El fétido aroma
Es absolutamente inadmisible que alguien, quien sea, recree con el brazo extendido el Mal que aún no cumple un siglo de sangrar al mundo
Hay esencias podridas que habiendo podido ser fragancia se reducen a flatulencia deleznable. En inglés, la palabra Musk define a la olorosa sustancia que sirve de base para no pocos perfumes; en español, le llamamos Almizcle, y así también se le llama al chisguete erótico que lanzan los gatos cuando andan en celo y creo que es una ráfaga similar al apestoso armamento de los zorrillos.
Me gusta imaginar que Musk se llama en el fondo Elania para rimar como musa de Donald Trump y me divierte desear que su secreto destino sea el de ser lanzado al espacio sideral, disfrazado de astronauta y como pionero para la pudrición de Marte. Aún a años luz de distancia hasta aquí llega el fétido aroma de nazi y el hecho de que haya realizado un saludo pretoriano, el nacido en Pretoria no puede justificar lo injustificable. Es absolutamente inadmisible que alguien -quien sea- recree con el brazo extendido el Mal que aún no cumple un siglo de sangrar al mundo. Estos imbéciles realmente creen que hemos olvidado que su himno de Y.M.C.A. ha sido y será siempre asociado al júbilo gay de décadas pasadas (de cuando Donald bailaba sobre rayas de coca en el Studio 54 de Manhattan con pederastas y chulos de toda laya). Si hilamos los grandes éxitos de Village People empezando por “Macho Man” hasta recrear con inteligencia artificial cada lentejuela del penacho apache, el uniforme de policía o la herramienta erguida del albañil entramos a esa dimensión desconocida donde levitan 77 millones de gringos que votaron para volver a poner en la Casa Blanca a un demente que en el fondo los detesta.
El tufo traspasa ideologías y amnesias ahora que Musk reclama una dosis de olvido como sano placebo a liberarnos de los errores y horrores de nuestros abuelos y ese olor fétido parece neblina cuando una mayoría impasible y ajena a las infamias deja pasar como si nada el saludo imperdonable, las declaraciones amenazantes y la saliva de azufre. El sudafricano tiene un hijo llamado Techno Mechanicus (que así le ha de ir en los recreos, aunque el nene no tenga la culpa de los desvaríos de su padre) y afirma que desde hace semanas vive y duerme en la oficina que la delegado el presidente Trump. El multimillonario de olor a ciervo almizclero levantó el brazo rígido y evocó en un tuit de medio segundo los gestos de Benito Ridiculini en el balcón del Infierno de Dante y los pasitos de Hitler cuando bailaba sobre lo que creía cenizas de París y el gesto beatífico de Franco levitando bajo el palio con el que lo cubrían los obispos de iglesias hipócritas.
Estiró su brazo el oloroso sobaco de Musk y se desató a plena luz del día el acoso y derribo de todo migrante sospechoso de nada; hizo ángulo recto con la palma hierática sobre donde los demás llevamos el corazón y se desató el ánimo de purga estaliniana con la que su mentor intenta destruir el gobierno si no es que la democracia entera de los Estados Unidos y ambos estiraron sus brazos como arañas para simular que invadirán Groenlandia, anexando al Canadá y retomando la cintura de panamá al tiempo que suponen cambiarle de nombre a un Golfo natural de aguas saladas cuyo litoral mayoritario baña las costas de México.
Huele mal el tiempo que tenemos que navegar y huele mal el hueco que queda en cuanto se abandona el portal ahora llamado X, pero lo hacemos por mínima dignidad y quizá úna respuesta a tantas incongruencias. No se pueden usar las herramientas del estiércol para navegar el ocio o la distracción tan pasiva que suscita un muy lamentable silencio, un incomodísimo hermetismo y simulada serenidad ante la percepción instantánea del hedor. Hasta en las mejores familias hay gestos y tosecitas que sirven para regañar a quien se le escapa un aire en plena cena, pero jamás olvidemos que la cultura popular mexicana nos ofrece varias respuestas filosas al percibir el pedo de Trump o el fétido aroma de Musk. Digamos en coro “Espérate que falta un piano” o preguntemos a una sola voz “¿No traes de pistache?” para subrayar que siempre seremos el clavo capaz de ponchar esa llanta… aunque sea de nave espacial.
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