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Tribuna:FERIA DE SAN ISIDRO
Tribuna
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El primer torero 'punk'

Peinetas posmodernas y penachos coloreados se dejan ver en los tendidos y andanadas de Las Ventas. Las nuevas generaciones urbanas que han crecido despreciando los tópicos de la España cañí, tópicos que con profusión. repetían los medios de comunicación foráneos, empiezan a asumir su papel histórico y se asoman a la fiesta nacional, todavía con cierta desconfianza, utilizando el coso de Las Ventas como pasarela de sus nuevos modelos. Diseñadores fuera de toda sospecha, que buscaban inspiración en los figurines de Francia, Italia o Gran Bretaña y detestaban las raciales manifestaciones de la España de pandereta y de Frascuelo, han recalado en faralaes y lunares, sombreros cordobeses y chaquetillas cortas. Lo taurino ha entrado a formar parte del polivalente acervo de la posmodernidad, y claro la clientela, vestida entre Carmen de España y torero de Merimée ni ha podido evitar la tentación de darse un paseillo por Las Ventas.El otro día conocí al que podría convertirse en el primer torero punk. Aspirante a matador, vestido de cuero y plata, Jose Mari no se quita la característica chamarra ni siquiera en los rigores de agosto y tiene el cuerpo surcado por cicatrices que harían empalidecer a un novillero en ciernes, claro que en este caso son cornadas del pico, mordiscos dejaco, baretazos de estilete callejero o botella rota. A José Mari le gusta el riesgo, no elude la refriega y ha descubierto hace poco los paraísos artificiales del anis Machaquito y del sol y sombra.

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A Jose Mari le inició en los secretos del arte de Cúchares una chica afterpunk que conoció en un bar de moda adornado con carteles de la fiesta y banderillas; un día vieron juntos el vídeo de Ceesepe sobre la novia del Bombita y el Matador de Almodóvar, asistieron a una tertulia taurina en un bar de Malasaña, escucharon a los Toreros Muertos en un pequeño club de Lavapiés y, cuando asistieron a su primera corrida, ella montó airosamente a la grupa de la moto y él se prendió un clavel con imperdibles sobre el cuero.

Aquella tarde José Mari decidió que lo suyo eran el percal y la franela, un oficio con porvenir, una manera lúdica y aun artística de sacarse los demonios del cuerpo, uri rito embriagador de sangre y muerte, ingredientes con los que nuestro héroe ya había lidiado en otras suertes menos nobles que las del toreo.

Antes de lanzarse al albero, Jose Mari torea de salón atendiendo los sabios consejos de un ex banderillero del barrio reconvertido en cerillero, acude a las corridas con el asesoramiento de un profesor de filosofía que le cuenta los secretos del Cossio y alista para su cuadrilla a banderilleros expertos en el uso de la hipodérmica y del bardeo, como picador y pese a la ancestral enemistad entre las dos etnias, Jose Mari piensa contar con un heavy conocido como el Pelos en las tabernas de la zona. El pasodoble qiere que se lo hagan los de Gabinete Galigari.

Ahora lee las crónicas taurinas de Marta Moriarty y discute acaloradamente con ecologistas contrarios al sacrificio ritualizado de rumiantes.

Los domingos en un cerro de la Casa de Campo, Jose Mari se entrega con la muleta y da capotazos a su tronco Eugenio, dispuesto a convertirse en mozo de espadas.

Los aficionados que le han visto probar fortuna en alguna capea afirman que posee cierto estilo torero, quiebra bien el talle ante las embestidas, calcula las distancias y se arrima valientemente a los astados hasta rozarlos con los remaches de su cazadora de cuero. Jose Marí no piensa renunciar a esta prenda tan querida de su vestuario a la que poco a poco va incorporando detalles taurinos. Los que le conocen bien piensan que su mejor suerte será la del estoque, para la que está especialmente dotado por la naturaleza.

Sólo tiene un defecto Jose Mari, sabe que ha empezado tarde y bulle de impaciencia, si en uno de los próximos festejos de San Isidro tropiezan con un. espontáneo de. sus características no lo duden, Jose Mari Menéndez Carnicerito de San Blas está a punto de irrumpir en el escalafón de la torería, por el mismo camino que irrumpió en la vida, saltándose la barrera por la cara. ¡Suerte matador!

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