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No hay supervivientes entre los 166 pasajeros del avión que se estrelló el lunes en México

Los equipos de rescate continuaron ayer las labores de recuperación de los restos de 166 personas que murieron el lunes al estrellarse un Boeing 727 de la Compañía Mexicana de Aviación (CMA) cerca de Pomoca, una población del Estado de Michoacán, a 300 kilómetros al noroeste de la capital. Ayer, mientras seguían las tareas de rescate, en medio de escenas dantescas, con restos humanos y materiales esparcidos en un radio de 500 metros, se denunciaron varios casos de pillaje por parte de los habitantes de la zona, un área muy montañosa y con difíciles accesos.

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Entre los 166 fallecidos -158 pasajeros, cinco auxiliares de vuelo y tres pilotos- figuran al menos 20 extranjeros, de ellos ocho miembros de una familia francesa, la del conocido hombre de empresa residente en México Xavier Lartilleux, cuatro suecos y varios norteamericanos.Los restos de los pasajeros, metidos en bolsas de plástico, fueron trasladados en helicóptero a un hangar del aeropuerto de México para su identificación por parte de sus familiares. Los cuerpos quedaron completamente carbonizados, pues el aparato se incendió al chocar contra un cerro, aunque algunos testigos presenciales de la zona señalaron que el avión iba ardiendo.

Un testigo de la peor tragedia de la aviación mexicana dijo que el aparato "venía ardiendo; primero chocó con un cerro y perdió la cola; luego cayó en una hondonada y nadie sobrevivió".

Entre las víctimas figura la esposa del piloto, Graciela Flores de Guadarrama, que, siendo azafata, sobrevivió a un accidente aéreo, ocurrido en 1966, donde murieron 40 personas.

El avión, que según un portavoz de la CMA estaba en perfecto estado, había sido revisado minuciosamente días antes del accidente, por lo que es aventurado especular sobre las posibles causas del siniestro. Las primeras hipótesis hablan de una pérdida de presión en la aeronave (despresurización). Pero hasta que no se localice la caja negra no se sabrá realmente qué ocurrió después de que el piloto perdiera el contacto con la torre de control del aeropuerto de México. El Boeing 727, de nombre Veracruz, matrícula XC-MEM, que hacía el vuelo 940 en la ruta México-Puerto Vallarta-Mazatlán-Los Ángeles, había despegado a las 8.50, hora local (16.50 hora peninsular española) del aeropuerto internacional de México, en condiciones absolutamente normales.

Pocos minutos después, el comandante del avión, Carlos Guadarrama Sistos, uno de los más experimentados de la empresa y con unas 15.000 horas de vuelo, solicitó autorización para realizar una maniobra de descenso y viraje para retomar a la ciudad.

Un habitante del lugar comunicó telefónicamente la caída de un avión en las inmediaciones del sitio denominado San Miguel el Alto, a unos 2.500 metros de altitud, un punto en el que coinciden los Estados de Michoacán, Guadalajara y México. Más tarde el jefe de seguridad de la CMA, Amadeo Castro Almanza, sobrevoló en un helicóptero la zona e informó que no había supervivientes, ya que el avión se incendió nada más producirse el impacto.

El gerente del aeropuerto, Carlos Padilla, dijo que el fuego en el lugar de los hechos tardó varios minutos en ser controlado, por lo que las labores de auxilio tuvieron que iniciarse varias horas después. Los servicios de rescate tuvieron que pedir la ayuda de animales de carga para llegar a la zona. Los helicópteros solamente pueden aterrizar en una explanada de donde se tarda luego una hora andando hasta llegar al lugar del siniestro.

El presidente de México, Miguel de la Madrid, al enterarse del accidente, dio instrucciones al Ministerio de Comunicaciones y Transportes para que, de inmediato, se realice una minuciosa investigación que permita determinar las causas del siniestro.

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