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Entronizado en Líbano el nuevo patriarca maronita

Nasrallah Pierre Sfeir fue entronizado en la mañana de ayer como, nuevo patriarca de Antioquía y de todo el Oriente, en un barroco acto religioso que lo consagró líder espiritual de los cristianos maronitas libaneses. Sfeir leyó un discuro en árabe, en el que llamó la atención que el jefe espiritual de la principal comunidad cristiana libanesa diera las gracias al presidente sirio, Hafez el Asad, y, en cambio, no citara en ningún momento al presidente libanés, Amín Gemayel.

Al final de la ceremonia, los soldados no pudieron contenerse y entraron en tromba en el claustro del monasterio de Bkerke, con sus metralletas M-16 en bandolera, para escuchar con devoción las primeras palabras del patriarca.El monasterio de Bkerke está a anos 20 kilómetros al norte de Beirut. Se llega allí por la única carretera existente en el minúsculo cantón cristiano libanés, la que une el Estado de la capital con el puerto de Junieh. Una vez en este último lugar, hay que subir un poco hacia la montaña, entre espesas pinadas y con el Mediterráneo al fondo. Todo ese camino estaba ayer cubierto por tropas del Ejército regular libanés leales al presidente cristiano, Gemayel.

La llegada de éste fue espectacular. Unos 40 motoristas abrían una comitiva compuesta de varios grandes coches negros, abarrotados de guardaespaldas, unos 10 vehículos militares repletos de soldados con el arma a punto de disparar e incluso una ambulancia por si el presidente sufría algún percance.

Cuando Gemayel llegó al monasterio, considerado el Vaticano maronita, ya se oían cantos religiosos en árabe y la mayoría de los invitados a la ceremonia habían superado los tres cacheos personales y de sus bolsos efectuados por la nerviosísima tropa. Alrededor de Bkerke había, además, un buen puñado de tanques y otros vehículos blindados.

Elegido hace 10 días

El acto de entronización del nuevo .patriarca maronita, elegido hace 10 días por el cónclave de obispos de su confusión, tuvo lugar en el patio claustral del monasterio, un rectángulo de unos 1.000 metros cuadrados, que ayer estaba a cubierto del feroz sol levantino por telas blancas.En el lugar más destacado del patio había un tablado, y encima, un altar. El escenario estaba repleto de obispos maronitas, ortodoxos, armenios, coptos y, grecocatólicos, la reunión de atuendos religiosos orientales más completa que pueda imaginarse. Sobre el altar, unos claveles rojos y blancos formaban la bandera libanesa. A la izquierda, un coro de monjas con ropajes color calabaza y monjes en negro.

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Unas 2.000 personas componían el público que asistió a la ceremonia. Entre ellas, muchos prelados ortodoxos con capuchas negras y católicos con bonetes rojos, y un montón de notables maronitas, al frente de los cuales estaba el presidente Gemayel. Los libaneses jóvenes, los que integran las milicias, lucían casi todos el estilo de pelo cortado a cepillo y bigote negro y erizado.

Fue una ceremonia mitad guerrera, mitad religiosa. Por ejemplo, a mitad de un canto que alababa a Dios en árabe se escuchó en el patio una marcha de banda militar; nadie supo explicar por qué. El monasterio, con sus firmes sillares de piedra, podía verse como una fortaleza, la principal de una comunidad cristiana que no se resigna a plegarse al dominio del islam en la región, un pueblo que ha vivido siglos y siglos de guerras de autodefensa contra el medio ambiente musulmán.

El nuevo patriarca maronita es un anciano de rostro afilado, con una barba blanca y una lustrosa calva, que ayer parecía muy pequeño en su capa dorada con bordados rojos y negros. Al parecer, es una persona de toda confianza del Vaticano, pero su entronización ayer se hizo de acuerdo con la liturgia maronita.

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