las chabolas han dejado paso a un conjunto residencial en cuya construcción han participado también los vecinos -"hemos elegido hasta el color de los azulejos", dijeron-. Víctor Manuel y Ana Belén, pregoneros de excepción de las fiestas, se acercaron al barrio para celebrar que "el Pozo haya salido por fin del pozo".
Ni el vistoso auditorio ni la moderna plaza porticada daban abasto para la multitud de gente que acudió de otros barrios a celebrar el lavado de cara del Pozo. Lo que un día fue una isla de chabolas en el océano madrileño ha cobrado poco a poco el aspecto de un vistoso y cuidado barrio residencial.La presencia testimonial entre los nuevos bloques del viejo y ahuevado depósito de agua -"el único igloo de la meseta castellana", como presumen los vecinos del Pozo- viene a hacer las veces de lápida en recuerdo del antiguo barrio. La lucha por la vivienda fue el último eslabón de una larga historia que comenzó con la década de los cincuenta "y que aún no ha terminado", según declara Miguel Ángel Pascual, presidente de la Asociación de Vecinos del Pozo del Tío Raimundo.
"El viejo Pozo ha muerto, viva el nuevo Pozo". Victor y Ana leyeron a dúo el pasado sábado los pregones que sirvieron al mismo tiempo de despedida a una época y de bienvenida a una nueva etapa. Víctor Manuel recordó a su paisano, José Cortina, que puso la primera piedra en el barrio allá por 1925.
"Como los topos"
"Habéis sido de alguna forma como los topos", recordó el cantante, "que trabajan en la oscuridad y encuentran, por fin, la luz". Ana Belén, por su parte, fue la encargada de dar la bienvenida al nuevo barrio: "Estamos aquí para celebrar que el Pozo haya salido por fin del pozo".En el pequeño auditorio no cabía un alfiler. A lo largo de la tarde fue desfilando sobre su escenario una completa galería de personajes que han echado sus raíces en el barrio.
Allí estuvieron Horacio González, el primer alcalde democrático desde la dictadura, en 1956; el popular Lele, vendedor de cupones donde los haya, que tiene su propia calle en el Pozo; la banda municipal de Martos (Jaén), que estrenó el pasodoble bautizado con el nombre del barrio... Allí estuvo, reticente él a salir de su retiro casi carcelario, el padre Llanos, que no dudó en marcarse un baile con Ana Belén.
Todo el mundo se refería a él como el cura loco y como el cura loco se presentó, dando las gracias y pidiendo perdón a los vecinos: "Gracias, porque, sin querer, me habéis hecho más cristiano y, de propina, me hicísteis comunista. Perdón, porque me duele mucho haber mandado tanto y haber repartido bastantes bofetadas".
El padre Llanos, que, recordó cómo tuvo que hacer incluso de carcelero para limpiar las calles del Pozo de borrachos, se despidió con una anécdota: "Eran los seis primeros árboles que plantamos en el barrio. A los dos días amaneció uno de ellos truncado. Sólo sabíamos que el autor había sido un chiquillo. Así que pedí a los directores de los colegios que sacaran a todos los niños y formaran fila junto al árbol roto. Uno a uno fueron pidiendo perdón al pobre árbol".
Éstas y muchas más historias han contribuido a elaborar un libro que recoge la intrahistoria del barrio. Llamarse barrio: Pozo del Tío Raimundo es un cuadro impresionista en el que se mezclan escenas cotidianas con otras que han construido poco a poco la leyenda del barrio.
No faltó tampoco la presencia de autoridades, desde el presidente de la Comunidad de Madrid Joaquín Leguina, hasta el alcalde, Juan Barranco, que tuvo que tararear con Víctor y Ana un fragmento de su canción La Puerta de Alcalá ante las palmas del público.
Pero, sobre todo, hubo una mención muy especial para los movimientos sindical y vecinal, que germinaron en el barrio cuando faltaba más de un lustro para la democracia. La Asociación de Vecinos Meseta de Orcasitas, una de las organizaciones pioneras en Madrid, entregó a su homónima del Pozo una curiosa placa donde podía leerse: "De los vecinos de Orcasitas, a sus colegas del Pozo, por lo bien que se lo montan".
Banderas del Pozo, chapas del Pozo, himno del Pozo... Todo tenía allí el sabor contradictorio de lo que resulta familiar y, al mismo tiempo, distinto. El Pozo, que se define como "el mejor barrio del mundo" e incluso traza simbólicamente sus fronteras con Madrid, es también un barrio, abierto a todos. Los carteles anunciadores de sus fiestas llegaron hasta Cuatro Caminos e inundaron algunos barrios de la periferia.
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