Miles de madrileños acudieron a la ermita del santo para celebrar la tradicional romería
Miles de personas festejaron ayer la fiesta del santo patrón asistiendo a la romería de San Isidro, celebrada junto a su ermita, y bebiendo el agua de la fuente abierta por él hace ocho siglos. En un ambiente de bullicio y de fiesta, con tenderetes y hasta manteles sobre el césped del parque, los participantes rememoraron las romerías del siglo XVIII. Unas 2.000 personas asistieron a la misa celebrada en el exterior de la ermita. El alcalde Juan Barranco, que llegó una vez acabado el acto religioso, inauguró el nuevo asentamiento de un busto de Goya y visitó la ermita en medio de fuertes aplausos y algunos gritos de rechazo.
Lo primero que se encontraban ayer los asistentes a la romería de San Isidro eran las colas formadas para visitar la ermita y para acceder al patio donde se encuentra la milagrosa frente. Armados de botijos, cantimploras y frascos de cristal, los pacientes visitantes aprovechaban la música de un organillo para hacer más agradable su espera bailando un chotis o comiendo las típicas rosquillas tontas o listas."El año pasado visitaron la ermita 15.000 personas, y es posible que este año la cifra se supere", opinaba el capellán, Manuel González, que ofició la misa al aire libre. Asistieron representaciones de diversas casas regionales y miembros de la archicofradía de la Sacramental de San Isidro, y cerca de 2.000 personas que ocupaban la totalidad de la explanada situada delante de la ermita.
Durante la celebración del acto religioso, bajo un sol de justicia que hacía protegerse a los asistentes con los objetos más diversos niños venidos del Campo de Gibraltar ofrecieron pescado al santo madrileño; de Extremadura trajeron frutos del campo, miel de Guadalajara, y de Burgos, las típicas morcillas y pétalos de rosa. Previamente había llegado una carreta tirada por bueyes que, procedente de Canillejas, transportaba una imagen del santo.
Botijos y rosquillas
Frente a la ermita, una larga hilera de puestos daba el ambiente a la romería. Botijos, cacharros de cerámica, gorras, rosquillas del santo -designadas de muy diversas formas- se vendían en medio de voces que anunciaban boletos para las tómbolas, claveles y medallitas del santo.A los numerosos madrileños que acudieron vestidos con el traje local se unieron, una vez acabada la misa, todos aquellos que con gorra a cuadros o mantones bordados llegaron a bordo de ocho calesas.
En el cortejo, que había salido de la carrera de San Jerónimo y en el que venían el alcalde, los tenientes de alcalde, algunos concejales junto a sus esposas y los alcaldes de Málaga, Cáceres, Granada, El Ferrol, Baracaldo, Baeza y Rentería, invitados a la fiesta, se dirigió hasta un montículo, situado frente a la ermita, donde se ha colocado el busto de Goya, obra de Juan Cristóbal, que hasta hace unos meses se encontraba en los jardines del paseo de San Antonio de la Florida.
Ovación y pitos
Barranco, gorra madrileña en mano, inició un conato de vuelta al, ruedo en torno al monumento que fue recibida con una fuerte ovación. El alcalde afirmó que el objetivo municipal es recuperar las tradiciones y calificó las Fiestas de San Isidro de "mezcla de diversión y devoción", y pidió a los jóvenes que disfruten las fiestas, pero pacíficamente y respetando a sus mayores.Luego, en medio de empujones por estrechar su mano -llegaron a romperle la camisa-, Barranco descendió a la ermita. A la entrada, un grupo de los que esperaba para ver al santo comenzó a dar gritos de "fuera, fuera", mientras otro grupo respondía con vivas y aplausos.
El capellán, que recordó el gesto del anterior alcalde, Enrique Tierno, de mantener en su despacho el crucifijo, agradeció la visita del nuevo alcalde y le regaló una litografía de un grabado del santo hecho en 1803, "para que también la ponga en su despacho". A continuación, los asistentes, como era de precepto, bebieran agua de la fuente del santo.
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