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Un político considerado 'blando' por la Casa Blanca

Francisco G. Basterra

Thomas Enders está considerado un blando por los círculos más extremistas de la Administración de Reagan. "No es la persona favorita de la Casa Blanca y de los grupos conservadores del Partido Republicano", como por ejemplo Jeanne Kirkpatrick, explicó una fuente estadounidense. "Se ha mantenido gracias al apoyo del secretario de Estado, George Shultz", pero su arrogancia y brillantez le hacen un hombre no muy querido por sus compañeros del Departamento de Estado.Sin embargo, la biografía de Enders hasta que Reagan llegó a la presidencia más bien abonaba una imagen de halcón, sobre todo por su actuación en Camboya. Enders era el número dos de la embajada norteamericana en Phnom Penh cuando a comienzos de los setenta se produjeron los bombardeos sobre el país asiático, ordenados por Henry Kissinger.

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En 1985, antes de la visita de Ronald Reagan a Madrid, se barajó la posibilidad de la sustitución de Enders y se dijo que sería reemplazado por Harry Schlaudeman, entonces embajador especial para Centroamérica y que acaba de ser nombrado embajador en Brasil. En aquella ocasión, Enders salvé su puesto a pesar de que eran los círculos próximos a la Casa Blanca quienes propiciaban su caída, y a pesar del mal recibimiento tributado a Reagan en Madrid.

Enders fue nombrado en 1981, por el entonces secretario de Estado, Alexander Haig, secretario de Estado adjunto para Asuntos Interamericanos y fue el encargado de diseñar la política centroamericana como importante miembro del Grupo Interministerial Restringido (RIG), junto con representantes de la CIA, del Pentágono y del Consejo de Seguridad Nacional, que se reunían en el sexto piso del Departamento de Estado.

Rodeado de halcones, y al ser él mismo partidario de la acción ejecutiva, Enders defendió, sin embargo, que la política de presión militar hacia Nicaragua, a través de la contra, debía ir acompañada de una vía diplomática que dejara una salida a la negociación con los sandinistas y evitara una intervención directa norteamericana". Los ideólogos de la Administración le acusaron de "blando" y un golpe de palacio acabó con sti cargo de encargado de los asuntos interamencanos, en mayo de 1983. Inmediatamente, fue compensado con la embajada en España.

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