Perder Al Andalus, ganar España
"El Consejo de la Liga de Estados Árabes afirma su pesar y su reprobación ante la decisión del Gobierno español de establecer relaciones diplomáticas con Israel. El Consejo considera que la decisión del Gobierno español atenta contra las relaciones arábigo-españolas y no tiene en cuenta ni los sentimientos árabes ni los intereses comunes... ".Así comienza la resolución adoptada el pasado 31 de enero por la Liga Arabe a propósito del establecimiento de relaciones diplomáticas entre España e Israel.
La Liga cree que la decisión española "no tiene en cuenta los sentimientos árabes". De poco parecen haber servido a los redactores de tal resolución las intenciones claramente proárabes y propalestinas contenidas en la Declaración del Gobierno de España hecha pública en La Haya el pasado 17 de enero al tiempo que se inauguraban lazos con Tel Aviv.
Declaración que contiene manifestaciones tan proárabes y propalestinas como que "España reitera su no reconocimiento de cualesquiera medilidas dirigidas a anexionarse los territorios ocupados a partir de 1967 o a alterar unílateralmente la. naturaleza o el estatus de la ciudad de Jerusalén, cuyo libre acceso debe estar siempre abierto para todos..." (desde 1967, recuérdese, Israel ocupa por la fuerza Jerusalén, Cisjordania y Gaza, con una población árabe de aproximadamente un millón y medio. La población de Israel legal, es decir, excluidos los territorios árabes ocupados, es de unos tres millones y medio; de ellos varios centenares de miles árabes).
Por otro lado, "España rechaza la política de construir asentamientos en los territorios ocupados (o sea, las colonias judías, cuyo fin es ir ganando terreno al humano mar árabe que circunda a Israel, quimérico empeño por simples razones demográficas) y reclama su desmantelamiento como primer paso para la devolución de los territorios".
Tras afirmar una vez más su política tradicional al respecto (necesidad de reconocimiento de los legítimos derechos palestinos, singularmente el de la autodeterminación) y de pedir que todas las partes reconozcan la Resolución 242 de Naciones Unidas, base para una solución pacífica, justa y duradera del conflicto, el Gobierno de Madrid insiste en que "se hace precisa la apertura de un proceso negociador entre las partes interesadas, bajo auspicios internacionales apropiados, en el que participe la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como representante del pueblo palestino". Es decir, justamente la tesis de la mayoría de los Estados árabes y de la OLP. Tan diversos y contundentemente proárabes son los puntos de la mencionada Declaración del Gobierno de España, que un comentarista político -sacando punta al tema- ha podido escribir que más parece que el 17 de enero establecimos relaciones... con la OLP. Y sin embargo el mundo árabe ha lamentado la decisión española. En el nivel institucional, oficial, ha habido de todo: desde alguna postura singularizada deseosa de romper relaciones con España o de retirar los embajadores de Madrid hasta las muy comprensivas, como las de, por ejemplo, los Gobiernos tunecino o jordano. Sin olvidar la de la propia Organización para la Liberación de Palestina, cuya actitud no ha podido ser menos intempestiva.
En cualquier caso podemos convenir que la reacción gubernamental árabe, en términos generales, no ha sido extremista. Independientemente de la posible (aunque improbable y de eficacia dudosa, al haber dejado transcurrir las primeras semanas) adopción de sanciones económicas contra España, no se ha producido un cataclismo en las relaciones arábigo-españolas.
Mi impresión es que varios Gobiernos árabes, OLP incluida (ante la proclamada voluntad oficial española de ser útil al proceso de paz en el seno de la CE, estimulando a ésta a moverse en la dirección correcta), han optado por la tácica del esperar a ver qué ocurre, con ánimo de pasar factura posteriormente si las intenciones manifestadas no se transforman en política activa.
