Una gran orquesta para un gran director
Buena parte de la formación de Zubin Melita se hizo en Italia, junto a maestros como Galliera y Zecchi. No es de extrañar la perfecta conjunción espiritual entre el director y los instrumentistas del Mayo Florentino, orquesta ligada en su misma raíz al fenómeno de la ópera.Ha vuelto Mehta a Madrid y ha enardecido al público con sus Vísperas sicilianas y su Fuerza del destino, oberturas que expuso con una luminosidad, un impulso y una efectiva dramaturgia admirables. Pueden lucir otras orquestas mayores perfecciones en sus cuerdas; pocas cantarán de modo tan elevado y con tan excelente vocalidad instrumental el intermedio de Manon Lescaut (procedente de Los crisantemos, para cuarteto), de Puccini, o dirán con mayor garbo la Triana, de Albéniz-Arbós, sólo dañada al final por un excesivo e injustificado accelerando.
Grandes orquestas del mundo
Orquesta del Mayo Florentino.Director: Zubin Mehta. Obras de Verdi, Bartok y Schubert. Teatro Real. Madrid, 8 de abril.
El entusiasmo subió de tono en estas páginas, programadas unas, ofrecidas como propina otras. Y eso que el público que llenó el teatro Real había tenido ocasión de aplaudir sin tasa una felicísima versión del Concierto para orquesta, de Bartok, entendido por Melita y sus músicos desde una plasticidad, una riqueza de acentos y una alegría de contrastes como rara vez se escuchan. Entre todas las interpretaciones posibles del formidable legado del compositor húngaro, la de Mehta y los florentinos me parece singularmente fascinante. Nada más comenzar el primer tiempo, la atención se puso en guardia: íbamos a escuchar algo muy bello e interesante y, sobre todo, de extraordinaria vitalidad.
No me parece la Sinfonía en do mayor, denominada grande, la obra más adecuada para el pensamiento musical de Mehta ni para las características y el estilo de la Orquesta del Mayo Florentino. Estas "divinas longitudes", cuando dejan de ser morosas y contemplativas, pierden parte de su encanto, pues no queda totalmente clara su razón de ser. Siempre tendrá por modélica la concepción que de esta partitura clave tenía Wilhelín Fürtwaengler, quien, por fortuna, dejó una grabación que es pieza de oro, junto a la de la Pastoral, en toda discoteca de músico y no de coleccionista. Ejemplo máximo de cuánto pueden perder unos pentagramas a nada que se les imponga un tiempo apresurado pudo ser el Final, quizá porque se trata del movimiento de menor hondura de los cuatro que componen la sinfonía.
Lo escrito ha de entenderse en términos muy relativos y a partir de que hemos escuchado -a una de las grandes batutas de nuestro tiempo al frente de una formación sinfónica de la que pueden estar orgullosos su sobreintendente, Gioráio Viduso -excelente músico, por cierto-, y su director principal, el celebérrimo Zubin Melita. Ibermúsica se ha apuntado un nuevo tanto en su serie Grandes orquestas del mundo, que patrocina la Unión de Explosivos Riotinto.
Babelia
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