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MÉXICO 86

Los mexicanos prepararon al detalle su asistencia al estadio

El taxista, estudiante de antropología por la tarde y transportador de pasajeros por la mañana, llevaba su pequeño televisor en el asiento de al lado. "Esto no me lo pierdo", comentaba como si se tratase del segundo aterrizaje en la Luna. Alguien llamó al programa de Guillermo Ochoa en el canal 2 de Televisa para preguntar, a las 7.30 horas de la mañana, si debía arrancar el boleto de la inauguración del paquete que había comprado. "Pues claro que lo debe arrancar, no vaya a perder la entrada del México-Bélgica en el estadio". Pedro Ferris, otra de las estrellas de la televisión, esta vez en el canal 13 de Imevisión, el ente estatal, también contestaba pregunta tras pregunta. "Oigame, don Pedro, ¿de qué color hay que ir vestido hoy al estadio?". Y don Pedro, un veterano todo amabilidad, respondió: "Del que usted quiera, señora, del que usted quiera, pero ¿por qué no ir de verde, no le parece?".La jornada y horas previas a la gran inauguración estuvo íntimamente ligada con la idiosincracia de este país, es más, de esta ciudad. Una ciudad con 18 millones de habitantes, con calles de 43 kilómetros, con grúas municipales que por 250 pesetas te acompañan al taller si se te estropea el coche.

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Un anuncio del comité organizador, publicado en todos los periódicos del distrito federal, pedía a los espectadores que llegaran pronto al estadio, que se trasladaran en grupos, que no llevaran bultos, ni paquetes, ni botellas, ni objetos que puedan causar molestias, ni banderas con astas, "ni animales, aunque los considere mascotas". Eran, simplemente, unas recomendaciones básicas. Había más. Gabriel Hernández Chaves, subdirector de Planificación de México, salió el otro día por la tele para contarle a los aficionados que tampoco podían llevar al estadio "pilas grandes, brochas, pintura..." "Y tortas, ¿puedo lle-var esas tortas tan ricas que hace mi abuelita para desayunar en la cancha del Azteca,?", preguntó un habitante del barrio de Polanco. "Pues claro que puede llevar sus tortas", le dijo el policía, "pero nos permitirá que las examinemos, ¿no?, para estar seguro de que son tortas".

La gente entraba con las cámaras fotográficas abiertas y los rollos en la otra mano, con los prismáticos colgados del cuello, sin funda, con las cámaras de vídeo casi desmontadas. Había quien transportaba mejor material que los propios, profesionales, que, lógicamente, entraron por otra puerta.

Niños Identificados

Muchos espectadores habían hecho caso a una de las recomendaciones más curiosas de la jornada anterior, cuando un miembro del comité organizador apuntó, en el programa del canal 13 Los protagonistas del Mundial, que "sería recomendable que los niños llevaran una tarjeta colgada del cuello en la que figuraran sus datos personales y, principalmente, adónde, poder dirigirse en caso de que el muchacho se pierda en el recinto, pues muchas veces no es suficiente con anunciar que el niño se encuentra bien y en el palco principal del recinto". Es decir, muchos niños acudieron al Azteca como si fueran a coger el avión hacia una ciudad donde les espera el papá o la mamá separada o divorciada para pasar unos días de vacaciones.

Algo había quedado claro en los días previos a la inauguración. Pese a que esta es una ciudad donde se hacen muchas trampas, donde el portero de tu finca es capaz de cogerte el coche del garaje para ir a pasar el fin de semana fuera con toda la familia mientras tu te trasladas al otro lado de la ciudad para pasar unos días con un amigo, lo cierto es que cada persona debía acudir al estadio con su boleto. Es decir, una persona, un boleto. "No se trata de un partido cualquiera, de un encuentro del campeonato mexicano, donde el padre puede coger al chico con su boleto", explicó Sergio Peláez, director de Prensa del campeonato, "no, no, se trata de un Mundial,de la inauguración de la Copa del Mundo, y, por tanto, por flavor, si no tienen más tickets, dejen al niño en casa".

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