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Tribuna
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La distinción

El pasado sábado fuimos invitados a una cena de matrimonios. Los anfitriones eran gente de clase elegante y acomodada. Disponían de un par de camareros para servir la mesa. Con ello ya se hacen una idea. En cuanto a los comensales, se podía ver un surtido variado de empresarios, artistas y ciertos ejecutivos de alto nivel. Nuestro matrimonio era el que debía encarnar a la Prensa y, por extensión, a los medios de comunicación de masas. Comenzamos la cena y, muy pronto, a tenor de la categoría de los reunidos, fueron mencionándose los nombres de Hong Kong, Nueva York, Calcuta y Addis Abeba. Casi todos habían cruzado el mundo y seguían cruzándolo a una velocidad turbadora. Fue entonces cuando alguien cayó en la cuenta de que el 22 de junio le coincidía con un viaje a Nueva Zelanda, y se lamentó de no poder votar en las próximas elecciones generales. La señora de la casa estaba escuchado con relativo interés; pero acaso temiendo que perdía el hilo, preguntó: "¿Qué elecciones generales?". Nos quedamos de una pieza. Un señor de enfrente dijo: "Se nota que no has leído el periódico de hoy, Adela". Pero no se trataba del periódico de hoy, sino de cuatro o cinco días de radio, de televisión, y de periódicos juntos. Eso lo comprendieron todos y en seguida me pusieron los ojos encima. Sentí, efectivamente, que me encontraba en una situación embarazosa. De una parte no pretendía hacer cuestión de honor personal el que la señora no leyera el periódico. Pero, de otra, si de esa ignorancia se deducía algún deterioro, era patente que no lo iba a soportar nuestra anfitriona. Quedé, pues, bastante desairado. Más aún: seguimos cenando y observé que uno de los invitados se afanaba en hacer saber a otro que a finales de mayo comenzaba un mundial en México y que participaba España, a lo que aquél asentía con visible condescendencia.No hacía falta más. De repente comprendí que en aquella habitación nos encontrábamos dos categorías de individuos distintos. Me agradaría decir lo contrario, pero ciertamente los que gozaban de mayor prestancia y distinción no parecían conocer nada de este cochino mundo.

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