ltalia pagó con un punto su prepotencia
La selecciones de Italia y Bulgaria empataron ayer en el partido inaugural del Mundial de México, disputado en el estadio Azteca, que no llegó a llenarse. El resultado final cabe considerarlo injusto, ya que la selección campeona del mundo fue la única que jugó en busca del gol y que intentó llevarse el triunfo a lo largo de los 90 minutos de juego. Mientras los italianos contaron con diversas ocasiones de gol, pirincipalmente en los primeros 45 minutos, los búlgaros, que no forzaron ni una sola intervención del portero italiano, Galli, consiguieron el tanto del empate cuando tan sólo restaban seis minutos de juego.Está claro que el que perdona... pierde. La selección italiana, una vez conseguido el tanto, poco antes, de retirarse al descanso, pensó que tenía suficiente para ganar el partido. La verdad es que los búlgaros no dieron nunca impresión de querer ganarlo. A ellos más que a nadie les pareció bueno el empate con el que se inició el partido. Los italianos no supieron rematar su ventaja y, por tanto, acabaron perdiendo un punto, en esta primera fase, en que el campeonato se disputa en forma de Liga y no de Copa.
Se pasaron 43 minutos buscando el gol que necesitaban y se limitaron a conservarlo, con su tradicional sabiduría defensiva, durante el resto del partido. Sólo ellos, los italianos, lo buscaron ante una aburrida selección búlgara, que, en momentos determinados, dio la sensación de no querer salir goleada, hecho insólito tratándose de Italia. El único fútbol que se vio ayer en el estadio Azteca lo puso Italia, los únicos que probaron cosas fueron los campeones, los únicos que quisieron ganar. fueron los jugadores de Enzo Bearzot. Durante 84 minutos la imaginación pudo con la fuerza, la improvisación con la disciplina, pero, cuando se tiene a un rival al borde del KO y uno se entretiene en congelar el balón, con aire de suficiencia, se corre el peligro de terminar lamentando esa pretendida superioridad. Italia, que ayer debió y pudo ganar con comodidad, se conformó al final con el empate, aunque sabía que el tanto de Sirakov era un premio excesivo para el rival.
Altobelli (minuto 14), Galderisi (16), Di Gennaro (30) y Scirea (155) tuvieron en sus botas las mejores ocasiones del partido, que debieron servir para que los campeones ganaran lo que habían controlado durante casi los 90 minutos de juego. Desde que consiguieron el tanto, los italianos creyeron que tenían suficiente. Pensaron que no había que hacer más. Ellos, al igual que los brasileños, son los reyes enjugar con ventaja. Se pasaron todo el segundo tiempo mareando la pelota, triangulando con comodidad y tirándose al suelo en los momentos oportunos. Saben hacerlo como nadie. Viven de eso. Bulgaria, mientras tanto, se había resignado a su sino. En su equipo nadie tenía ideas para romper la organizada defensa italiana, Sólo un golpe de suerte podía evritarles perder el primer partido. Y la fortuna les sonrió, a falta de seis minutos, cuando Siriakov acabó con la prepotencia italiana y demostró a centenares de millones de telespectadores que los partidos de fútbol no se ganan a los puntos, sino fulminando al contrario. Fue un encuentro entretenido, mucho más digno que cualquiera de los últimos partidos inaugurales de la Copa del Mundo. Fue, curiosamente, un año después de la tragedia de Heysel, la demostración de que el fútbol sigue siendo bonito, deportivo y civilizado.
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