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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El espectáculo de la listas electorales

LA ELABORACIÓN de las candidaturas para las próximas elecciones generales ha vuelto a dar motivo, como en ocasiones anteriores, a los más pintorescos, episodios, en los que las pequeñas vanidades y las grandes ambiciones han impuesto el paso sobre cualquier consideración ética o política. Simultáneamente, el sistema de listas bloqueadas y cerradas consagrado en la legislación electoral ha vuelto a resaltar el dominio dé los aparatos de los partidos, erigidos estos días, más que nunca, en señores de vidas y haciendas de los candidatos.Pero el control ejercido por esos aparatos no ha sido suficiente para impedir rebeliones provinciales, aisladas en unos casos, generalizadas en otros, y el estallido de enfrentamientos personales o de grupo, revestidos casi siempre de las más nobles motivaciones pero sólo justificados en realidad por intereses miserables.

Manuel Fraga, verdugo y víctima en esta carrera nacional de las listas, ha confesado que el trámite de elaboración de candidaturas es "el más doloroso" en todo el proceso electoral. Durante tres días, y después de haber logrado pacificar las ambiciones de los propios dirigentes nacionales de su partido, Fraga compareció ante los medios informativos para asegurar que sus candidaturas estaban cerradas; pero en las tres ocasiones tuvo que comerse sus palabras, ante el estallido de brotes de descontento en tal o cual provincia, lo que obligaba a recomponer de nuevo todas las listas. Así, tras haber anunciado orgullosamente que la Coalición Popular sería la primera en presentar sus candidaturas ante las juntas provinciales, se vio forzado a agotar el plazo legalmente previsto, que concluyo la pasada medianoche.

El "encaje de bolillos" -en palabras de los propios dirigentes de AP- que supone la aplicación de los pactos de Coalición Popular a la hora de repartir puestos en las listas entre AP, PDP y PL ha resultado al menos tan complicado como el contentar a los propios barones aliancistas, que reclamaban para si el cuarto lugar por Madrid. En todo caso, parece claro que los coligados democristianos y, sobre todo, los liberales, han obtenido una representación muy por encima de su peso real en militancia o en implantación provincial.

Más difícil aun resultó el acuerdo entre los siete partidos y los independientes que componen la coalición Izquierda Unida, de la. que el más reciente socio, el PCPE de Ignacio-Gallego, Cuyo partido catalán correspondiente no consiguió el acuerdo con el PSUC, se ha descolgado también en Madrid. De otra parte, el espectáculo ofrecido por el fantasmal PASOC, que dirige Alonso Puerta, a la hora de reclamar puestos de privilegio en la candidatura madrileña, ha constituido un nuevo tema de meditación acerca de los móviles que animan a buena parte de nuestra clase política. Tanto la coalición que aspira a capitalizar los votos no socialistas por la derecha como la que tiene idéntica pretensión por la izquierda han puesto plomo en sus propias alas al iniciar la carrera con un triste balance de ambiciones y personalismos sin cuento.No mucho mejor parados han salido de esta etapa los partidos centristas: el PRD, que inspira Miquel Roca, logró, a última hora, fichar para encabezar la candidatura madrileña al ex presidente del Consejo General del Poder Judicial, Federico Carlos Sainz de Robles, quien concurrirá a título de independiente y tras haber vencido las resistencias del presidente del partido, Antonio Garrigues Walker, a ceder el lugar de privilegio. Pese a ello, el PRD fue, acaso, el partido de oposición que ofreció menores índices de conflictividad, aunque no se cumpliera la promesa de Roca de presentar las listas ante las juntas provinciales el lunes día 12, teniendo que hacerlo, como los demás, excepto los socialistas, en el último día de plazo legal. Por lo que se refiere al CD S de Adolfo Suárez, se enfrentó a dificultades sin cuento para llenar sus listas en el último minuto, en medio de un gran hermetismo informativo destinado a ocultar las desavenencias y deserciones surgidas.

Capítulo aparte merece la elaboración de las listas por el PSOE, el primer partido en presentar sus candidaturas y el que registró un menor índice de protestas conocidas nacionales o provinciales. En teoría, el sistema de selección de candidatos utilizado por los socialistas se ajusta a los más puros cánones democráticos -los agrupaciones locales y provinciales envian sus sugerencias a la comisión ejecutiva y al comité federal-. Pero el proceso queda viciado cuando se comprueba cómo, en el último eslabón, es el omnipotente Alfonso Guerra quien se encarga de seleccionar nombres e incluir otros que nadie había propuesto, o de distribuir por aquí y por allá ministros destinados a encabezar listas provinciales.

Pese a ello, y si se exceptúan algunas amargas quejas procedentes dé voces aisladas de Izquierda Socialista, así como de las mujeres del partido, relegadas una vez más al papel de floreros de algunas -pocas- candidaturas, las protestas en el seno del PSOE han sido mínimas y tímidas. Lo que sólo se explica, probablemente, por el temor del frustrado disidente a quedar excluido de la nómina pública. Por su presencia en la mayoría de las instituciones, el caso del PSOE es, probablemente, el que mejor ilustra el poder que un reducido núcleo de dirigentes tiene a la hora de decidir el futuro político de sus militantes. Las consecuencias ya se vieron en la pasada legislatura, en la abundancia de parlamentarios silenciosos, incapaces de aportar una sola idea original desde la tribuna de oradores, pero extraordinariamente diligentes a la hora de aportar su voto, su aplauso o su pateo sincopado, según cual fuera el gesto ordenado. Pero otras consecuencias más profundas y graves derivan de este fenómeno: son las que afectan a la representación efectiva de los ciudadanos en el Parlamento, al buen funcionamiento del sistema parlamentario y, en definitiva, a la credibilidad y al prestigio de la democracia.

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