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Chirac supera la segunda moción de censura en 10 días

Soledad Gallego-Díaz

El Gobierno del primer ministro francés, Jacques Chirac, ha superado en menos de 10 días dos mociones de censura. La oposición, reforzada con los diputados del partido ultraderechista Frente Nacional, no logró ayer reunir los 289 votos que necesitaba para impedir que se aprobara en bloque y sin discusión el proyecto de ley electoral que restituye el escrutinio mayoritario y permite realizar por decreto una nueva distribución de escaños.El éxito, previsto, de Chirac no significa que todo vaya bien para el Gobierno de centro-derecha. Bien al contrario, acaban de surgir las primeras dificultades serias en el camino de la cohabitación: el presidente François Mitterrand se opone a los planes de Chirac: para Nueva Caledonia; el ministro de Trabajo, Philippe Seguin, ha estado a punto de dimitir, y los sindicatos comienzan a reaccionar ante el programa económico liberal.

El primer ministro ha tenido que recurrir en dos ocasiones casi consecutivas a un procedimiento constitucional que le permite hurtar al Parlamento el debate de un proyecto de ley. La fórmula es perfectamente legal y las mociones de censura se han desarrollado casi como un simple trámite. Sin embargo, el Gobierno ha agotado el cupo y tendrán que pasar algunos meses antes de que se atreva a apelar de nuevo al mismo procedimiento, bajo pena de que le acusen de menospreciar al Parlamento. A partir de ahora, los proyectos de ley serán discutidos artículo por artículo y comenzarán las negociaciones entre los dos grupos de la nueva mayoría (RPR y UDF), que no siempre están de acuerdo. El equilibrio tiene que ser perfecto, dada su escasa superioridad, de sólo dos escaños, en el caso de que el Frente Nacional vuelva a darle la espalda, como ocurrió ayer.

Uno de los problemas más serios llega, sin embargo, por el lado de Mitterrand. El presidente, cuya popularidad no deja de aumentar, ha roto su silencio para anunciar que puede recurrir al Consejo Constitucional, que preside su amigo Robert Badinter, para paralizar el proyecto de ley sobre Nueva Caledonia que, según él, puede lesionar los intereses estratégicos de Francia en el Pacífico sur. La ley pretende suprimir los poderes de las cuatro asambleas regionales de la isla (tres de las cuales están controladas por los independentistas) y ampliar los del Alto Comisario.

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