La Academia sueca cumple 200 años de apoyo a su idioma y a la cultura universal
La Academia sueca cumple el sábado 200 años. Fue el 5 de abril de 1786 cuando se celebró, en el salón de la Bolsa de Estocolmo, el mismo edificio donde aún tiene su sede, la fiesta de la creación de la Academia, en la que el secretario de Estado de entonces, J. G. von Carlsson, dio lectura a la carta del rey Gustavo III explicitando sus fines. Inicialmente, fueron sus objetivos los de "trabajar por el cultivo del idioma sueco, tanto en el buen hablar como en el arte poético". Se establecía que los miembros del nuevo organismo serían 18,13 de los cuales fueron designados por Gustavo III, los que, a su vez, deberían elegir los cinco restantes. La Academia ha trabajado desde entonces en apoyo del idioma sueco y de la cultura del mundo.
Gustavo III fue la versión sueca del despotismo ilustrado. Influidos por las ideas políticas y filosóficas de la Ilustración, estos monarcas buscaron en forma autoritaria fórmulas de gobierno más progresistas, chocando por ello con la aristocracia. Gustavo III fue víctima de una conspiración que terminó con su vida en 1792. El rey tardó 13 días en morir de los dos balazos que recibió. La desaparición del rey sueco repercutió en la recién creada Academia, a la que él, como hija predilecta, había seguido muy de cerca, asistiendo frecuentemente a sus sesiones, aunque sin intervenir en ellas.Aunque la idea de crear la Academia tenía antecedentes, fueron las inquietudes de Gustavo III por la cultura, especialmente por la vida teatral y literaria, ya que él mismo es autor de varias obras de teatro, lo que concretó la idea de su creación. Imitó para ello lo que en tal sentido había hecho el cardenal Richelieu en 1634 creando la Academia francesa, cuyos lineamientos y estatutos fueron seguidos por Gustavo III.
En dos siglos la Academia sueca ha vivido etapas brillantes y de decadencia, ha sido ensalzada y vituperada, pero ha sobrevivido a todas las contingencias y, actualmente, constituye una institución fundamental de la vida cultural del país y de su proyección internacional. Pese a sus fines específicos y a cierta independencia del poder oficial, e incluso en materia financiera, de la que se procuró dotarla ya desde su creación, la Academia ha reflejado la evolución histórica del país, así como las influencias culturales del exterior.
El gran salto en la vida de la Academia se produjo en 1901, cuando se le encargó la tarea de adjudicar el Premio Nobel de Literatura. Una tarea que pasó a ocupar una buena parte de su actividad, que le impuso en gran medida el conocimiento sistemático de la literatura universal, que le dio proyección más allá de las fronteras escandinavas, pero que también la hizo blanco de diatribas y resentimientos.
Ya la primera adjudicación del Nobel de Literatura al francés Armand Sully-Proudhom, en 1901, suscitó violentas críticas en los medios culturales suecos. Entonces, 42 personalidades, escritores, artistas y críticos, entre los que se encontraban nombres como los de Selma Lagerlof, Strindberg y Anders Zorn, enviaron una carta de desagravio a Leon Tolstoi, que, sin embargo, no había sido propuesto. Pero lo cierto es que nunca lo recibió.
Las críticas se renuevan sistemáticamente cada año, pero forman un ingrediente natural incorporado ya a la vida de la Academia y no parecen inquietar mayormente a sus miembros. Otras críticas han apuntado a, por ejemplo, su composición machista. La primera mujer que ocupó uno de los 18 asientos fue Selma Lagerlof, en 1914. Por aquel entonces la Academia tenía ya 128 años de vida. En la actualidad, el número de mujeres académicas es apenas de dos.
Jan Myrdal, una personalidad conflictiva de la vida cultural de Suecia, escribió hace unos años que "la Academia es una vergüenza nacional desde el punto de vista intelectual. Su función ha sido la de volver inofensivos a escritores como Artur Lundkvist y Lars Forsell. La Academia los castra para volverlos aceptables".
Babelia
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