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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Renfe llega otra vez con retraso

CUANDO UNA empresa de transportes como Renfe deja de prestar sus servicios por una convocatoria de huelga, los motivos laborales que originan esa situación extrema ceden el primer lugar de atención a las molestias que sufren los usuarios, especialmente en una época de vacaciones, en la que se ven afectadas centenares de miles de personas.Los puntos de conflicto entre los trabajadores y la dirección de Renfe se han centrado, desde un primer momento, en el cumplimiento del convenio, firmado en 1985 para dos ejercicios, y que establece una revisión salarial del 8,4% para 1986, pagadero desde comienzos de año. Ese punto, así como el compromiso de alcanzar 6.000 nuevas contrataciones, la reglamentación de los concursos de ascensos y traslados, la negociación de las primas de producción y la creación de comisiones mixtas, han sido los ejes del enfrentamiento.

Después de las primeras jornadas de paros intermitentes -dos horas por la mañana y otras dos por la tarde-, UGT llegó en solitario a un acuerdo con la empresa basado en el aumento del 6% en la globalidad de las primas, así como el reparto adicional de otros 350 millones de pesetas en otras prestaciones. La empresa y UGT aseguran que la propuesta aceptada por el sindicato socialista supone un aumento del 8,6%. Al mismo tiempo, la dirección de Renfe se comprometía a completar este año las nuevas contrataciones.

La jornada del pasado día 26, en la que el paro debía ser total -con los preceptivos servicios mínimos pactados con la empresa-, fue convocada por CC OO y USO, sin la, participación de la central socialista. Las centrales convocantes, que hoy vuelven a la huelga, mantienen que debe respetarse lo acordado en el convenio, esto es: subida igualitaria del 8,4% en la totalidad de las primas a través de una partida creada al efecto, ingreso de nuevo personal, traslados, ascensos y creación de comisiones mixtas. Sintomático es que bastantes afiliados a UGT hayan hecho causa común con sus rivales sindicales y hayan secundado el paro que ha mantenido USO y CC OO. Parece absurdo, en cualquier caso, que los retrasos en la dirección de Renfe permitieran la generación de un frente huelguístico conjunto, y acabara firmando un acuerdo sólo con UGT. Y resulta todavía más aburdo que si, como dice la dirección, el acuerdo firmado es más ventajoso para los trabajadores que la aplicación estricta del convenio, no se haya cumplido éste, y así se habria soslayado el problema.

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Golpear con la huelga en época de vacaciones parece algo lógico en pura estrategia reivindicativa. Su presión es mayor tanto a partir de la protesta social que provoca como por las mayores pérdidas de la empresa. El déficit de Renfe se sitúa en 62.046 millones de pesetas y parece imposible su saneamiento. Buena parte de la sociedad occidental ha venido asumiendo que las empresas ferroviarias de propiedad pública presenten pérdidas. La razón es que parece muy arduo -y hasta podría resultar injusto para los más débiles- que el servicio sea plenamente cubierto por el simple pago de las tarifas. Pero, esto admitido, resulta más difícil de aceptar que en tales circunstancias de necesidad tanto la dirección como los representantes sindicales no lleguen a acuerdos pacíficos y eviten incrementar con huelgas y enfrentamientos las molestias ya cuantiosas que el mal funcionamiento del ferrocarril genera a los ciudadanos de este país.

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