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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El sangriento lenguaje de ETA

EL SANGRIENTO atentado de ayer en Madrid, en el que cinco guardias civiles perdieron la vida y otros cuatro resultaron gravemente heridos, lleva el sello inequívoco de ETA. La ya irreversible degradación moral de esta organización tuvo ocasión de ponerse nuevamente de manifiesto en la crueldad inaudita del atentado, en el que sólo la casualidad impidió que la lista de víctimas se viera engrosada por decenas de personas más, incluyendo algunos de los recién nacidos que estrenaban vida en una clínica maternal situada a escasos metros del lugar elegido por los terroristas.La experiencia ha demostrado la inutilidad de intentar hallar explicaciones humanamente racionales a los atentados de ETA. Pero es imposible no relacionar el realizado ayer en Madrid con las conversaciones propuestas por Herri Batasuna con otros partidos vascos como "preparación de unas auténticas negociaciones entre ETA y los poderes del Estado" sobre la pacificación de Euskadi. El hecho de que ayer mismo se celebrase, según lo previsto, el primero de estos encuentros, con el PNV como interlocutor de la coalición abertzale, pone de relieve tanto las contradicciones del nacionalismo vasco en este terreno como la complejidad del contexto político en el que se desarrolla la violencia de ETA.

El abertzalismo radical basó durante algun tiempo sus planteamientos en la expectativa de un desarrollo lineal de sus fuerzas, que -según sus visionarios analistas- que irían creciendo sin cesar y en paralelo al derrumbamiento catastrófico de un PNV destruido por el fracaso del proyecto autonómico. La hipótesis pronto se reveló errónea. Herri Batasuna no podía aspirar a representar sino a una pequeña minoría (el 10% de la población, aproximadamente) de los vascos. Y si, como los propios interesados reconocieron, "votar HB es votar ETA", de ninguna manera podía esta última pretender actuar en hombre del pueblo vasco.

Cabe suponer que a partir de ahí el cambio de estrategia de Herri Batasuna viene motivado por visiones diferentes, y aun divergentes, de sus propios líderes sobre el futuro de la coalición. Unos aceptarían la necesidad de profundizar en las vías políticas y en la internacionalización del conflicto en todos los foros de diálogo posible. Otros tratarían con ello además de buscar la justificación de la existencia y actuación de ETA, no ya en ese sector minoritario que vota HB, sino en el conjunto de la comunidad nacionalista, mayoritario en el País Vasco. Ambas actitudes apoyaban y apoyan el paso a primer plano de la consigna de la negociación política, mantenida antes en un nivel puramente propagandístico.

El PNV, cuya ambigüedad en otros terrenos había suministrado algunos balones de oxígeno al radicalismo abertzale (rechazo global de la Constitución, amenaza de denuncia unilateral del estatuto de autonomía, consideración de la alternativa KA S como en sí misma aceptable) ha sido sin embargo inequívoco y valiente en la postura frente al terrorismo en sus últimos pronunciamientos. La aceptación del diálogo con Herri Batasuna está llena de dificultades y opera sobre un campo minado, pero responde, en cualquier caso, a un deseo objetivo de erradicar la violencia de Euskadi.

La vuelta a la acción criminal de ETA en Madrid, con la utilización de coches bomba contra las fuerzas de seguridad, trata, a todas luces, de evitar un proceso racional que trate de profundizar en ese diálogo. Por un lado, puede entenderse como un elemento de presión en cualquier negociación política entre partidos que olvide o margine la realidad concreta de ETA -y en ese sentido no sería de extrañar que en su comunicado de reivindicación los asesinos apoyen- teóricamente el proceso negociador, en el que tan siniestramente ellos quieren estar presentes-, pero, por otro, tiene todas las características de un ensayo para impedir que efectivamente esa negociación política se lleve a cabo y desemboque, de una manera u otra, en el fin de la organizacion terrorista. A ETA no le interesa una solución política en Euskadi, porque ése sería su final. El atentado de ayer es una pieza más a jugar en su siniestro ajedrez, tratando de debilitar las posiciones del PNV y de otros sectores democráticos y al mismo tiempo de rentabilizar el papel de Herri Batasuna.

Esto es así porque existen diferencias sustanciales entre la negociación posible entre fuerzas políticas nacionalistás (HB y PNV) y la negociación imposible que ETA pretende producir con el Estado. Pero la condición de todo diálogo es, precisamente, la voluntad de llevarlo a cabo. La constante apelación a la bomba, el secuestro y el asesinato pone claramente de relieve la condición de delincuentes de los etarras, desprovistos de toda voluntad política de negociación. No cabe la menor duda de que si a las disensiones internas en el mapa nacionalista de Euskadi se añade esta provocación del terrorismo, la instrumentación del susodicho diálogo será cada vez más y más difícil. Pero también más y más necesaria, si no se quiere caer en una espiral de violencia incontrolable y no se quiere desistir de la posibilidad de un Euskadi pacificado y democrático.

En la medida en que las reivindicaciones abertzales sean patrimonio de la discusión política y no del bandidaje de estos grupos, todo eso será posible. Por eso ETA está dispuesta a hacer correr más sangre: es su supervivencia, como organización criminal, como medio de vida y como repugnante sindicato del crimen, lo que está en juego.

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