El impacto
Pero mientras esto llega, y hablaremos de ello después, conviene constatar que aunque sea difícil evaluar con exactitud su importancia numérica, para grandes sectores de población árabe el establecimiento de relaciones diplomáticas entre España e Israel es visto como una calamidad. De la incredulidad al llanto y de éste al desencanto. Así podría resumirse lo que han experimentado áreas populares e intelectuales.No sirve de mucho el que se intente convencerles de que crear lazos diplomáticos con un Estado, sea cual sea, no significa necesariamente compartir o apoyar la política interior o exterior del mismo. Inútil. El sentimiento se impone al raciocinio. La causa principal es que durante muchos años Israel no ha sido para ellos ni siquiera un Estado, sino la odiosa, por usurpadora, entidad sionista. Y España era Al Andalus. Y contemplar una y otra realidad de manera distinta llevará su tiempo.
Muchos árabes tienen una concepción equivocada, irreal de España. De la cultura, de la idiosincrasia y de la sociología españolas poseen una falsa imagen. Casi tanto como muchos españoles la tienen de las de ellos. De esa cuasi-consideración de España como parte de la nación árabe, de esa supuesta afinidad temperamental, de una autogestión complaciente sobre lo español, vivida durante décadas, nace un malentendido de considerables proporciones que lleva a muchos árabes, en lo político, a no concebir la posibifidad de que Al Andalus establezca relaciones con la entidad sionista. Sencillamente, les lleva a no creérselo. Y cuando la incredulidad da paso al desengaño, se llora.
Como Boabdil lloró la pérdida de Granada, intelectuales, poetas, escritores árabes, políticos o no, expresan estas semanas el sentir de muchos de sus compatriotas. Así, Fuad Matar exclama en Al Tadamon (Londres, 25 de enero de 1986): "La España que perdimos una vez hemos vuelto a perderla entre todos".
Más previsor, Nabil Khury, en un artículo sintomáticamente titulado Israel robó AlAndalus, escibía ya en noviembre de 1984 (Al Mustaqbal, París): "Hace siglos perdimos Al Andalus por no saber conservarlo. Ahora perdemos Al Andalus por no saber comprarlo. Antes y ahora, nuestra historia es una tragedia...". Por otro lado es esperanzador comprobar que al menos en los países árabes moderados la reacción ante la decisión española ha siclo no sólo crítica, sino también autoerítica.
Así, el diario jordano Saut AlShaab escribía el 18 de enero de 1986: "El secretario general de la Liga Árabe, Chadli Klibi, está irritado con Madrid tras el anuncio, ayer, de la apertura de relaciones entre España e Israel. Más le valiera enfadarse menos con Españay conocer mejor la realidad europea...". Por su parte, el semanario Akhabar Al Usbue (Aman, 23 de enero de 1986) publicaba: "No tiene sentido que los árabes pidan a España que no establezca relaciones con Israel, al tiempo que coopera y simpatiza con países que tienen especiales relaciones con Israel, sobre todo Estados Unidos...".
El propio Fatah, órgano de la OLP en Aman, decía el 20 de enero de 1986: "Lo que necesitamos en realidad no es trasladar nuestro problema a España, sino verlo en nosotros mismos". Si los árabes son capaces de articular esas vetas autocríticas en un proyecto cultural y político vivo y coherente a la hora de relacionarse con España se darán pasos de gigante en la relación hispano-árabe.
El Gobierno español declaró el pasado 17 de enero, en el acto de apertura de relaciones diplomáticas con Tel Aviv, que "España expresa su confianza de que con s a ingreso en la CE puede contribuir más activamente a abrir la vía a tina solución global, justa y duradera del conflicto, y se dispone a no ahorrar esfuerzos por ese objetivo. Por consiguiente, el Gobierno español declara su voluntad de trabajar en el seno de la Comunidad y demás foros internacionales y con las partes interesadas...".
Si al tiempo que los árabes se esfuerzan en conciliar realidad y fantasía, dando a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, el Gobierno español sabe convertir en política activa de resultados concretos la declaración que hemos venido comentando, las relaciones hispano-árabes adquirirán la verdadera, real y rica dimensión, Una dimensión que para algunos amigos árabes supondrá tal vez la pérdida de Al Andalus. Estoy segurc) de que el tiempo les hará ver que sin perder Al A-ndalus habrán sabide ganarse a España.
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