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Juan Pablo II llama a los judíos "hermanos mayores" de los cristianos en su visita a la sinagoga de Roma

Juan Pablo II se convirtió ayer en el primer Papa que en 2.000 años de historia del cristianismo visita una sinagoga. La ocasión, calificada de "acontecimiento que pasará a la historia", sirvió al papa Wojtyla para deplorar el antisemitismo dirigido contra los hebreos "en todo tiempo y por quien quiera que sea" y para calificar a los judíos de "hermanos mayores" de los cristianos. La visita a la sinagoga de la comunidad hebraica más antigua de la diáspora estuvo rodeada de grandes medidas de seguridad y fue retransmitida en directo por televisión vía satélite a Europa y América.

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La ceremonia a la que sus intérpretes han dado un sentido religioso, sin que faltara en algún discurso el componente político, ha durado una hora y siete minutos -dentro de un programa medido al milímetro en el que nada se dejó a la improvisación- y estuvo rodeada por las más severas medidas de seguridad conocidas en esta ciudad.Más de un millar de agentes de todos los cuerpos de la seguridad del Estado italiano han efectuado un despliegue sin precedentes, cubriendo toda la zona colindante a la sinagoga, que se alza a orillas del río Tíber, sobre lo que fue el antiguo gueto judío.

A las tres de la tarde el vehículo blindado del Papa traspasó la cancela de entrada del templo hebreo, siendo saludado, al salir del vehículo, por el presidente de la comunidad israelí de Roma, Giacomo Saban, y en la escalinata de la entrada por el rabino jefe, Elio Toaff, y demás rabinos de la comunidad. Al entrar en la sinagoga, Juan Pablo II fue recibido por los cantos del coro, que entonaba el último salmo (el número 150, Aleluya, alabad al Señor).

La ceremonia comenzó con la lectura por un rabino, en hebreo -luego traducida al italiano-, del capítulo 15 del Génesis (sobre la promesáde Dios a Abraham de darle una descendencia, el pueblo de Israel) y otra del profeta Miqueas. Tras la lectura, el presidente de la comunidad israelí de Roma, Giacomo Saban, hizo historia de las glorias y tragedias de la comunidad hebrea de Roma en sus 22 siglos de historia. Habló del gueto establecido en 1555 por el papa Paulo IV y rindió homenaje al papa Juan XXIII, al que llamó "aquel justo", y al Concilio Vaticano II, cuya declaración Nostra aetate ha supuesto el giro en las relaciones católico-hebraicas.

En la intervención más nítidamente política de la tarde, Saban se refirió a la aspiración hebrea "de ver caer algunas reticencias de carajal Estado de Israel". Su reconocimiento por parte del Vaticano, dijo, "sería un paso ulterior en el fraterno diálogo del que habla la Nostra aetate. No dudo en creer que ello ocurrirá".

A continuación el rabino Toaff habló de los puntos convergentes de los credos de las religiones hebrea y cristiana y de la tarea común que a ambas compete de impulsar el respeto "del hombre por el hombre".

Juan Pablo II, que habló por espacio de 20 minutos, hizo Suyas las palabras de la Nostra aetate vaticana y. deploró "los odios, las persecuciones y todas las manifestaciones de antisemitismo dirigidas contra los hebreos en todo tiempo y por quien quiera que sea; repito, por quien quiera que sea". El Papa evocó el holocausto hebreo en los campos de exterminio nazis y el "alto precio" que pagó la comunidad de Roma (de la qué fueron eliminados unos 4.000).

No citó a Israel

El Papa reiteró tres ideas de la declaración vaticana Nostra aetate: el reconocimiento de que los hebreos son los "he rmanos mayores" de los cristianos, la no imputación colectiva a los hebreos de "lo que fue cometido en la pasión de Jesús" y la ilicitud de llamar a los hebreos "réprobos y malditos", pero no se refirió ni implícitamente a la cuestión de Israel -ni llegó a citar la palabra- y de su reconocimiento como. Estado.

Juan Pablo II habló también de las vías abiertas a la colaboración entre las dos religiones, "en favor del hombre y de la vida", a través de "la herencia común de las leyes y los profetas y de una ética impresa en los 10 mandamientos".

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